dimarts, de desembre 15, 2009

El aterrizaje de un sueño

La viñeta del Chicago Tribune lo expresa claro. El diploma aparece en blanco y el representante del comité Nobel dice "Podemos rellenarlo más tarde".




Barack Obama recibió el Nobel de la Paz con una justificación (¿por mala conciencia?) de la guerra. No parece la mejor carta de presentación, pero el hecho da cumplida cuenta de lo dolorosos que pueden ser los aterrizajes de los sueños. Especialmente cuando el pretendido pragmatismo es más bien un pretexto.

Es posible que el comité Nobel que tuvo la brillante idea de sumarse a la Obamamanía sin mesura se quedara con un palmo de narices ante el discurso de aceptación del presidente de Estados Unidos. En todo caso, poco derecho tenían a quejarse si no tuvieron inconveniente en otorgar un premio por razones que el mínimo calificativo que merecen es el de difícil de justificar.

Y naturalmente, Obama poco margen tenía. ¿Qué iba a decir en Oslo si no hacía ni una semana que había decidido reforzar a sus tropas en Afganistán? Pues justificar lo que las personas normales no alcazamos a veces a entender. En resumen, que para conseguir la paz a veces es necesaria la guerra.

Y no estamos necesariamente en desacuerdo con el aserto. Y hasta compartimos los ejemplos que puso Obama. El peligro que para la Humanidad representaron Hitler y el nazismo no habría podido conjurarse sin aplastarlos militarmente, sí. Y con el terrorismo tipo Al Qaeda es prácticamente imposible dialogar, sí. Pero ¿estamos seguros de que esos ejemplos son de aplicación a los berenjenales de Iraq y Afganistán y a sus escasamente claros motivos?

Si excluimos el petróleo, nadie sabe exactamente qué hace el mundo occidental en Iraq. Lo de las armas de destrucción masiva ya pasó hace años a la categoría de chiste. Y el parte diario de Bagdad se concilia mal con una pretendida democratización (sin olvidar el esperpento de Abu Ghraib y otros hermosos lugares parecidos).

¿Afganistán? No hace demasiadas semanas que expusimos nuestra opinión: se trata de un conflicto mantenido artificialmente porque permite controlar (es un decir) las rutas por las que los recursos energéticos del Asia Central pueden llegar a puertos de mar bajo dominio del mundo occidental (generalmente, a través de dictaduras amigas). En resumen, una guerra colonial del siglo XXI.

Aunque Sadam Hussein no era precisamente ángel de la guarda de nadie, compararle con un monstruo como Hitler casi produce sonrojo. Entre otros motivos, porque Sadam fue el hombre del mundo occidental por aquellos andurriales hasta que se desmandó y se convirtió en una molestia a eliminar. Por lo que respecta a Al Quaeda, basta con recordar que Bin Laden fue una criatura de la CIA que un día optó por “independizarse”. Bien, eso en el caso de que haya que creerse la historia, lo que, dado los precedentes, tiene su miga.

Confíemos, al menos, en que el aterrizaje de los sueños que alimentó Obama no sea un tortazo en toda regla. El mejor candidato que quepa imaginar en cualquier elección de cualquier lugar del mundo, no tiene porqu ser necesariamente un gran líder o ni siquiera un gobernante razonable. Tampoco tiene porque ser un desastre, claro. Pero una canonización en vida lleva a extremos que rozan el ridículo.

dimecres, de desembre 02, 2009

¿Van Rom-qué?

El 1 de diciembre ha entrado en vigor el Tratado de Lisboa, el remedo con que se ha querido resolver el fiasco de la Constitución Europea. En su aplicación, Europa cuenta con un presidente permanente y un “ministro” de Exteriores. Dos perfectos desconocidos cuya designación dice mucho de como se llevan los asuntos europeos.

Es posible que el Tratado de Lisboa sea la única forma de desencallar el lío en que quedó convertido el trámite de la Constitución Europea. No vamos a negarlo. Pero vistos algunos resultados, no podemos dejar de concluir que, aunque la base no se sostenga y sea incluso absurda, su desarrollo posterior es plenamente coherente.

Que a los dos nuevos “líderes” europeos no los conozca casi nadie encaja a la perfección en el cuadro. Al menos, el nuevo presidente era primer ministro de su país; a la ministra europea de Exteriores sólo la conocen en su casa. Nos han vendido maravillas sobre su capacidad de generar consensos y sobre su capacidad diplomática. Pero cabe preguntarse si lo que necesita Europa son dirigentes de perfil bajo, si no meros tecnócratas, o personas con un mínimo de carisma y autoridad.

No somos santos de la devoción a Tony Blair, un líder retirado de la circulación y notoriamente quemado en la escena internacional. Sin embargo, Blair ofrecía ese perfil que parece tan evidente y puede que por ello promocionaran su candidatura conocidos detractores suyos. Cabe celebrar, claro, que el Reino Unido se implicara a fondo en querer conseguir uno de los puestos, considerando que es el más euroescéptico de los estados europeos. Pero su entusiasmo también queda descrito con la elección de una persona a quien nadie conocía hasta la fecha en la escena europea.

No podemos concluir sin efectuar la pregunta del primer párrafo: ¿por qué unos perfectos desconocidos? Pues por algo tan sencillo como que los Estados han querido salvar la cara de su propia incapacidad de construir una Europa diferente, pero asegurándose que van a seguir cortando el bacalao. Unos líderes de perfil bajo, que, no nos engañemos, van a cumplir su auténtico papel a la perfección, son ideales para que los gobiernos sigan dirigiendo a su antojo el cotarro europeo.

Todo ello no puede dejar más clara la vacuidad de esas nuevas instituciones europeas. Suerte que su finalidad era dar conciencia de algo a los ciudadanos comunitarios y frenar, de esa forma, la peculiar forma de desafección que se detecta en las elecciones al Parlamento europeo.

dijous, de novembre 19, 2009

Hacer el ridículo es lo último que debe permitirse un gobierno

Por una vez dejaremos de hablar de la crisis o de la corrupción y otras miserias de la política, para centrarnos en las propuestas de calendario escolar que se han puesto sobre la mesa en Catalunya. Unas propuestas que, lejos de intentar racionalizar un planteamiento de fechas decimonónico, han tenido la brillante y luminosa idea de querer cambiarle el nombre a las vacaciones de Navidad y de Semana Santa, a título de respetar la laicidad, la diversidad y una larga serie de virtudes.

Decía De Gaulle (aunque por nuestros pagos se atribuye a Tarradellas) que un gobierno puede hacerlo mal, que puede hacerlo rematadamente mal, que puede hacerlo incluso bien, pero que lo que nunca puede hacer un gobierno es el ridículo. Y ese último es precisamente el caso que se produce cuando se plantea llamar vacaciones de invierno y de primavera a las que toda la vida han sido vacaciones de Navidad y de Semana Santa.

¿Ridículo? Pues sí. Y no porque no sea positivo dejar las cosas claras, tal como, por otra parte, corresponde en un Estado aconfensional. Y no porque la laicidad sea mal asunto o porque no haya que repestar la diversidad. El ridículo radica es que cambiarle el nombre a las vacaciones es la necesidad menos urgente de todas las que tiene el sistema educativo. Y que priorizar una cuestión meramente nominal, que ha conseguido enfadar hasta a quienes son ateos, indica el poco trabajo que tienen los autores de semejantes ideas y los responsables que les toleran que pierdan el tiempo de tales formas.

Con un índices de fracaso escolar a la cabeza de la Unión Europea... Con un mínimo de un 25% de alumnos que no deberían pasar curso, pero que lo pasan para disimular el desastre... Con los expertos serios que aún quedan y que no se dedican a hacer sudokus en las reuniones, avisando de que no bastará ni con una generación para recuperar lo perdido... Con profesores agredidos día tras día... Con una caída de valores entre los adolescentes que no sólo alimenta la abstención electoral sino también cosas más graves... Y, por qué no decirlo, con un calendario escolar desconectado por completo del mundo real... tenemos gobernantes, y técnicos y pretendidos expertos, que creen que primero hay que cambiarle el nombre a las vacaciones.

dilluns, de novembre 16, 2009

Contra la corrupción, cambios electorales, sí, pero algo más

Los principales partidos catalanes han puesto manos a la obra de una nueva ley electoral, con la que pretenden frenar las consecuencias de los casos de corrupción recientemente denunciados. Con independencia de que el propósito sea más bien etéreo (ya veremos en qué quedan tan nobles intenciones), ¿estamos seguros de que la indignación ciudadana puede reconducirse con un cambio de cromos electorales?

Un par de cosas están clarísimas. La primera, que la actual fórmula electoral no responde a las demandas o necesidades de los electores y que los cambios deberían operarse por convicción, no por miedo de los partidos a perder votos. La segunda, que la corrupción, como es obvio, no va a acabarse porque cambiemos la forma de repartir escaños: la veracidad de este último aserto quedará de manifiesto el día en que sea detenido por primera vez un alcalde, diputado o alto cargo en general, elegido de acuerdo con el nuevo sistema.

Los partidos políticos tienen una patata caliente entre las manos. Les quema, pero no saben como quitársela de encima. Por eso, se dedican a los inventos. Creen que un paseo por el pasillo del Parlamento, preparado exclusivamente para las cámaras, soluciona el problema, o al menos da la impresión de que se está haciendo algo. Creen también en ideas tan luminosas como incrementar el poder de la oposición. Suena muy bien, pero ¿qué significado real tiene tal cosa? ¿Nadie se acuerda del significado etimológico del término democracia?

No nos engañenos en una cosa. Las democracias anglosajonas, las primeras de la edad contemporánea, nacieron precisamente para controlar el poder del Gobierno. Basta con leer dos o tres libros de historia. El parlamentarismo británico o la Constitución americana ni siquiera hablaban de poder elegir al Gobierno. Hablaban de poder cambiarlo. No es exactamente lo mismo y la diferencia se explica, sin duda, por el contexto histórico.

Pero la democracia sigue siendo un sistema que se basa en las mayorías. El respeto a las minorías, también consustancial al sistema, no significa que haya que pervertir su esencia. Además, dudamos mucho de que ningún partido en posición de gobernar vaya a abrir la mano voluntariamente. Por ello, no resulta difícil concluir que estamos ante un mero brindis al sol.

Otra cosa es que en el ámbito electoral no quepa hacer alguna reforma que ayude a atajar la corrupción o, al menos, a limitar las tentaciones. En otra ocasión apuntamos un par de ideas que, pese al tiempo transcurrido, seguimos teniendo muy presentes. Hay dos formas de recuperar cierta ilusión en los electores que, a la vez, algo pueden ayudar en relación a la corrupción.

La primera es que hay que asegurar que gobierne quien gane las elecciones. No solo porque los pactos de perdedores hagan pensar a los electores que su voto no sirve para nada. Es que, en no pocas ocasiones, la exhuberancia de ciertos pactos oculta (si lo hace) intereses bastante oscuros. Existen soluciones para el caso de que los ciudadanos no se pronuncien con la rontudidad que este planteamiento necesita, porque otros países han pasado antes por cosas parecidas y han encontrado un camino bastante eficaz: se le llama, lisa y llanamente, segunda vuelta.

También hay que reformular las mociones de censura. No porque no sean un mecanismo necesario de corrección (sobre todo en el mundo local, donde no existe el adelanto electoral), sino porque su fin es pervertido con más frecuencia de la deseable. No es fácil proponer que una moción de censura requiera una mayoría calificada. Y lo es por el mismo principio de antes, de que la minoría no puede imponerse a la mayoría: los consensos amplios son deseables, pero las minorías de bloqueo no tanto. En todo caso, nos negamos a dejar de pensar en ello porque sea difícil de cuadrar.

Y lo segundo que cabe hacer es limitar los mandatos. También hay experiencia de ello, y positiva por cierto. Lo es asimismo para atajar la corrupción. El deseo de seguir viviendo del cuento, o alternativamente el de evitar que otro levante las alfombras, explica lo dilatadas que son algunas carreras políticas.

