Se han cumplido estos días 25 años de la firma del tratado de adhesión de España a la Unión Europea. Es imposible entender la actual España sin ese cuarto de siglo de estabilidad y prosperidad, por mucho que hoy una grave crisis amargue las posibles celebraciones.
Hasta Franco pidió entrar en el entonces Mercado Común Europeo. Fue en 1962, el mismo año del llamado “contubernio de Munich”. Es decir, que tan malo no debía ser el invento cuando hasta la dictadura supo ver dónde estaba el futuro. Pero como es normal, aquel régimen no tenía posibilidad alguna, aunque en 1973 se firmara un acuerdo comercial.
La adhesión llegaría ocho años después de las primeras elecciones libres y tras unos cuantos sustos involucionistas, algunos de ellos de gravedad manifiesta. Pero el enganche a Europa consolidó definitivamente una democracia que estaba poco menos que en el jardín de infancia. Cuando criticamos lo poco que nos motivan las instituciones europeas, y con razón por cierto, no deberíamos olvidar de dónde venimos y el bien que nos han hecho ciertas cosas.
Tampoco deberíamos quedarnos únicamente con lo que han significado los fondos de cohesión. Ciertamente, la gran transformación de las infraestructuras españolas (mal repartida en algunos casos) llegó de su mano. Pero el auténtico milagro llegó con el euro. Y más que con el euro, con la disciplina económica a que obligó, que consiguió romper el principal mal de la economía española: un cuello de botella en el que la expansión acarraeba inflación, la cual a su vez hacía perder competitividad.
Atrás han quedado los años en què para combatir la inflación y defender la peseta, el Banco de España elevaba los tipos de interés, lo que yugulaba la actividad. Y al final, habia que devaluar. Un círculo vicioso que todos quienes tengan cierta edad recordarán por unos tipos de interés del 17%, del 18% e incluso más. En cambio, la política monetaria centralizada en el Banco Central Europeo, a partir de la inflación media europea y no la de cada país, ha conseguido durante años un marco estable de tipos bajos y prosperidad.
La actual crisis nos ha hecho dar cuenta de que aquello tenía parte de ficticio. Aunque la inflación y los tipos (estos últimos, pese a su repunte) están lejísimos de lo que eran hace 25 años, por el camino hemos perdido competitividad. Y el recurso de devaluar quedó definitivamente archivado.
Es un problema común al resto de países del euro. Y un problema al que estamos atrapados sin remedio. No podemos plantearnos abandonar la divisa única para retormar políticas monetarias estatales, y devaluar, sin romper definitivamente la confianza en nuestra deuda pública. ¿Podría España ser expulsada del euro? La posibilidad es meramente teórica. En ese supuesto, cabría expulsar a otra media docena de países, pero una sola expulsión sería un desastre irreparable para toda la Unión Europea.
Y un problema añadido es la falta de consolidación política de la Unión Europea. Decía el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger que, cuando quería hablar con Europa, no sabía a quien llamar. Ingeniosidades a parte, esa es precisamente la cuestión. Estados Unidos tiene el doble de déficit público que la media europea, pero nadie duda de su deuda. En Europa, no existe la misma percepción de que un Estado fuerte está tras esa deuda. Todo lo contrario: lo que hay es un galimatías de estados, una parte de los cuales resulta que miente sobre sus cuentas, otra insiste en que no pasa nada y otra paga rescates, con manifiesta desgana, para evitar que el desastre se convierta en catástrofe.
Hay que tomar medidas antipáticas e impopulares, como las del recortazo, y otras que tal vez vendrán. No queda otro remedio para evitar males mayores. Y hay que reconocer que el ajuste es más duro por el euro, de ahi que tal vez Europa nos pueda parecer a veces un mal negocio. Pero sería un error trasladar toda la culpa a la misma Europa de la que tanto nos hemos beneficiado. Es más, cabe preguntarse como estaríamos ahora sin Europa. No lo duden: mucho peor.
1 comentari:
Xeic! Des que has dit que al 62 Franco ja volia entrar a la llavors CEE, o menys, la resta només podia ser la continuïtat d'un guió esperpèntic, com ho està sent.
El somni, d'uns, d'una Europa social, ja és mort i l'altre, l'econòmic-bussines, trontolla amb els embats de tot arreu, començant pel totpoderós imperi franc-alemany.
L'UE prepara el seu enterrament. Al temps.
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