Como no diríamos nada nuevo si analizáramos el resultado de las elecciones europeas en España, preferimos comentar el batacazo general de la izquierda europea. Parece un contrasentido que la derecha, teórica responsable de la actual crisis, haya poco menos que arrasado en todas partes. Pero existen buenas razones que explican esta curiosa paradoja electoral.
Crisis de derechas, soluciones de izquierdas. Así rezaba el lema de un partido político catalán. El criterio sobre la segunda parte del enunciado queda a criterio individual. El diagnóstico contenido en la primera parte, pese a su reduccionismo, podría ser suscrito por una inmensa mayoría, y sin equivocarse demasiado. ¿Son masoquistas entonces los electores que han confíado la situación a quienes la han creado?
No se trata de entrar en las costumbres privadas de los votantes, sino de intentar analizar las razones de una opción electoral cuando menos sorprendente. Digamos, de entrada, que los cuatro tópicos a los que podríamos recurrir son esencialmente ciertos. Sí, la izquierda se ha dejado robar históricamente el discurso de la eficacia. Sí, el pánico desata los instintos más conservadores. Sí, la gente no sabe lo que quiere o no sabe dónde se mete. Sí, hasta hay cierta justicia poética en reclamar que el que meta la pata, que la saque.
¿Pero bastan estos tópicos para explicar lo ocurrido? No. Tampoco basta con decir que los electores han preferido las recetas económicas conservadoras y/o liberales ante el único recurso al endeudamiento público propuesto por las izquierdas. No, hay algo más, relacionado con la identificación de la culpa.
Es muy fácil echarle la culpa a Bush (o al resto de jubilados políticos que caricaturizó en sus carteles otro partido catalán) y olvidar que la socialdemocracia europea se dejó llevar por los aires neoliberales que le llegaban del otro lado del Atlántico. Que se dejó seducir en la misma medida por la ficción económica de los últimos años, Y que se consoló pensando que aquella riqueza creaba bienestar para todo el mundo.
La socialdemocracia se ocupa del trabajo sucio del capitalismo. Es una máxima con siglo y medio de historia, de cuando se produjeron las primeras escisiones en el movimiento marxista, pero que ahora resulta tener una sorprendente actualidad. Los electores no han castigado a la izquierda porque piensen que no sirve para remontar la crisis, sino porque en Europa, por poco que se hurgue, uno también se da cuenta de quien le ha llevado al huerto, por muy buenas palabras que se usaran para llevárselo.
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