Conste que hemos dicho algunas. Pero también afirmamos que se necesitan medidas urgentes, claras y contundentes para que esa sospecha no se generalice. Hay cierto populismo peligrosos que acecha en el horizonte esperando cobrarse el fruto de tantos errores.

dimarts, de novembre 03, 2009

Una mala versión de la sociovergencia

El nuevo escándalo de corrupción en Santa Coloma de Gramenet ha agitado, dicen algunas voces, el llamado oasis catalán. En el peor de los casos, ha demostrado que Catalunya no es inmune, como a veces se quiere hacer creer, a ciertos males de la política. Ha demostrado también que eso de la “sociovergencia” hace tiempo que existe en determinados ámbitos. Y que se trata de ámbitos especialmente desagradables.

Ahora es muy fácil linchar a los implicados para salvar la cara. Otra cosa es si los implicados se merecen otra cosa, entre otros motivos porque la lucha contra la corrupción ciertamente no debe limitarse al campo penal. Pero debemos preguntarnos si cierto estado de cosas no era tolerado, al menos implícitamente, por los partidos de los implicados. Nadie puede ignorar que en los aledaños de los partidos circulan determinados personajes, casi siempre ex de algo, que utilizan los contactos y la agenda para vivir como marqueses sin dar palo al agua.

Que los socialistas y los nacionalistas convergentes se entienden muy bien en determinadas situaciones, además, era un secreto sólo para quienes se empeñaban, no siempre de buena fe o por ignorancia, en negar la evidencia. ¿Pacto de negocios? Puede que no, y no de forma tan explícita. Pero si alguna cosa significaba esa idea del oasis catalán es que los dos grandes partidos no se hacen daño en según qué casos.

Significa también que las cosas no se cubren con la bandera, como a veces se afirma. Pero sí se cubren con argumentos parecidos: el modelo catalán, la forma catalana de hacer las cosas..., fórmulas todas ellas que se presentan como alejadas diametralmente de sus correspondientes madrileños o españoles. Es cierto que las diferencias, pese a todo, existen. Pero haríamos bien en no tragarnos ruedas de molino y pasar ciertas falacias como si fueran el ejemplo más luminoso de la bondad universal.

¿Hay chorizos en todos los partidos, dicen? Pues sí, el riesgo es evidente y que un militante no te salga rana es una mera cuestión de suerte. Pero todo el mundo tiene claro también que en la política no se “roba” únicamente en beneficio del bolsillo propio. Y hasta sería del caso preguntarnos si ciertos enriquecimientos al calor del dinero público y de especulaciones varias no son consentidos por los partidos, siempre que los implicados tengan el detalle de acordarse de gracias a quien consiguieron abrirse tantas puertas.

Hace pocas semanas nos referíamos al refranero popular, recordando dichos tan catalanes como “Aquest mal no vol soroll” o “No prenguem mal”. Pues bien, a veces se necesita ruido y hacerse daño para corregir los problemas. Fingir que esto es un caso aislado es tanto como no reconocer que tenemos un problema. Y no hay problema más difícil de resolver que el que no es aceptado como tal.

dilluns, d’octubre 26, 2009

La financiación de los partidos ( y 2)

¿Podemos ponerle algún remedio a la financiación de los partidos políticos? Es decir, ¿podemos ponerle alguna solución que evite esa imagen (y no sólo la imagen, sino los hechos en sí) de aprovechamiento y hasta de saqueo de las arcas públicas? Pues sí, aunque incompletas e imperfectas, hay otras formas de hacer las cosas. Pero la cuestión está en que a alguien le interesen.

No despreciemos las lecciones de democracia pragmática que nos pueden llegar de Estados Unidos. Aunque allí no existen partidos como los de aquí (o no funcionan exactamente igual), los gastos electorales son muy superiores. Hace tiempo que el sistema norteamericano decidió coger el toro por los cuernos y aceptar sin ficciones lo que era la realidad: es decir, que los partidos se financian de donaciones particulares y que, tanto por tanto, era mejor aceptarlas todas, sin límite alguno de importe, siempre y cuando fuera público y notorio quien daba y quien recibía.

Esta fórmula, evidentemente, no impide que gobernantes y legisladores acaben representando no a sus ciudadanos sino a quienes les pagan las campañas. A lo largo de la historia de ese país ha habido miembros del Senado que no eran conocidos como el senador por Texas o Winsconsin, sino como el senador de la General Motors. Sin embargo, que se sepa “urbi et orbe” limita las cosas más de lo que podría parecer. En última instancia porque las campañas y el dinero influyen más o menos, pero al final quienes votan en las urnas no son los grandes grupos económicos y los “lobbies” que emplean.

En alguna otra ocasión, nos hemos referido a la idea de que tal vez saldría más a cuenta que los presupuestos públicos asumieran los gastos de los partidos. Es una de esas ideas que causan repugnancia conceptual, claro, pero que no deberíamos descartar del todo por su evidente pragmatismo. En realidad, es prácticamente seguro que nos saldría más a cuenta.

Sin embargo, ¿se avendrían los partidos a que se supiera cuánto dinero manejan? Mucho nos tememos que no, que anteponen no tener que dar explicaciones a la comodidad evidente de no tener que preocuparse de nada. También podría ser que una financiación pública les obligara a hacer otro tipo de campañas y a mantener otro tipo de aparatos. Más reducidos en ambos casos, se entiende. Pero a fin de cuentas una eventual ley en este sentido se la harían ellos mismos, o sea que tampoco habría mayor problema.

Somos conscientes de que ambas alternativas no son para tirar cohetes. Pero nos preguntamos si es mejor el actual panorama de corrupción descarnada o de inventos con gaseosa con fundaciones y cajas de ahorros. En el peor de los casos, eso de ir a entidades financieras, como si se tratara de ciudadanos particulares con un problema en la hipoteca, cuando resulta que uno controla esas entidades o les ha hecho favores que puede puede cobrarse, tampoco luce con mejor brillo.

divendres, d’octubre 23, 2009

La financiación de los partidos (1)

Los casos Gürtel y Millet, sólo por citar los últimos en aparecer por el patio, ponen de manifiesto que en la financiación de los partidos políticos continuamos teniendo un problema. Y no es fácil encontrale una solución. Pero no porque ésta no exista, sino más bien porque a nadie le interesa. Así de cruda es también la realidad.

No hace falta llegar al extremo a que las cosas llegaron en la Italia cuyo sistema de partidos se desmoronó literalmente a principios de los años noventa. Todo el mundo se da cuenta de que los partidos, por mucho que lo nieguen, se financian por procedimientos opacos. Y opaco es el calificativo más suave que frecuentemente merecen dichos procedimientos.

La sensación de que, al cabo de la calle, las campañas las pagamos los contribuyentes no es una sensación inhabitual ni tampoco faltada por completo de fundamento. Y eso de que nadie discute que la política cuesta dinero, es una verdad a medias. En realidad, una parte no precisamente despreciable de los electores se pregunta para qué sirven exactamente las campañas electorales. Y no porque, quien más, quien menos, ya está más que convencido en el sentido que sea (incluido el de abstenerse), sino porque ya vivimos en una campaña permanente que hace difícil justificar que durante quince días haya que subir todavía más el tono.

Además, si alguien puede explicar para qué necesitan los partidos unos aparatos tan numerosos y unas sedes con tantos metros cuadrados, que no deje de avisarnos. Les estaremos muy agradecidos. Puede que a los partidos les cueste ofrecer una explicación lo suficientemente convincente. Y podría que la dificultad se debiera a que ellos mismos nunca se han planteado a sí mismos el interrogante. Podría ser, sí.

Es un triste consuelo pensar que existe alguna diferencia entre robar para uno mismo y robar para el partido de uno. Tal planteamiento viene a suponer que el segundo caso es algo más disculpable. Pero la experiencia práctica, por no hablar de los estudios sociológicos que todavía se hacen en serio, demuestra que los electores hacen alguna distinción..., dentro de considerar ambas actitudes como poco deseables, por decirlo de forma suave, pero con sorpresa incorporada en no pocas ocasiones.

¿Debemos resignarnos a aceptar lo inevitable, pensando que no tiene remedio? Pues no. Hay democracias que ya han pasado por eso y han buscado soluciones que no son perfectas, pero sí algo más que nada. Trataremos de ello en una próxima entrada.

dimarts, d’octubre 13, 2009

La canonización en vida de Obama

El comité Nobel noruego ha llevado la Obamamanía a un extremo que roza el ridículo. Aunque el Nobel de la Paz tiene una trayectoria cuando menos discutible, no debería otorgarse tan a la ligera y por logros hasta la fecha tan vacíos, más allá de las buenas intenciones y los hermosos discursos.

Podríamos entender que al presidente norteamericano se le concediera el galardón por la hazaña de su propia elección. Haber sido capaz de romper un tabú racial muy arraigado es merecedor, no sabemos si del Nobel, pero sí de reconocimiento y hasta de admiración.

No es menos cierto que Obama ha introducido la idea de que las relaciones internacionales deben basarse en otros fundamentos. Pero que sea verdad, no implica que signifique nada realmente nuevo. Sin olvidar la ausencia de resultados prácticos hasta la fecha, excepción hecha de los titulares de prensa conseguidos.

Hay un estilo nuevo, sí, pero no deberíamos confundir el estilo con la sustancia. Aunque no negamos que las grandes causas, necesitan grandes empujones, también vemos muy poca concreción práctica en todo ello. Y en algunos casos, escasas posibilidades de que haya concreciones prácticas por lejano que sea el plazo que nos fijemos.

Todo ello por no hablar de las vergüenzas (Guantánamo, Abu Grhaib...) que Obama iba a cortar el primer día que pisara la Casa Blanca y que siguen ahí como si tal cosa. O por no hablar de la marcha atrás ficticia en Irak y la exhuberante democratización de Afganistán. Exhuberante es el calificativo más amable que cabe aplicar al tema.

Además, hay que ser iluso para decir, como hacen algunos, que el Nobel de la Paz no es tanto un premio como una obligación para Obama. ¿Cómo el interesado no va a estar ahora a la altura? Pues nos equivocaríamos si olvidáramos que Obama es un político pragmático que si algo tiene claro es a quien debe su cargo, que no es a la bondad universal, sino a los electores de su país y a quienes le financien la campaña.

Un refrán de la política nortemericana dice que el primer mandato de un presidente de Estados Unidos sirve para asegurar la reelección, y el segundo, para pasar a la historia. Obama ha pasado ya a la historia, y por partida doble. Si seguimos el razonamiento, podría dedicarse plenamente a asegurarse la reelección y a tener un mandato lo mas plácido posible. Celebramos que se empeñe en resolver problemas serios que afectan al mundo, pero discrepamos de la necesidad de hacer el ridículo promoviendo lo que cada día se parece más a una canonización en vida.

dimarts, d’octubre 06, 2009

Aquest mal no vol soroll

El escándalo Millet (denominarlo “escándalo Palau” es algo injusto) no ha golpeado el llamado oasis catalán, sino más bien lo ha puesto de manifiesto de forma más que fehaciente. “Això no toca”, “aquest mal no vol soroll”, “no prenguem mal”... El refranero catalán, incluidas aportaciones políticas contemporáneas incorporadas al decir popular, es suficientemente expresivo de una forma peculiar de afrontar problemas que, por otra parte, ocurren en todas partes.

¿Habría que hacer limpieza a fondo? ¿Aprovechar la ocasión para limpiar más allá de los hechos estrictos acaecidos en el Palau de la Música Catalana? Pues sí, sería muy conveniente, oportuno, higiénico y democrático. Otro asunto es que tales cosas vayan a ocurrir.

Como decíamos en la introducción, no es que en todas partes no exista una plutocracia que se perpetua a sí misma, formada por poderes político-económicos a los que a veces se accede antes por el apellido que por el dinero, y por descontado antes que por el voto. Lo malo es que los catalanes estemos orgullosos de una forma de hacer las cosas, que frecuentemente definimos como propia, que acaba matando la transparencia y otras virtudes que hacen que la democracia siga siendo el menos malo de los sistemas políticos.

