La calle de las finanzas hace esquina con la calle del teatro. Qué apropiado.
El pánico desatado en Wall Street por un error merece un análisis que vaya más allá de las razones del mero fallo. Errores puede haberlos en todas partes, pero que un simple letra pueda organizar semejante marimorena pone de manifiesto la absoluta vulnerabilidad de eso que llamamos los mercados. También que los mercados estarán todo lo locos que queramos, pero que en ellos se mueven elementos dispuestos a sacar tajada a cualquier precio. Lo que obliga a hacerse algunas preguntas, incómodas o no, pero muy pertinentes.
Alguien escribió billones en lugar de millones y no sólo se dispararon las alarmas: es que la tecnología a la que se han confiado ciertas decisiones actuó en consecuencia. En cuestión de segundos, la principal Bolsa mundial se hundió estrepitosamente, en medio de un pánico casi nunca visto. Después la cosa se recondujo y los índices, pasado el susto, se recuperaron parcialmente.
Cabe una reflexión necesaria sobre la dependencia que tenemos de nuestra propia tecnología. Automatizar en la práctica ciertas decisiones puede llevarnos a un desastre, como acabamos de comprobar, y no por primera vez. Pero no hay que olvidar que hasta los sistemas que funcionan de forma completamente independiente han sido programados alguna vez para actuar de una u otra forma. Y preguntarse qué pretendían conseguir quienes dispusieron las cosas de una determinada forma.
Es obvio que conseguir ganar todavía más a partir de la extrema rapidez de las decisiones de comprar y vender. El problema es que un objetivo legítimo, como el de ganar dinero, puede deslegitimarse si se apostilla con la expresión “a cualquier precio”. Y esta parece ser la razón última de lo ocurrido en la jornada de pánico bursatil del pasado 6 de mayo en Nueva York.
Pero los mercados no están locos, por mucho que lo pueda parecer en algunos momentos. Tampoco están en manos de irresponsables, como una vez explicó el economista Xavier Sala i Martín. En el peor de los casos, lo que ocurre es el corolario lógico de la sacralización de los mercados como algo bueno por naturaleza y que lo arregla todo con mayor eficiencia que el Estado. El problema, como hemos descubierto ahora, es que en nombre de tales principios se cometen innumerables desvergüenzas. Muchas de ellas al calor de una derecha que daba pátina ideológica al invento y/o estaba tan ocupada salvando al mundo que no vio lo que se nos venía encima (eso si es que miraba).
Dependencia y vulnerabilidad tecnológicas, problema ideológico... Sí, pero la auténtica pregunta que deberíamos plantearnos es quien se hizo de oro durante los momentos de pánico. Porque es obvio que hubo quien se hartó de comprar a precios reventados en los instantes de mayor desconcierto y que, luego, revendió llevándose un más que buen margen. Si Wall Street llegó a cayer un 10%, pero acabó cerrando con una caida de sólo un 3%... ¿Nos entienden, verdad?
No creemos que las conspiraciones sean la explicación de todo lo que ocurre. Pero como mínimo cabe decir que hay quien denota considerable habilidad para pescar en río vuelto. No es superfluo recordar que el error de teclado que dio origen al lío se vio aliñado por rumores sobre la quiebra práctica de la mayor parte de la banca europea. Que dichos rumores fueran disparatados no quita que su origen y propalación sean enormemente sospechosos.
Un problema añadido es que la única sacudida que los simples mortales podríamos dar a la situación, la electoral, está siendo ignorada en casi todo el mundo occidental, donde una marea conservadora está llevando al poder, o confirmando en él, a la derecha que sigue predicando que la solución está en hacer lo mismo que nos ha llevado hasta aquí. También hay que decir, sin embargo, que la izquierda no ofrece de momento mejor alternativa, sobre todo la de nuestros pagos.
1 comentari:
Bona tarda,
Molt bé la foto, i el comentari... Només hi ha un petit problema. Com qualsevol ciutadà de Nova York t’informaria, Broad Street no té rés a veure amb Broadway, una gran avinguda de la ciutat, que travessa la ciutat de dalt a baix, i que en només una petita part (als voltants del carrer 42 de Manhattan) està relacionat amb el mon del teatre. Efectivament, Broad street és un carrer relativament curt al districte financer, que discorre més o menys en paral·lel al famós avinguda. Wall St. / cantonada Broadway és físicament impossible.
En fi...
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