En ese oasis, que más bien cabría calificar como charca, es posible que el mecenazgo se ejerza sobre la propia cuenta corriente (pero pagando otros, claro), que el dinero dedicado a fines culturales acabe en las arcas de los partidos políticos... Y que no ocurra nada, porque nos tapamos las vergüenzas, porque ese es el estilo de hacer las cosas en nuestro país. No estamos de acuerdo en que ello equivalga a la “omertà” siciliana. Puestos a definir el fenómeno, y considerando el espíritu cerrado de la clase dirigente catalana, deberiamos hablar más bien de leninismo. Por paradójico que pueda sonar.

Discrepamos también de que el escándolo conmueva de alguna forma a la burguesía catalana. Con malicia, podríamos preguntar a qué burguesía. ¿A la que vive de la renta de un apellido, sin aportar nada a la sociedad con la que se llena la boca? ¿A la que medra y vive bien gracias a controlar el cotarro? Pensar que en momentos de la Historia la burguesía fue la vanguardia revolucionaria del mundo, puede provocar hoy algo parecido al sonrojo.

En el mejor de los casos, los tejemanejes de Félix Millet (su confesión permite que la presunción de inocencia sea meramente formularia) tienen una trascendencia moral muy clara, sea cual sea el resultado penal del escándalo. Desde ese punto de vista moral, el señor Millet no es un chorizo, sino un desagradecido. Quien se deja llevar por la codicia, viviendo como vivía como un marqués sin dar un palo al agua gracias al apellido familiar, no tiene perdón de Dios.

dilluns, d’octubre 05, 2009

¿Hay que subir los impuestos?

Habrán oído muchas voces contra la subida de impuestos aprobada por el Gobierno. Y sí, parece responder a cierta ortodoxia bajar la fiscalidad, en lugar de subirla, para reactivar el consumo y poner en marcha de nuevo la rueda de la economía. Pero aquí los juegos son otros, y no se reducen únicamente a llenar una caja vacía hasta extremos preocupantes.

Hay que descartar la retórica neoizquierdista, estilo Robin Hood, con que el Gobierno ha vendido la subida de impuestos. Las transformaciones socioeconómicas de los últimos 20 años impiden catalogar como ricos a quienes ingresan 50.000 euros al año. No son ciertamente mileuristas y viven mucho mejor que ese 60% de la sociedad. Pero de ahí a considerarlos millonarios dista un trecho considerable.

Entre otras razones, porque si a alguien castiga toda subida de impuestos es a esa clase media, o media-alta, que sin ser mileurista no tiene a su alcance los mecanismos de “optimización” fiscal de que disponen los auténticos ricos.

La realidad es mucho más descarnada. El Estado ha adquirido tantos y tan variados compromisos, en plena caída en picado de los ingresos, que la caja ha acabado por vaciarse. La evolución de las cuentas públicas no puede ser más clara en este sentido. El Estado gasta mucho más, pero que mucho más, de lo que es capaz de recaudar. Y cuando se llega a ciertos niveles, el recurso a la deuda pública (es decir, aquella deuda que en definitiva acabarán pagando las generaciones futuras) tampoco da más de sí.

Y cuando la situación se vuelve acuciante, y no se puede esperar el largo plazo en que las rebajas fiscales surten efecto, aparentemente sólo queda el remedio de subir los impuestos. Sin embargo, puede suceder que el pez no deje de morderse la cola. Si la subida de impuestos retrae todavía más el consumo, ¿no bajará la recaudación?

Es un silogismo excepcionalmente complicado, ante el que cualquier Gobierno posible tendría como mínimo sus dudas. Otra cosa es el desparpajo con que se formulan algunas críticas, y que queda perfectamente definido con el uso de ese sustantivo. También otra cosa es que se haga cualquier cosa ante la ausencia de otras alternativas, o que se tire a lo fácil (al menos a lo aparentemente fácil) porque no se tiene cintura. La forma en que Zapatero ha llevado la crisis hasta la fecha presente permite no descartar por completo la segunda explicación.

Es más, la forma en que al final se han subido los impuestos es, por contradictoria, un fiel reflejo de la falta de rumbo del Gobierno. No lo decimos tanto porque se suba linealmente el IVA, que es el menos progresivo de los impuestos ya que lo paga todo el mundo por igual, lo que no puede estar más alejado de eso de darles caña a los ricos. Es que no se entiende que una medida supuestamente tan necesaria se decida ahora, pero a la vez se aplace su vigencia hasta dentro de unos meses.

Lo único que se nos ocurre para explicarlo es cierta teoría expresada a veces por Zapatero y su entorno, según la cual un anuncio de una subida de impuestos lleva a la gente a consumir como locos. Se supone que para ahorrarse el diferencial impositivo. Es posible que así sea, pero la definición más suave que merece dicha política es la de exhuberante.

Tampoco hay que hacer demasiados aspavientos ante las críticas de la oposición o de la patronal. En el primer caso, ¿qué van a decir, que están de acuerdo?. El sentido de Estado se ha trivializado y no es más que otra piedra que arrojarse a la cabeza. Además, no basta con ponerse como ejemplo, cuando uno sólo ha acumulado experiencia teniéndolo todo de cara.

¿Y la patronal y la gran banca? Pues no les falta del todo la razón, pero se han descargado de ella con sus repetidos intentos de conseguir que la crisis la paguen otros. No ayuda demasiado al decoro de la cosa el espectáculo de algunas jubilaciones doradas.

Claro que, llegados a este punto, si todo el mundo está invalidado, ¿qué solución nos queda? Es tristes constatar que, retóricas al margen, puede que el problema no lo arreglen ni siquiera unas elecciones anticipadas.

divendres, de setembre 25, 2009

Gobernar es también improvisar, pero no sólo eso

Zapatero dijo hace unos días que gobernar también significa improvisar. Y no le falta razón al presdiente del Gobierno si su afirmación se toma en su exacta literalidad. El problema, como es fácilmente deducible, radica en el adverbio de la frase.

Si el Gobierno fuera a piño fijo, sin capacidad de reacción ni flexibilidad de ninguna dase, ahora le estaríamos criticando por ello. Somos así, aunque también hay que decir que a los gobernantes les entra en el sueldo encajar críticas cuando hacen porque hacen y cuando no hacen, porque no hacen.

Ahora bien, una cosa es que un gobierno también deba improvisar y otra que la improvisación sea su única fórmula de funcionamiento. Cosa que, con cierta justicia en la afirmación, ocurre en el caso de Zapatero y su Ejecutivo.

No es que las medidas no sean necesarias u oportunas. Es más, algunas son de auténtico cajón: si ha habido dinero a espuertas para rescatar a una banca irresponsable, el salvavidas debía llegar a los parados sin subsidio o a las cuotas hipotecarias con problemas. La cuestión es que dichas medidas parecen responder a un guión atropellado y confuso, y eso en el supuesto de que respondan a algún tipo de guión.

Puede que no sea así, pero la impresión que se traslada es precisamente esa. A ello contribuyen las frecuentes contradicciones y desmentidos mutuos de los miembros del Gobierno y de los dirigentes del PSOE. Por no hablar de una retórica neoizquierdista que a veces parece más bien una versión adolescente de la leyenda de Robin Hood.

Lo mejor que se puede decir de este fregado es que, al menos, resulta plenamente coherente con la forma en qué Zapatero ha llevado la crisis desde el primer momento. Mal acaba lo que mal comienza y el presidente del Gobierno inició su gestión de la crisis pasándose meses negando la evidencia. No debería sorprendernos, por tanto, que a parte de ir retrasados no tengamos el camino lo que se dice muy claro.

dimecres, de setembre 16, 2009

Por qué el independentismo se abre camino

El resultado abrumador en pro de la independencia en el “referéndum” celebrado en Arenys de Munt no es indicativo al 100% de las tendencias de fondo de la sociedad catalana. Pero demuestra que las aguas otrora tranquilas comienzan a moverse. ¿Es el principio del fin, o al menos el fin del principio? Puede que no, pero una Catalunya independiente ya no parece algo tan disparatado o imposible. Y hay razones que lo explican.

Hace apenas 20 años, los estudios de opinión más serios cifraban en un 10% (un 15% siendo generosos) el apoyo de los catalanes a la independencia. Hoy, las encuestas sitúan dicha cifra en un promedio del 35%, con momentos puntuales en que el “sí” de marras se dispara al 50%. Otra cosa es el resultado que se produciría en un eventual referéndum, que no tendría por qué coincidir con estos números. Pero incluso así resulta muy interesante analizar la nueva composición sociológica del “sí”.

La opción por la independencia ha dejado de ser cosa de adolescentes radicales, que se atemperan cuando tienen que ponerse a trabajar o contratan la primera hipoteca, para pasar a ser una opción transversal por lo que respecta a la edad. Es más, una parte significativa de las generaciones que descienden de la inmigración de los años cincuenta y sesenta se muestra abierta y desacomplejadamente independentista. Y no se trata de una cuestión de plena integración, llevada a sus últimas consecuencias, como veremos más adelante.

Lo de la nueva inmigración incorporada a la causa independentista no pasa de ser, por el momento, una foto orquestada por algunos partidos. A veces, no llega ni a eso, ya que la foto surge por obra y gracia de militantes más o menos significados a los que se deja hacer, sin auténtica convicción, por un difusa idea de lo importantes que son algunas estampas para resultar políticamente correcto. Además, sumar apoyos entre quienes, si no cambian mucho las cosas, no podrían votar, es un gesto más bien inútil.

Sin embargo, no son algunos gestos aislados o referendos los que sustentan la creciente tendencia independentista en Catalunya. Ni siquiera los sentimientos y emociones que se atribuyen genéricamente a las opciones nacionalistas. No. En realidad, quienes apuntan que estamos ante un independentismo de cartera, antes que de corazón, aciertan en el planteamiento con una clarividencia excepcional.

Eso que ahora damos en llamar desafección no es más que una sensación de hartazgo y de convicción de que los males de Catalunya no tienen remedio dentro de España. Que eso del encaje se ha intentado ya demasiadas veces sin que se le encuentre solución al tema. Y que la solidaridad pasó a ser, hace tiempo y números en mano, algo que tal vez no sea expolio fiscal, pero que se le parece mucho. En definitiva, que España es un pésimo negocio.

Puede que dicha convicción no dé para un 51% en un referéndum de autodeterminación. Entre otras razones, porque una parte de las personas que piensan que España es un mal negocio para Catalunya probablemente no darían su apoyo a la independencia llegada la hora de la verdad. Es muy fácil pronunciarse sobre algo cuando no nos estamos comprometiendo a nada. No obstante, quienes todavía creen que Catalunya tiene sitio en España deberían comenzar a preguntarse si no están ante una de sus últimas oportunidades.

dissabte, de setembre 05, 2009

¿Qué hacemos exactamente en Afganistán?

Periódicos incidentes bélicos nos recuerdan de tanto en tanto que el mundo occidental sigue inmerso en Afganistán en una guerra más difusa y misteriosa incluso que la de Iraq. Y es legítimo preguntarse qué estamos haciendo exactamente por esos andurriales y con qué fin último. ¿Restablecer la democracia? Claro, claro, pero si ese es el caso resulta imprescindible formular algunas reflexiones.

Digamos de entrada, para que quede claro, que no estamos en contra de esparcir por el mundo la democracia y sus múltiples virtudes. Todo lo contrario. Si lo racionalizamos bien, ni siquiera estamos en contra de imponerla a cañonazos, incluso a quien no la quiere. Pero en ese caso hay que hacerse dos preguntas, de esas que merecen con justicia el adjetivo de molestas. A saber: ¿Qué democracia estamos esparciendo? ¿Y por qué no la esparcimos, de grado o por fuerza, a las muchas dictaduras que quedan exentas de tan nobles propósitos, probablemente porque nos sale más a cuenta tenerlas como amigas?

La segunda pregunta se contesta a sí misma. La primera requiere posiblemente algunas palabras más, pero no demasiadas. ¿Qué democracia es esa en la que hay ganador fijo, ocurra lo que ocurra en las urnas? Ah claro, es que es nuestro hombre en Kabul, cómo no habíamos caído en ese detalle.

Y llegados a este punto, si en Afganistán los cañonazos no son para asegurar la libertad más que de boquilla, cabe hacer la pregunta del primer párrafo. ¿Qué hacemos exactamente por esos andurriales? Se nos ocurren dos pretextos, más que argumentos. Estamos luchando contra el terrorismo y/o estamos haciendo que los afganos vivan mejor. Ambas cuestiones merecen también un breve comentario.

Lamentamos decir que lo de la lucha contra el terrorismo se parece cada día más a la tomadura de pelo de las armas de destrucción masiva de Iraq. Somos conscientes de la dificultad de luchar contra enemigos tan huidizos y en su propio terreno. En otra ocasión, escribimos que el problema de lanzar a la fuera militar tradicional contra dicho tipo de enemigo entrañaba problemas de calado. Repetimos la pregunta que hicimos aquella vez: ¿Dónde están los portaaviones o las divisiones blindadas de Bin Laden?

Pero una vez aclarado esto, es razonable preguntarse si estamos realmente interesados en acabar con el problema o si nos conviene más bien que el problema se eternice, porque ello nos da excusa para continuar por allí. Luego explicaremos por qué.

Por lo que respecta a mejorar la vida de la población afgana, pues qué quieren que les digamos. El parte diario de guerra no es muy diferente al de Bagdad, aunque en realidad no sabemos con precisión lo que ocurre realmente. En el caso afgano, hasta la geografía ayuda al disímulo. Puede que el mundo occidenal creyera que las cosas habían cambiado porque en los primeros días de la “liberación” los hombres se afeitaron la barba obligatoria bajo los talibanes, o porque unas pocas mujeres se atrevieron a despojarse de la burka. Pero a la vista de los acontecimientos, esa eventual creencia ha resultado ser notoriamente ilusa.

Afganistán ha vuelto a lo que ha sido siempre: un territorio perdido en mitad de la nada, en el que no impera ningún tipo de orden o ley, al menos equiparable a lo que entendemos por tal en el mundo occidental. Se dieron cuenta en su momento los británicos que subían desde la India, lo comprobó hace 25 años la Unión Soviética y, en general, lo han sufrido en carne propia todos cuantos han querido meterse en semejante avispero. No lo decimos por ese progresismo mal entendido que a veces nos hace “comprender” situaciones bastante anómalas para el simple sentido común, pero que justificamos por lo de respetar las culturas ajenas. No. Simplemente, es que o mucho nos equivocamos o es que Afganistán es así y no lo vamos a cambiar ni a las buenas ni a las malas.

¿Qué queda entonces, si estamos sembrando una democracia sui géneris, la lucha contra el terrorismo es un pretexto y no mejoramos la vida de los afganos? Pues algo tan sencillo como que esa situación geográfica en medio de la nada ha pasado a ser estratégica para llevar los recursos energéticos del Asia Central a los puertos de mar más próximos. Al menos a los puertos de mar controlados por el mundo occidental, de forma directa o a través de dictaduras amigas. Dicho de otra forma, lo que hacemos en Afganistán es, lisa y llanamente, asegurar una ruta comercial.

Y cuando se concluye esto, no queda sino calificar la aventura militar de guerra colonial pura y dura. De una mera ocupación para conseguir recursos naturales. Eso sí, en pleno siglo XXI y transmitida, a ratos, por la CNN o Al-Jazeera.

dimarts, d’agost 25, 2009

Lo que da pánico de la gripe es como se está llevando

La gripe A o gripe nueva pone de manifiesto algunas de las debilidades del mundo de hoy. Por ejemplo, de como se edifican situaciones de pánico, parcialmente artificiales, mientras la prevención resulta como mínimo discutible y a veces escasamente razonable y hasta insensata. Esto no es así en todas partes, claro, pero ello no constituye consuelo alguno.

Ciertamente, la situación es grave. Tal vez sería más correcto decir potencialmente grave, pero haríamos bien en no ignorar por completo el riesgo evidente. Resultan muy poéticas y líricas las leyendas sobre un invento para tapar la crisis económica. Otra cosa es que a veces esas leyendas parezcan verosímiles, dada la actución de algunos gobiernos, que en lugar de sembrar serenidad parecen empeñados en meternos miedo.

Hay gobiernos como el nuestro que optan por convocar a los medios de comunicación un domingo a mediodía para anunciar las medidas que van a tomar. No es necesario ser experto en relaciones públicas para darse cuenta de que si se trataba de calmar los ánimos, la medida tiene una “tendencia natural” a conseguir el efecto contrario.

Es más, este sesgo acaba contaminándolo todo y hasta las medidas más lógicas en caso de epidemia acaban siendo tomadas a burla. Cuando Sanidad anunció que vacunaría prioritariamente a los funcionarios esenciales, sin especificar cuales, la cosa fue tomada a sorna: dado que lo único absolutamente seguro en la función pública es cobrar el sueldo a fin de mes, no cabe duda de que el único personal absolutamente esencial es el del departamento de nóminas. Contado así, hasta tiene gracia.

No crean que planteamientos dubitativos como los que se refieren al inicio del curso escolar añaden algo de tranquilidad. Dicha medida pueda evitar una escalada de contagios y es indicadísima dentro de la lógica, a veces dura y no siempre fácil de aceptar, de la lucha contra una epidemia. Pero si es necesaria hay que aplicarla. Y si no, hay que dejar de marear la perdiz. Y aun admitiendo que quepa estudiar la posibilidad sin que la decisión haya que tomarla hoy mismo, la preparación psicológica debe ser muy bien administrada.

No ayuda mucho que ante una situación que se supone tan grave como para cerrar las escuelas, se levanten voces que discuten acerca de competencias y de quien firma el decreto.

Otra cosa es también que los medios de comunicación hayan olvidado que cada año mueren en España 8.000 personas a causa de la gripe y magnifiquen unos casos que, por tristes que resulten (algunos mucho), son el pan de cada día en los hospitales y en los servicios de urgencias. Naturalmente, esa cifra se da porque la gripe afecta cada año a un 15% de la población. ¿Qué va a ocurrir si los afectados superan, como se prevé, el 50%? Pues lo obvio y evidente, pero no estamos seguros de que esa cruda realidad se transmita con claridad, más allá del relato de casos concretos, incluidos los estremecedores.

En definitiva, la gripe nueva puede dar miedo, pero lo que da pánico de verdad es la forma en que se está llevando. Que por decirlo claro es manifiestamente mejorable.

dijous, d’agost 20, 2009

Una “rentrée” ambigua y complicada

Las vacaciones veraniegas a duras penas han dado un respiro al agobio que nos ha caído encima con la gravísima crisis económica que venimos sufriendo desde hace unos buenos dos años. Aunque los datos macroeconómicos han experimentado leves mejoras, el cuadro sigue siendo crítico. Entre otras razones, porque las mejoras, aun siendo genuinas, no llegan ni a una gota en el océano. Y porque son lo suficientemente ambiguas como para no sugerir efectos decisivos.

La presente situación se parece cada día más a una enfermedad prolongada, en la que nunca sabemos si una leve mejoría es presagio de recuperación o de una nueva recaída. Cuando el enfermo está poco menos que exánime, seguramente cabe esperar subidas y bajones de este tipo. Pero que sea esperable no significa que aporte esperanza y no digamos alegría.

Es más, quienes últimamente ven “brotes verdes” en la evolución de la economía acostumbran a ser personas uncidas a las expectativas levantadas por ellas mismas. ¿Qué van a decir? Lo mínimo que puede sacarse en claro es que no abundan los motivos para confiar.

Naturalmente, habrá que ir observando la evolución de los datos macroeconómicos. Pero ni siquiera eso inspira presagios extraordinariamente positivos. En primer lugar, porque todos somos conscientes de que esos indicadores no siempre reflejan en todo su alcance la realidad cotidiana a pie de calle, aunque en los últimos tiempos las cifras sean para asustarse de verdad. Y en segundo lugar, porque las medidas tomadas por muchos gobiernos no son más que paños calientes de efectos limitados en el tiempo.

No hay más que fijarse en España. El índice de paro en verano no ha sido especialmente malo, dado el contexto. Pero que esté a años luz de lo bien que iba antes es indicativo de por donde van los tiros: si en la época del año en que se creaba tanto empleo, se crea el que se crea... ¿Y qué ocurrirá a final de año cuando venzan medidas como el Plan Zapatero para hacer obras municipales? Durante unos meses 300.000 personas habrán tenido empleo, sí. ¿Y luego?

Además, seguramente no sería difícil ponernos de acuerdo en que el margen del Estado puede ser muy grande, pero no ilimitado. Algo arreglamos a corto plazo vertiendo miles de millones en planes de rescate y dinamización, que acabarán pagando las futuras generaciones en forma de deuda pública. Pero aunque cabe imaginar que el desatre sería mucho mayor sin dichas medidas, no se trata de soluciones a la raíz de los problemas. ¿Se acuerdan, verdad, del noble intento de refundar el capitalismo?

Todo ello ocurre, además, con unos políticos más ocupados en tirarse los trastos a la cabeza que en solucionar los problemas. Tampoco se observa mayor altura de miras en patronal y sindicatos, aunque haya grados. Todo el mundo intenta sacar provecho de la situación, en lugar de resolverla, y ello es garantía de que el problema continuará por aquí durante mucho tiempo.

dijous, d’agost 06, 2009

400 setmanes d'un butlletí electrònic de notícies

A l'empresa, estem de celebració. Un butlletí electrònic de notícies econòmiques que elaborem setmanalment per a un dels nostres clients, el Grup Vandellòs, arriba al número 400. L'invent es diu Flash Tributario y Laboral i és un clipping que ja ha recollit més de 14.000 notícies i ha publicat 400 editorials originals, que han esbudellat l'actualitat econòmica, política i internacional de cada moment (el podeu veure o donar-vos d'altra per a rebre'l a www.vandellos.com).

Confessem una cosa: a aquest producte li tenim una estima especial perquè va ser la primera feina que teníem, en una època en què aquest projecte que ha acabat dient-se Consultora de Comunicació Local ni es deia així ni tan sols era una empresa.

Dit això, hem de destacar la valentia del nostre client, el Grup Vandellòs, per embarcar-se en un projecte així. El Grup Vandellòs no és Endesa ni la Caixa, però fa anys, des de molt abans de la moda de la responsabilitat social corporativa, que es gasta diners en serveis gratuïts que ofereix a clients i no clients, o patrocinant tota mena d'activitats socials i culturals o promocionant el patrimoni històric i artístic dels pobles i ciutats on treballa.

És una empresa modesta, que destaca una mica entre les del seu sector (l'assessoria d'empreses) a escala local. Però que demostra que, en això de la responsabilitat social, el moviment es demostra caminant. No posant-se-la a la boca, sinó practicant-la a diari. En molts dels "fregados" en què estan embarcats, els hem embarcat nosaltres. Però la veritat és que les "embarcades" ens han aportat molt més a nosaltres. Sobretot en aprendre unes determinades actituds que també volem practicar.

Hi ha una filosofia que és molt senzilla d'entendre. La societat ens permet guanyar-nos la vida i a sobre, guanyar-nos-la en allò que ens agrada fer. Què menys que ser agraïts, no, i fer-li un retorn? És així de fàcil i directe: més enllà de la terminologia grandiloqüent usada als cursos i màsters de màrqueting, es tracta de tornar-li a la societat una part del que ens dóna en forma de beneficis.

És veritat que a la societat ja li tornem una part dels beneficis per via fiscal. Fa pocs dies que va acabar el termini per liquidar l'impost de societats i, prèviament, havia caigut la lletania trimestral per a tothom que tingui activitat econòica. Hem complert i molt a gust. I no tan sols per convicció, sinó perquè és senyal que la cosa va tirant endavant. Preferim tenir beneficis a declarar, encara que a ningú, en el fons, ens agradi pagar impostos. Però considerem, igual que el nostre primer client, que amb això no n'hi prou i que calen més coses.

dimecres, de juliol 22, 2009

La diferencia entre las anchoas y los trajes (o los bolsos)

El caso “Gürtel” casi produce candor. Acostumbrados a la corrupción al por mayor, unos simples trajes o bolsos, por bien cortados que estén o muy de lujo que sean, casi no tienen importancia. Sobre todo si, aunque cueste creer, no tenían contrapartida alguna. Pero la democracia tiene elementos molestos: entre ellas, la de exigir que la honradez no sólo sea, sino también que lo parezca.

El PP no es diferente en absoluto al resto de partidos españoles por lo que respecta a la corrupción. Esta afirmación se basa en el hecho de que, tras más de treinta años de democracia, que a un partido no le salga rana un militante es más cuestión de suerte que de virtud. Es la misma suerte que hace que a unos les caiga el mundo encima y que otros, pillados igualmente con las manos en la masa, se libren por un error del juez de instrucción.

Pero si el partido presidido por Rajoy merece algún comentario a parte es porque, desde principios de los años 90, se ha presentado a sí mismo como el azote de la corrupción. Como el único partido en el que no hay corruptos, o si los hay son expulsados de la vida pública de forma fulminante. Como unos cruzados que se personan como acusación particular en cualquier causa por chanchullos varios (siempre que el asunto afecte a otros, claro). Vaya, como el paradigma de la virtud, para que nos entendamos.

Haberse puesto un nivel tan alto obliga mucho. Pero obliga a ser consecuentes, no a negar la realidad y mucho menos a lanzar un discurso incendiario y a cuestionar el Estado y la propia democracia para encubrir las vergüenzas propias. Lamentablemente, esa es también la línea del Partido Popular.

Estas reflexiones podrían ser larguísimas, ya que el tema de mucho da sí. Pero intentaremos centrarnos en dos puntos que nos parecen importantes. Uno es el doble rasero de Rajoy y compañía no sólo hacia fuera, sino dentro de su propia casa, según lo elevado del cargo del imputado. El otro es la curiosa comparativa entre trajes y anchoas y la diatriba sobre regalos institucionales con que algunos dirigentes populares intentan echar tierra sobre el asunto.

Lo de la diferente reacción según los casos no puede ventilarse aludiendo simplemente a que resulta más fácil sacrificar a un mero edil que a un presidente de comunidad autónoma. Tampoco a que ciertas personas con acceso a información sensible puedan irse de la lengua si se las deja caer. No, el auténtco problema es que Rajoy sigue teniendo serios problemas de liderazgo que le impiden (suponiendo que quisiera, que tal vez es mucho suponer) quitar de escena a determinadas vacas sagradas. Es una situación con un altísimo grado de perversidad, ya que quienes le mueven la silla al presidente del PP le atacarán tanto si mantiene en el cargo a los imputados como si fuerza sus dimisiones.

Y sobre las anchoas, hay que decir que sí, que frecuentemente los políticos reciben regalos por el cargo que ocupan. Pero existe una gran diferencia entre un presente de cortesía y el que busca contrapartida. Entre el que entrega otro cargo público y el que entrega una empresa privada. Y esto último, aún el caso de que no contrate con la administración que recibe la dádiva. Ciertamente, la rumbosidad no está tipificada en el Código Penal, pero como decíamos al principio, desde la época de los romanos (inventores de gran parte de las instituciones jurídicas y políticas vigentes), la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino también parecerlo.

El precio de las cosas, aunque parezca un factor accesorio, tiene su peso. Entra incluso dentro del buen gusto que un regalo de cortesía sea poco ostentoso. Entre otras razones, porque se paga con dinero público. A parte otras consideraciones, ¿unas anchoas del Cantábrico, por buena que sea la marca, cuestan más que un bolso de lujo o un traje a medida?

En el peor de los casos, que una empresa que contrata habitualmente con el sector público obsequie a lo grande a cargos institucionales, puede que no constituya delito o que constituya eso tan raro del cohecho impropio, que se salda con una multa menor que algunas de las de tráfico. Pero no hace lo que se dice bonito.

dijous, de juliol 16, 2009

El galimatías de la financiación

Sudoku o rompecabezas. Al parecer, se ha cuadrado el círculo de la financiación autonómica. Ha sido una entente política, con todas sus ventajas e inconvenientes. Es decir, la política ha cumplido su función de hacer conciliable lo inconciliable. Pero a la vez, ni será un acuerdo definitivo ni siquiera perdurable, por las mismas razones políticas que lo aceptarán (al menos el dinero) quienes se oponen a él. Se trata de algo que cabe esperar del modelo de Estado que tenemos y, en consecuencia, no deberíamos sorprendernos de tanta polémica.

España no es en teoría un Estado centralista, pese a los muchos tics que arrastra por siglos de historia. Tampoco es un Estado federal, con partes iguales en poder y atribuciones o competencias. Aunque pocos estados federales auténticos hay en este mundo, incluidos los que llevan el adjetivo en su denominación, España no se cuenta entre ellos. El modelo que se adoptó en los inicios del actual período democrático, tiene en la asimetría su principal característica.

Es decir, existen gobiernos territoriales que tienen atribuidos con plena autonomía los principales servicios públicos, pero no todos ellos tienen el mismo techo (a veces ni el mismo suelo) de competencias y presupuesto. Hay razones más políticas que históricas para explicar (que no necesariamente justificar) como surgió un modelo que, con absoluta precisión terminológica, puede calificarse de asimétrico.

Parte del problema viene de la Transición, cuando se quiso dar una salida ordenada a las aspiraciones de las nacionalidades históricas. Como es conocido, la idea (el “café para todos”) se aplicó luego a todo el mundo, incluso a quien no la quería. En realidad, en España ya había más de una docena de gobiernos preautonómicos (como se les llamó), antes de que la Constitución asentara las vías para acceder a la autonomía. Es decir, que el invento nació en cierta forma viciado por los hechos consumados.

Y luego se completó el invento estableciendo dos vías diferentes (los artículos 148 y 151) con dos techos competenciales. Durante un tiempo se quiso creer que una vía era para las nacionalidades históricas y la otra, para el resto. Con el tiempo, se vio, sin embargo, que el redactado constitucional era suficientemente ambiguo para crear muchos problemas. El corolario han sido las recientes reformas de varios Estatutos de autonomía. Lo que en unas comunidades es digno de exégesis constitucional, en otras resulta lo más normal del mundo. Claro que eso se debe a interpretaciones partidistas y sus derivadas, no menos peligrosas, en los altos organismos del Estado.

Cuando llega la hora de repartir el dinero, el resultado es coherente con este galimatías. El Estado no hace honor a su propia definición y regatea cuanto puede porque se resiste a ser un reducto simbólico sin poder efectivo (o a consolarse con la defensa o los asuntos exteriores, ámbitos en los que, en contra de lo que se podría creer, se manda más bien poco). Por su parte, las comunidades autónomas, pese a sus muchas insuficiencias, han hipertrofiado sus aparatos de forma no siempre razonable y se han convertido en pozos sin fondo. Nunca el Estado dará bastante y nunca las comunidades tendrán suficiente.

¿Y qué ocurre cuando se mete el partidismo en medio? Pues que todo es posible. De ahí que un Estatuto sea el colmo de la perversión y otros Estatutos fotocopiados literalmente no puedan ser más seráficos. O que quien se opone radicalmente a cualquier cambio, luego no tenga empacho alguno en cobrarse el resultado. Cosas así ocurren porque se trata de desgastar al gobierno central de turno y para algunos (para casi todos) ello incluye cualquier trinchera, incluidas las institucionales.

También porque el cálculo electoral influye mucho. Ciertas actitudes son muy rentables en un sector no precisamente despreciable de la sociedad española. Y que pueda perjudicar expectativas electorales en las comunidades señaladas con el dedo no influye demasiado en el cálculo. Unos no tienen nada qué perder, dado su escaso peso electoral en esos territorios. Otros han constatado que, aunque jueguen al gato y al ratón, no se ven especialmente castigados en las elecciones, por no decir que nada en absoluto. Es difícil que así puedan cambiar las cosas.

Tampoco hay que engañarse con las reacciones de los beneficiarios de las mejoras de la financiación autonómica. Que las oposiciones regionales las encuentren negativas, aunque puedan ser mejoras genuinas, entra dentro de lo esperable. Que lo celebren como hitos históricos los gobernantes también, pero sin olvidar que estos últimos están atados a sus propias promesas y a las expectativas levantadas. ¿Qué van a decir?

dilluns, de juliol 06, 2009

Donar els òrgans és l’única forma de fer que una mort no sigui gratuïta del tot

A casa, acabem de passar per una desgràcia. Ens ha deixat la mare de les meves filles, la meva companya a la vida durant més de quinze anys. Malgrat que cadascú experimenta la mort d’un ésser estimat d’una forma molt personal, tots els tòpics habituals són essencialment certs. Però hi ha una gran diferència entre plantejar-s’ho teòricament i viure-ho en la pràctica, sobretot quan la mort reuneix condicions que incrementen el dolor i que posen sobre la taula decisions molt difícils.

És molt difícil, sí, acceptar que una malaltia sobtada t’arrenqui algú que és part teva. És molt difícil, sí, anar encaixant pronòstics d’extrema gravetat i els seus successius empitjoraments. És molt díficil, sí, que et comuniquin que et vagis preparant per al pitjor. És molt difícil, sí, que et convidin a acomiadar-te, si vols fer-ho, i que no t’entretinguis gaire. Però hi ha coses encara més difícils i doloroses: per exemple, encarar que els metges et diguin que el millor seria probablement no insistir més en uns esforços que ja són inútils i no prolongar una situació que no té solució.

Per moltes conviccions que tinguis sobre aquesta qüestió, per molt que t’hagis plantejat alguna vegada què voldries que passés arribat un cas així i per molt que rebutgis l’acarnissament terapèutic, la decisió és dificilíssima. Bàsicament perquè l’has de prendre tu per compte d’un altre. D’un altre que no és un qualsevol, sinó algú que no pot ser més proper a tu. D’un altre, que morirà de forma pràctica si tu dius prou, per molt sentenciat que estigui.

Anava a escriure que encara vam tenir sort, però crec que la sort no ha tingut gaire a veure en tot plegat. En tot cas, la bona sort, no. Simplement, es va morir abans que calgués prendre una decisió tan dramàtica. Per molt que es puguin racionalitzar coses així, no hi ha comparació, com dèia al principi, entre la discussió teòrica i l’experiència directa. Per això, entre moltes altres decisions, he pres la de deixar escrita la meva voluntat al respecte. No és falta de confiança en els familiars directes que, arribat el cas, haurien de decidir per mi. És no traslladar-los una decisió tan dura i difícil.

I després, comença una altra còrrua de moments dolorosos. És dolorós veure el nom d’una persona estimada escrit en un certificat de defunció. És dolorós parlar amb una funerària. És dolorós passar pels tràmits i paperasses que requereix la situació, tots i cadascun dels quals encapçalats per l’expressió “nom del difunt” i a continuació el nom de la persona estimada. La veritat és que hi ha aspectes del traspàs de les persones que podrien ser molt millorats. No nego que cal fer les coses ben fetes i amb garanties legals. Però la delicadesa no hi està barallada i, en canvi, es troba a faltar en alguns moments. També he tingut la trista ocasió de comprovar-ho.

Només hi ha hagut un element que ens ha aportat cert consol. No alegria, perquè no era el cas, però sí consol. Haver donat els òrgans ens ha permès pensar que una mort gratuïta no era gratuïta del tot. Ens ha permès pensar que la persona que ens ha deixat continuarà vivint, d’alguna forma, a través d’altres persones. Que ella no hi serà mai més, però que algunes famílies s’han pogut estalviar el nostre tràngol i la nostra tristesa.

Ha estat la decisió més fàcil de totes. Fàcil perquè les conviccions sobre la donació i els transplantaments eren compartides plenament per qui, al final, ha donat de forma pràctica les parts del seu cos perquè altres persones tinguessin una oportunitat de començar nou. Hauríem respectat la voluntat contrària, perquè són voluntats que s’han de respectar escrupulosament. Però ha estat fàcil perquè tots els que havíem de decidir també hi estàvem d’acord. La cosa, tanmateix, no té cap mèrit. Era l’única opció decent.

Vam donar tots els òrgans que fossin transplantables. També vam donar per a fins d’investigació els òrgans que, pel motiu que fos, no es poguessin aprofitar per transplantar. Això darrer no contradeïa les opinions que ella havia expressat en vida. I la veritat és que hi ha problemes greus que es resolen de forma immediata amb un transplantament. Però moltes coses tenen possibles solucions només a llarg termini i la convicció i l’altruïsme també ens hi ha d’arribar. Haver passat tres dies terribles a una UCI, veient que la nostra no era ni de bon tros l’única desgràcia, resulta molt alliçonador.

Respecte i conviccions a banda, era inevitable recordar, fins i tot en aquell moment tan dur, als desgraciats que s’oposen a la recerca amb cèl·lules mare o critiquen que una parella tingui un fill per tal de salvar-ne un altre. No sé, però si tenim jutges perseguint dictadures remotes o demanant si Franco encara viu, també podrien engarjolar algun d’aquests. Ja sé que ser fill de mala mare no està contemplat en el Codi Penal, però pensava en quelcom més pràctic, com la denegació d’auxili. Si més no, en el vessant d’autoria intel·lectual.

Tampoc es tracta de fer-se mala sang. Aquestes línies volen acabar dient que una experiència com la viscuda ens ensenya el que arribem a perdre el temps amb rucades i imbecilitats. Ens ensenya que hem de viure la vida amb plenitud: no de forma esbojarrada per compensar no sabem què, sinó perquè qualsevol dia te'n pots anar i deixar sense fer un munt de coses que volies fer a la vida. Ens ensenya, en definitiva, que hem de ser més bones persones.

Hi ha una forma molt senzilla d’exercir la bondat: donar els òrgans. No cal esperar a morir-se. És una opció, l’única decent, que pot exercir-se voluntàriament en vida. Jo no faré altra cosa i educaré les meves filles (ara que em tocarà fer-ho a mi sol) en la idea que han de ser bones persones i que la bondat es demostra amb gests com aquests, petits i enormes a la vegada.

El problema de las cajas

La grave crisis financiera ha puesto sobre el tapete el papel de las cajas de ahorros en el actual panorama financiero. Hay que aclarar que no todas las críticas que se vierten sobre ellas son desinteresadas. Pero también hay que decir que parte de sus problemas vienen de jugar a lo que se supone que no son.

Frecuentemente nos referimos a las cajas de ahorro como un modelo de capitalismo popular. Como una especie de alternativa, de base casi altruista, a la banca clásica. Pero se trata de un espejismo en parte irreal. Puede que las “building societies” que aparecieron durante el siglo XIX en el norte de Inglaterra para socializar el acceso a la vivienda, y que funcionaban como auténticas cooperativas de crédito en las que los préstamos se concedían por sorteo, respondieran a esa idea. Pero el modelo se pervirtió muy pronto, al dar entrada a socios que aportaban capital a cambio de un interés.

En Catalunya la historia se explica a veces de forma muy parecida. Es verdad que las primeras cajas catalanas, como las mutuas y otras entidades de solidaridad cooperativa, nacieron para suplir las insuficiencias del Estado en temas como las pensiones o la sanidad. Pero hay que plantearse si su base era tan popular como puede pensarse.

Es evidente que las “building societies” no las crearon los obreros de a pie. Lo que ocurre es que las cajas catalanas de fundación privada fueron creadas directamente por el establishment económico de la época. Y cabe imaginar que, en parte, su intención era también conseguir líneas alternativas de financiación, dado que la prolongada tradición comercial catalana no siempre ha ido acompañada por una tradición financiera, al menos por una tradición financiera de éxito: la capacidad negociadora que se atribuye al carácter catalán ha tenido históricamente efectos paradójicos como éste. Insuficiencias políticas a parte, cuando uno es capaz de conseguir dinero de debajo de las piedras, removiendo Roma con Santiago si resulta necesario, acaba no teniendo bancos propios.

Del hecho de que las cajas catalanas de fundación privada respondían a esa derivada del modelo dejan testimonio las razones sociales de las entidades fundadoras. Unas entidades, por cierto, a veces fantasmales, pero que son mantenidas en pie porque su carácter fundador les confiere asientos en órganos rectores que hoy en día manejan montañas de dinero.

La historia de las cajas catalanas tiene un segundo modelo: las entidades de fundación pública. Aparecidas más tarde, cuando el Estado ya se había hecho cargo de muchas prestaciones sociales, su justificación fue el apoyo a la iniciativa local, frecuentemente postergada, por poco rentable, por la gran banca. Esta filosofía, como en el caso anterior, no es en absoluto incorrecta. Otra cosa es que, con el devenir del tiempo, haya derivado hacia un control político o hacia riesgos, como una excesiva exposición al ladrillo, que no tan sólo son indeseables, sino también la raíz de los actuales problemas.

En definitiva, como con tantas cosas de la vida, el problema no es la fórmula original, sino su uso. Por eso mismo, las fusiones en ciernes tienen tantos elementos positivos como negativos. Positivos, porque la escala significa fortaleza. Negativos, porque por el camino se perderán objetivos locales que, pese a los muchos pecados cometidos, seguían siendo válidos.

Naturalmente, sería mucho mejor abordar procesos de integración desde la tranquilidad, en lugar de hacerlo bajo el apremio de la crisis. Y siempre nos quedará la duda, más allá de consideraciones sobre la necesidad y la virtud, de si tales proyectos surgen ahora porque serán “calentados” con el dinero del fondo de reestructuraciones bancarias aprobado por el Gobierno. Está claro que hay problemas. La experiencia demuestra que nadie abandona de grado una poltrona de lujo. Y no pocas cajas son una especie de virreinato o feudo. Pero mucho nos tememos que también se aplicará aquí la filosofía del cerdo (aprovecharlo todo) de la que se está echando mando en tantos aspectos de la presente crisis.

dilluns, de juny 29, 2009

Crisis y liderazgo (y 2)

Las crisis ponen a prueba a las personas y a las organizaciones. Es un tópico, pero que no puede estar más cargo de razón. Actuar con el viento a favor y cuando todo viene de cara es lo más fácil en esta vida. Pero la talla se da cuando las cosas vienen en contra. Ahí se demuestra cómo es realmente uno. La presente crisis demuestra este aserto sin ningún género de dudas.

Es casi demasiado sencillo recurrir a Obama para explicarlo. Pero algo no se le puede negar al presidente de Estados Unidos: sólo el tiempo dirá si sus medidas económicas tendrán éxito o no, pero hasta la fecha es un ejemplo de como la autoridad puede usarse para ir a la yugular de los problemas.

No nos engañemos sobre un extremo. Como todo político occidental, Obama también ha echado mano de acciones difusas y a muy largo plazo, de esas que aquí hemos calificado a veces de “política bonita”, que no sirven para nada más que para dar la impresión de que se está haciendo algo. Pero también ha tomado decisiones mucho menos fáciles para poner orden a la economía. Ni siquiera el eventual fracaso de tales decisiones podrá desmentir que al menos se estuvo para lo que se tenía que estar.

Hasta la oposición apoya, en ocasiones, las medidas más delicadas. No siempre, claro, ya que una buena parte de la derecha norteamericana sigue encerrada en la idea de que su política económica era el colmo de la bondad. Sin embargo, como mínimo en esa oposición quedan algunas personas responsables. No muchas y no siempre por motivos puros, sino porque su electorado les pide marcha. En todo caso, la relativa independencia de los electos de sus propios partidos aún resulta algo de agradecer.

¿Alguien quiere tomarse la molestia de comparar todo esto con lo que está ocurriendo en España? Ni gobierno ni oposición resisten la comparación. La insuficiencia de liderazgo afecta a todos por igual y de ahí que transmitan la impresión, no del todo desencaminada, de que se preocupan más por buscarse los flancos que por tomar la iniciativa para atajar unas de las peores cifras económicas de la historia.

El PSOE y Zapatero siguen contando votos a diario para salir adelante como sea, quemadas sus naves parlamentarias tras haber abusado demasiado de las promesas incumplidas. Más que parálisis se trata de una falta de rumbo que ha acabado contagiando la acción del Gobierno (o puede que el camino haya sido al revés). Nadie puede negar que se han tomado muchas medidas y que la mayor parte son correctas (al menos son posibles), pero también está quedando la sensación de que son insuficientes y no tan bondadosas como parecía.

La obsesión de Zapatero por no mojarse en según qué sentidos completa el cuadro. La contradicción es sangrante: su actuación es cada día más presidencialista, al punto de haber convertido el Gobierno en poco menos que una gestoría que no le lleva nunca la contraria, pero va perdiendo por momentos la iniciativa y transfiriendo las decisiones más comprometidas a grupos de “expertos” o a los agentes socioeconómicos. Y al final ocurre lo que ocurre: poner tanto empeño en pasar a la historia como una buena persona acaba conduciendo a la inacción.

Pero tampoco la oposición se ha mostrado dispuesta a asumir la cuota de responsablidad que le corresponde, en particular ante una situación tan grave. El Partido Popular ha optado por la catástrofe, en parte para alimentar sus esperanzas de volver al poder, en parte para cubrir sus actuales penas internas. El discurso de debacle se nutre, además, de la reiteración ad nauseam de lo bien que lo hicieron cuando gobernaron.

Y no es lo que lo hicieran completamente mal (el ciclo económico les ayudó mucho, también hay que decirlo). Pero ese mantra que entonan contínuamente no oculta dos cosas. La primera, que la situación de hoy es muy diferente a la de 1996, aunque puedan existir algunas similitudes entre ambas. La segunda, que esas recetas que se vendieron como fórmulas magistrales, y fueron relativamente eficaces a corto plazo, son las principales culpables de la actual crisis.

No se trata de cebarse más en la oposición que en el Gobierno (a quien, por definición, siempre corresponde mayor responsabilidad), pero sí de recordar que la confianza en que el mercado lo arreglaba todo nos ha llevado a la actual situación. Es más, la derecha mundial prefirió convertirse en una derecha visionaria cuya misión era salvar el mundo y por los resquicios de ese mesianismo los sinvergüenzas de siempre hicieron su agosto.

Poco puede añadirse a la actuación del resto de fuerzas políticas españolas. Sólo la debilidad parlamentaria del Gobierno confiere protagonismo a líderes sepultados por un bipartidismo aplastante. Se trata de necesidad y no de virtud. En todo caso, también cabe preguntarse qué uso hacen de ese protagonismo sobrevenido. Unos ponen precio a su colaboración y otros estiran el cuello cuanto pueden para que una foto en plan Robin Hood les consuele de sus penurias.

dissabte, de juny 27, 2009

Crisis y liderazgo (1)

Ya no quedan estadistas como antes. Lo habrán oído frecuentemente. Y es verdad. El desierto es tal que personajes como Felipe González o Jordi Pujol son elevados a la categoría de titanes, cuando como políticos no lo hicieron tan mal, pero tampoco tan bien, sobre todo por los numerosos claroscuros de su trayectoria. Sin embargo, la presente crisis pone de manifiesto una alarmante falta de liderazgo de los actuales políticos españoles y una constatación dolorosa: hay cosas que con González o con Pujol, sólo por citar los mismos ejemplos, no pasarían.

Desde que la crisis comenzó a insinuarse con claridad, pronto hará dos años, los dos principales partidos españoles han estado buscándose las respectivas yugulares, sin aportar propuestas o soluciones dignas de tal nombre. Ha sido como un combate de boxeo en el que los contendientes hubieran renunciado al KO y fueran atizándose en los flancos, sin prisa pero sin pausa, en espera de alzarse con una victoria por puntos.

Lógicamente, cabe preguntarse de qué tipo de victoria se trata. ¿La de un tanto por ciento en los despojos de participación que deja la abstención? ¿La de los escaños conseguidos pese a todo, en virtud de una ley electoral en extremo generosa con quien no se lo merece? Puede que no se trate de eso, pero da precisamente esa impresión y la reciente campaña europea no demuestra otra cosa. Cuando los partidos priorizan medirse entre ellos y no contra la realidad, no cabe hacerse ilusión alguna.

La pregunta subsiguiente es si les interesa realmente dar solución a los problemas, como se supone que corresponde a los partidos políticos. Pero lo visto confirma que estamos ante meros profesionales del poder, desconectados de la sociedad a la que dicen servir. Cuando se llega a estos extremos, la política pierde el sentido que la hace imprescindible en nuestras vidas. Pero dado que los partidos siguen ahí, disfrutando de las prebendas que la política les otorga, resulta difícil que interiorizen otra cosa que su necesidad de conservar el poder o conseguirlo. Ambas cosas a cualquier precio.

En otra entrada completaremos este comentario, analizando el papel que Gobierno y oposición están jugando en esta crisis. Porque aunque uno pueda tener más obligación que otro, su nivel de lucimiento es muy parecido (por la franja baja).

dissabte, de juny 13, 2009

Internet 2.0 i les boles de neu

Com que estic embarcat en moltes guerres digitals (Internet és un dels meus escassos vicis), em pregunten sovint què té això de la xarxa que estira tant. I també què tenen els blocs i altres eines que anomenem xarxes socials, o Internet 2.0, que no tingui, ja no el paper escrit, sinó la web clàssica dels darrers quinze d’anys.

Per entendre-ho els recomano que visitin el bloc http://exalumnes-lamerce-tortosa.blogspot.com. És el bloc dels exalumnes del col·legi La Mercè de Tortosa. En poc més d’un any ha tingut més de 300.000 visites i ha arribat a aplegar més de 80 autors. Ha estat un fenomen digital que ha sorprès tothom, si considerem la relativa poca base original.

Saben quina és el secret de tot plegat? Doncs simplement que una cosa així pugui fer-se. És a dir, que pugui fer-se sense cap cost i d’una forma tan senzilla que desenes de persones analfabetes digitals han entrat de cap a Internet gràcies a un lloc a la xarxa que els motivava a participar.

Sovint es diu que a Internet les boles de neu es fan grosses fàcilment. És veritat, però les boles de neu sempre s’han fet grosses quan han rodat muntanya avall. L’autèntica novetat és que donar-li la primera puntada de peu a la neu està a l’abast de qualsevol de nosaltres.

Blocs i altres xarxes 2.0 signifiquen tenir un camp on podem relacionar-nos i compartir coneixement, sense passar pels viaductes tradicionals de la informació. El coneixement ja no es distribueix necessàriament en vertical, sinó que pot fer-ho en horitzontal. No sempre s’aconsegueixen resultats com els citats abans, però si no és més, com a mímin és millor.


Article publicat al Diari de Tarragona (13-6-2009)

dimecres, de juny 10, 2009

Porqué la izquierda europea se ha dado un tortazo

Como no diríamos nada nuevo si analizáramos el resultado de las elecciones europeas en España, preferimos comentar el batacazo general de la izquierda europea. Parece un contrasentido que la derecha, teórica responsable de la actual crisis, haya poco menos que arrasado en todas partes. Pero existen buenas razones que explican esta curiosa paradoja electoral.

Crisis de derechas, soluciones de izquierdas. Así rezaba el lema de un partido político catalán. El criterio sobre la segunda parte del enunciado queda a criterio individual. El diagnóstico contenido en la primera parte, pese a su reduccionismo, podría ser suscrito por una inmensa mayoría, y sin equivocarse demasiado. ¿Son masoquistas entonces los electores que han confíado la situación a quienes la han creado?

No se trata de entrar en las costumbres privadas de los votantes, sino de intentar analizar las razones de una opción electoral cuando menos sorprendente. Digamos, de entrada, que los cuatro tópicos a los que podríamos recurrir son esencialmente ciertos. Sí, la izquierda se ha dejado robar históricamente el discurso de la eficacia. Sí, el pánico desata los instintos más conservadores. Sí, la gente no sabe lo que quiere o no sabe dónde se mete. Sí, hasta hay cierta justicia poética en reclamar que el que meta la pata, que la saque.

¿Pero bastan estos tópicos para explicar lo ocurrido? No. Tampoco basta con decir que los electores han preferido las recetas económicas conservadoras y/o liberales ante el único recurso al endeudamiento público propuesto por las izquierdas. No, hay algo más, relacionado con la identificación de la culpa.

Es muy fácil echarle la culpa a Bush (o al resto de jubilados políticos que caricaturizó en sus carteles otro partido catalán) y olvidar que la socialdemocracia europea se dejó llevar por los aires neoliberales que le llegaban del otro lado del Atlántico. Que se dejó seducir en la misma medida por la ficción económica de los últimos años, Y que se consoló pensando que aquella riqueza creaba bienestar para todo el mundo.

La socialdemocracia se ocupa del trabajo sucio del capitalismo. Es una máxima con siglo y medio de historia, de cuando se produjeron las primeras escisiones en el movimiento marxista, pero que ahora resulta tener una sorprendente actualidad. Los electores no han castigado a la izquierda porque piensen que no sirve para remontar la crisis, sino porque en Europa, por poco que se hurgue, uno también se da cuenta de quien le ha llevado al huerto, por muy buenas palabras que se usaran para llevárselo.

dilluns, de juny 01, 2009

Europa no conecta (2)


Decíamos la semana pasada que si Europa no conecta es, en parte, porque los profesionales del tema no ponen mayor interés en que conecte. ¿Aserto aventurado o excesivo? Basta con ver la campaña electoral que están haciendo para darse cuenta de que nos quedábamos cortos.

Poco más podemos decir sobre lo interesados que están en encontrar algún remedio a la abstención. Sólo cabe añadir que mientras sigan obteniendo un determinado porcentaje (que les asegure lógicamente unos escaños y los privilegios e ingresos que conllevan), poco les importará que el tanto por ciento sea en relación a un despojo.

Sin embargo, la cuestión que ahora planteamos es si realmente les interesa Europa. No duden que si escuchan a los candidatos y a sus partidos, se trata de su principal prioridad universal. Pero en estos asuntos, es más importante fijarse en los actos que en las palabras. Sólo así puede valorarse apropiadamente si lo que nos dicen está fundamentado en algo tangible.

¿Europa, dicen? Claro, algo hay que decir de ello para disimular. Pero las intenciones de unos y otros quedan claras cuando se comprueban sus auténticas intenciones. Para unos se trata de ganarlas con el fin de quemar un poco más a Zapatero. Los otros, en consecuencia, apelan al manido miedo a la derecha (que hasta la fecha les ha funcionado bastante bien). No es que Zapatero esté ya calcinado en buena medida o que la derecha no sea de temer. Es que no puede quedar más claro que Europa es una mera circunstancia para continuar tirándose los trastos a la cabeza.

Y así seguirán, ya que fomentar un enfrentamiento bipartidista, que deje fuera todo lo posible a los partidos pequeños, les sale muy a cuenta. El teatro de la política tiene a veces estas floridas derivadas.

No crean que ayuda mucho que el Parlamento Europeo sea un cementerio de elefantes al que enviar, a título de jubilación dorada, a todo tipo de dirigentes políticos y excargos oficiales con los que existe algún compromiso de recolocar. No pocas veces un cese o una renovación se aliña con el recurso a ese varadero de lujo. La gente no es tonta y se da perfecta cuenta de ello. Luego, algunos se avergüenzan de su propia candidatura y tiran de normativa (que oportunamente aprobaron ellos mismo) para hacer listas a medida según la comunidad autónoma. Suerte que la circunscripción era única en estos comicios.

Pero aparte de lo mal que se lo montan los partidos, hay deficiencias estructurales en las instituciones europeas que también explican su escasa conexión con los votantes. Cuando aquí hablamos de segundas vueltas y otras fórmulas para asegurar que gobierne quien gana, al votar para Europa seguimos sin saber para qué votamos exactamente. No basta con decir que elegimos a unos diputados. La cuestión sigue siendo quien elige a quienes dirigen el cotarro, que no son ni siquiera esos diputados que nos dejan elegir.

En cuestiones europeas se habrán transferido muchas competencias por parte de los Estados, pero éstos se niegan a soltar la sartén que tienen por el mango. Las decisiones últimas las toman entre ellos, a veces en encuentros informales que se asemejan a unas vacaciones. Es normal que los electores pensemos que nuestro voto europeo no sirve para nada, ya que las cosas serias de verdad las deciden nuestros propios gobernantes, a los que elegimos en otros comicios. No es que las elecciones nacionales permitan tirar cohetes sobre la abstención, pero su diferencial de participación con las de este domingo es autoexplicativo.

dijous, de maig 28, 2009

Europa no conecta (1)

Falta poco más de una semana para las elecciones europeas y la triste constatación es que la victoria va a corresponder a la abstención. Quienes pronostican sólo el 60% de abstención son unos optimismas de mucho cuidado, o más bien elementos partidarios que, haciéndose pasar por expertos en demoscopia, intentan animar el cotarro para salir menos perjudicados del desastre. Europa no motiva más que a una pequeña fracción de europeos, pero, como de costumbre, quienes se dedican profesionalmente a estos temas son los que menos hacen para reconducir un camino errático.

Naturalmente, la noche de las elecciones oiremos muchos lamentos. Se harán llamamiemtos floridos a la reflexión. Algo tenemos que hacer, nos dirán. Y luego, como pasa siempre, los lágrimas de cocodrilo se secarán más rápido de lo que tardan en derramarse y los llamamientos harán eco en el vacío. Y no harán nada, salvo tal vez constituir un grupo de trabajo o de expertos que se reunirá durante meses y meses, costará un pico y acabará concluyendo que algo hay que hacer. Puede incluso que sugieran algunas medidas (no esperen mucho más que cuatro tópidos ya oídos), que nunca se convertirán en algo práctico.

Así de cruda es la realidad de las cosas.

Evidentemente, los votantes no tenemos perdón de Dios. Somos nosotros quienes nos abstenemos, a fin de cuentas. Quienes decidimos que la playa es una alternativa más atractiva que las urnas. O que eso de que Bruselas nos cae muy lejos y, a veces con mucha razón, que todavía ahora no sabemos para qué sirve. Y cabe preguntarse si eso de que los partidos no consiguen hacernos vibrar la fibra (que no lo hacen) no es un pretexto comodón.

Pero aunque los votantes no seamos inocentes, no es gratuito recordar que quienes peor se lo montan son quienes, en teoría, deberían estar más interesados. Aunque como ciudadanos seamos unos impresentables, que encima nos quejaremos de que por los resquicios de la abstención se nos cuele de refilón la extrema derecha, quienes deberían estar más preocupados son unas cuantas docenas de profesionales de la política, los partidos y las instituciones. Dado que no lo están más que retóricamente, es que no les importa ni siquiera a título de mantener en pie su negocio. Pésima señal, si las cosas comienzan por aquí.

divendres, de maig 22, 2009

"Anatomía de un instante", gran lectura

Ja vaig acabar fa dies la lectura de "Anatomía de un instante", l'última obra de Javier Cercas, i tenia pendent de completar el comentari que vaig fer després de les primeres pàgines. La feina no em deixa gaire temps per escriure i, a sobre, estic embarcat en altres guerres digitals. Però aquí va el que em vaig comprometre a explicar.

Continuo sense tenir clar com m'he de referir a una obra que no és un llibre d'història ni una novel·la. El mateix autor, que al principi de l'invent reconeix no tenir-ho clar, acaba al final apostant per dir que és una novel·la i que una novel·la era la millor forma d'explicar coses que van passar aquell 23-F, que no el 23-F mateix. Sincerament, de ficció n'he trobat poca en aquest llibre o no l'he sabut detectar, que també podria ser. Si em veig obligat a adscriure "Anatomía de un instante" a un gènere, diria que es tracta d'una crònica o d'un assaig, escrit, això sí, amb floritures literàries de nivell. No cal confondre-ho amb un dels molts llibres d'investigació i de pseudoinvestigació que al llarg dels anys s'han publicat sobre el 23-F. És una cosa diferent, que mescla una interessant anàlisi psicològica d'alguns dels protagonistes d'aquella jornada nefasta, especialment dels que van ser-ho sense voler, amb una autèntica autòpsia de les rucades comeses per pràcticament tothom entre 1979 i 1981, que van desembocar en el cop d'Estat d'uns eixelebrats.

Per oferir un resum, em quedo amb tres idees principals:

–"La placenta del golpe". El títol del primer capítol no pot ser més clar i autoexplicatiu. La pràctica totalitat dels que pintaven alguna cosa a Espanya en aquells anys es va lliurar a aventures polítiques que van propiciar el resultat final. Hi havia tanta gent intentant salvar Espanya, que al final van sortir al carrer, pistola en mà, els que sempre la volen salvar per la via bèstia.

–El paper del Rei. Jo mai m'he acabat de refiar de la versió heroïca sobre el paper de Joan Carles de Borbó aquella nit. Però he de reconèixer que Cercas la clava amb un argument que em desarma. El Rei va fer també molt el ruc en els temps previs al cop i, per usar les paraules del autor, potser va permetre, o no va impedir, que algú donés per suposat que avalava alguna solució rara a la greu crisi política, econòmica i social d'aquell moment. Però Cercas ens recorda que si el Rei hagués estat a favor del cop, aquella nit n'hauria tingut prou amb deixar fer. Els militars l'haurien obeït igual i fins i tot amb més alegria. I és veritat.

Em continua quedant el dubte, però, de si l'elecció reial d'aquella nit era realment entre deixar fer o ser l'heroi de la democràcia (arriscant l'afusellament), o més bé entre continuar al cotarro durant molts anys o ser un rei amb tots els poders durant sis mesos (i tenir sort de sortir-se'n només amb un exili).

–El retrat excepcional de Suárez. De fet, la pràctica totalitat del llibre gira a l'entorn de la imatge del llavors president del govern restant assegut al seu escó, mentre els guàrdies civils disparen i els diputats (excepte Carrillo, Gutiérrez Mellado i el mateix Suárez) es tiren a terra. Cercas busca explicar aquest gest i aquí és quan "Anatomía de un instante" és converteix en un gran llibre. Potser la conclusió més descarnada és que en aquell moment un franquista de pedra picada com Suárez era, a l'hora de la veritat, el més demòcrata de tots.

Plantejaments com aquest darrer són potser la principal aportació de "Anatomía de un instante". Javier Cercas no descobreix res ni aclareix els punts encara foscos d'aquelles trames. Però diu clar i en veu alta certes coses que molt rarament s'han dit amb tanta claredat. El 23-F s'ha "ornamentat" amb un munt de mites sense base. I ara que els anys han passat i se suposa que allò és molt díficil que es repeteixi, per no dir impossible, està molt bé recordar que en aquells anys, per dir-ho de forma elegant, molta gent es va equivocar molt. I que certes pel·lícules explicades desprès no eren per covardia o per una major o menor convicció democràtica, sinó per tapar jocs de mans que evidenciaven una "tonteria" que a tots aquests se'ls va passar de cop amb els primers trets.

Tampoc estic del tot d'acord amb la defensa de la Transició que fa Cercas. L'autor reconeix que va ser imperfecta i que no tot es va fer bé. No hi puc estar més d'acord. Anava a escriure que no subscrivia la tesi de l'autor, segons la qual avui no ho faríem millor. Però després d'haver escoltat la major part del recent debat de política general al Congrés (em van els vicis durs, com es pot comprovar), i de llegir els diaris cada dia, no sé ben bé què pensar.

Em quedo amb un últim argument en pro del llibre. Cercas ens recorda que Suárez era mirat amb menyspreu per molta gent, pel seu passat franquista, els seus orígens humils o la seva escassa formació. Els que es veien amb cor de portar la democràcia a Espanya i consolidar-la eren legió. Suárez, amb mètodes atropellats i caòtics, però d'una eficàcia excepcional, ho va fer en onze mesos. No li perdonaven els que una mica més i es carreguen la democràcia que tant defensaven.

És en aquest punt que Cercas ens recorda que la tasca política requereix d'unes virtuts que no sempre es troben en la formació universitària, el pedigrí ideològic o en venir de casa bona. En definitiva, el polític té la funció de conciliar allò que és irreconciliable, segons l'autor (i ja és això, sí). I conclou que fer això, en aquelles circumstàncies requeria estar fet d'una pasta especial. I en particular tenir un coratge que altres que en presumien, no tenien en realitat.

Cito una excel·lent frase per acabar: hi ha qui ho sap tot, però no entén res. Suárez era dels que sabia poc, però entenia les coses. I va començar a caure en picat el dia que va voler saber i va deixar d'entendre. Estic d'acord amb la metàfora de Cercas, que és molt més que un mer joc de paraules.

No cal dir que recomano la lectura de "Anatomía de un instante". Potser no passarà a la història de la literatura, però és una lectura més que agradable i interessant. Jo em posaré el llibre a la maleta aquest estiu, quan marxi de vacances, per tornar-me'l a llegir amb tranquil·litat.

dilluns, de maig 11, 2009

La multa a Ascó: ni una rascada a la pintura

Tornen a trompetejar els mitjans de comunicació la música de la multa més alta de la història. Estem parlant d'Ascó 1 i de l'increïble episodi d'una fuga de partícules radioactives i dels més increïbles silenciament i ocultació. De vegades, un es pregunta què s'ha de fer en aquesta vida perquè les coses tinguin conseqüències. Conseqüències reals i significatives, no teòriques sancions espectaculars que no constitueixen ni una rascada a la pintura dels responsables.

No ho dic perquè el ministeri d'Indústria ja hagi rebaixat de 22 a 15 milions d'euros l'import de la sanció que proposava el Consell de Seguretat Nuclear. Ni ho dic per les rebaixes que hi haurà, fruït dels recursos administratius i judicials. Ni tan sols pel percentatge de la facturació del benefici de l'empresa explotadora (l'Associació Nuclear Vandellòs-Ascó) que signifiqui la sanció, sigui quin sigui el seu import final.

És que n'hi ha prou de repassar els beneficis que van tenir el passat 2008 les empreses propietàries d'aquesta associació: el benefici net d'Endesa va ser de 7.169 milions d'euros i el d'Iberdrola, de 2.860 milions. No he volgut treure el percentatge perquè no m'agafi mal de panxa, però qualsevol persona, armada amb una calculadora, pot arribar a les conclusions pertinents. Sort que la crisi ha fet caure el consum elèctric.

El que deia al principi: ni una rascada a la pintura. Poc més es pot dir.

dissabte, de maig 09, 2009

El "Guggenheim" que volen aixecar a Tortosa



L'altre dia vaig anar a Tortosa i a la fira Expoebre vaig poder veure la maqueta i algunes imatges del projecte de seu dels serveis territorials de la Generalitat a les Terres de l'Ebre. L'edifici s'ha d'aixecar al carrer Montcada, on hi havia la meva escola, el col·legi de La Mercè, els exalumnes del qual portem un any de moguda intensa. Poc hi ha a dir de l'ús del solar, atès que de l'antic casalici poc se'n podia salvar. I si més no, s'acabarà aquella espècie de "forat de la vergonya" que dol als que el recordem com un punt ple de vida.

És més, la recuperació dels nuclis històrics en decadència també es fa amb mesures com aquesta. Potser no tothom té l'obligació d'apostar per anar a viure al nucli antic, sobretot quan la seva degradació ha arribat a determinats nivells. Però sí que podem esperar que l'Administració hi faci alguna cosa. Ni que sigui, és clar, per esmenar l'error, aquest sí històric, d'haver-lo deixat malaguanyar.

Tampoc tinc res en contra de l'arquitectura ultramoderna, tot el contrari. Moltes vegades no n'hi ha prou amb instal·lar un gran equipament públic per regenerar una zona. Convé també que l'impuls sigui en totes les direccions possibles i l'arquitectura contemporània és una eina habitual en aquests processos de regeneració. L'exemple del Guggenheim de Bilbao, amb el que alguns tortosins s'han referit al projecte de la Generalitat, no pot ser més evident.

És més, no sóc especialista en la matèria, però el meu criteri és el següent: o la novetat s'integra molt ben integrada en l'entorn, de forma que no es noti, o, si no, ha de "cantar", ha de significar un contrast que, aleshores sí, ha d'estar ben a la vista.

Tortosa no és Bilbao. Les situacions no són exactament les mateixes, tot i que hi ha una mínima coincidència de recuperació d'espais urbans degradats. Tampoc tinc clar si unes oficines administratives poden equiparar-se a un museu com el Guggenheim pel que fa a trencar les dinàmiques de gueto que acaben produint-se en barris que han estat marginalitzats. Dic tot això, perquè constato que hi ha certa controvèrsia sobre el projecte arquitectònic.

Allà mateix a Expoebre, vaig presenciar una discussió bastant encesa (molt educada, però d'alta intensitat) entre un partidari i un detractor del "Guggenheim tortosí". No és que estiguessin en desacord sobre l'estètica de l'edifici. No, que va, més aviat els agradava a tots dos. El problema radicava en el plantejament que l'arquitecta autora del projecte, Carme Pinós (vegeu aquí la seva web) fa de l'edifici. Segons la seva docta opinió (ho dic sense cap ironia), cal que el nou edifici tapi tot el possible la imatge de degradació del seu voltant.

I cal dir que sí, que l'estampa que ofereix tota aquella zona és feridora. Però no creu la senyora Pinós, arquitecta de renom internacional i reiteradament premiada, que el problema no s'arregla dissimulant-lo? No creu que si l'entorn ofén a la vista el que cal fer és posar-lo al dia, salvant el que s'hi pugui salvar i sacrificant el que ja no té remei?

I em sorprén perquè sóc un modest i moderat admirador del treball d'aquesta arquitecta, molta obra de la qual es pot trobar passejant a Barcelona, al districte de Ciutat Vella, on ha ajudat a recuperar espais també molt degradats. I igual no ho he sabut entendre, però més aviat m'havia fet l'efecte que la senyora Pinós era partidària de fer córrer l'aire, d'obrir espai perquè el nou edifici no tapés res, sinó que si de cas irradiés nova vida a l'entorn. Insisteixo que igual m'equivoco, segurament és això, però m'havia semblat entendre que aquesta era la idea del seu projecte a la Boqueria. Igual és que la part del darrera del mercat, que va remodelar, ja li van donar aplanada i neta d'allò que feia mal a la vista. Igual.

No tinc res en contra del projecte. Tot el contrari, a primera vista m'agrada. Però no puc compartir la idea que s'hagi de tapar res. A aquestes alçades tindrem vergonya? De què? D'haver marxat de viure del nucli antic, com va fer la meva família quan jo era encara petit? De no haver-hi tornat quan ens vam independitzar (alguns directament vam marxar de Tortosa)? D'haver deixat perdre un barri on, amb totes les seves limitacions, encara feia goig viure? De no haver conservat un patrimoni històric i monumental que seria un argument turístic de primera? D'haver fomentat des de l'Ajuntament nous eixamples als anys vuitanta quan la població no mantenia ni el creixement vegetatiu, tot precipitant que el barri es buidés literalment de gent? Potser per això ara ens consolem amb la idea que la degradació del nucli antic ja va començar quan es van tirar a terra les muralles?

Tampoc es tracta de fer aquí cap diatriba sobre la història recent de Tortosa, ni vull posar més en evidència la meva ignorància arquitectònica. Però sí que diré que, tot i que m'agrada l'edifici i considero encertada l'aposta per revitalitzar el nucli antic, com a cortina la trobo francament una mica cara.