dissabte, d’agost 13, 2005

Gasolina al fuego (2)

Hablamos del aprovechamiento partidista de las emergencias y catástrofes y ahora nos ocuparemos de un capítulo que dejamos sin tratar: la de la adecuación de los medios que nuestra sociedad dedica a luchar contra este tipo de desgracias. Frecuentemente, esta cuestión se plantea más en términos de cantidad, es decir de suficiencia en un momento dado, que de auténtica adecuación, que tal vez es un concepto más cualitativo. Y desde ese punto de vista, consideramos dichos medios como insuficientes cuando la emergencia, o su acumulación simultánea, los desborda. ¿Valoramos en la misma medida la sostenibilidad de mantener medios que permanecerán ociosos, ya que eso es a fin de cuentas lo deseable, la mayor parte del tiempo?

Esa es una pregunta de difícil respuesta. Sin embargo, baste con recordar los cuatro argumentos que aportamos al debate con ocasión de anteriores desgracias:

–Primero, las catástrofes de origen natural (o las agravadas por circunstancias naturales extremas como la actual sequía, y dejando al margen la acción humana, que es un capítulo de discusión amplísimo) son mucho más frecuentes ahora que años atrás. Los grandes temporales invernales que en nuestras cálidas latitudes se daban cada cincuenta años, ocurren ahora cada tres o cuatro e incluso menos. En realidad, no es extraño que en la misma estación tengamos cerca de media docena, como ocurrió el invierno pasado. Ello resulta especialmente palmario en el caso de los incendios forestales. Hasta los ochenta, podía haber un verano especialmente malo cada veinte años. Luego fue cada diez y rápidamente, en menos de uno de esos lapsos, la distancia se redujo a cinco. Hoy, podríamos tener un mal verano cada año, aunque fuera sólo porque la estupidez y la maldad humana corren muy por delante de la naturaleza, que tiene tendencia a reequilibrarse y autocompensarse sola.

–Falta de sentido, pues, la idea de que las desgracias sólo ocurren de tanto en tanto, hay que plantearse, en segundo lugar, si lo realmente insostenible es cargar con los costes de solucionar emergencias en lugar de invertir en prevenirlas. Pero somos muy escépticos a este respecto. La falta de cultura de la prevención en nuestro país tiene raíces idiosincráticas difíciles de romper. Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y la gran razón que encierra este refrán queda demostrada por el hecho de no tener una traducción exacta en otros idiomas. Entendámonos: casi todas las lenguas tienen una frase hecha para referirse a la imprevisión, pero de las que nosotros conocemos ninguna tiene esa rotunda claridad.

–Si la mayor oportunidad de la prevención no es suficiente para convencernos, deberíamos plantearnos entonces ya no el precio que representa sofocar un incendio o despejar una carretera nevada, sino la alteración que las emergencias comportan. En nuestras vidas, pero también en la actividad económica. Y que, por descontado, tienen un coste. Puede que el incendio de Guadalajara, aun siendo excepcionalmente grave, no haya reportado una gran perturbación fuera de los pueblos directamente afectados. Puede. Pero, en ese caso, ¿alguien quiere recordar lo que representó tener media España incomunicada, con las principales vías de comunicación cortadas, varios días en diciembre del año pasado? Cada vez producimos más lejos de donde consumimos y eso convierte a las vías de comunicación, más que nunca, en las arterias de nuestra sociedad. ¿Podemos permitirnos el lujo de que se bloqueen porque caen cuatro gotas?

–Hay quien piensa que una sociedad occidental, ya que puede pagárselos, debería contar con los medios suficientes para afrontar emergencias extremas, aun sabiendo que rara vez se van a utilizar en su totalidad. No estamos en desacuerdo con esta idea. Ya hemos dicho que las “raras” ocasiones lo son cada vez menos e incluso aprobamos el planteamiento si se efectúa a título de evitar la vergüenza ajena que frecuentemente sentimos ante estas situaciones. O para paliar el bochorno y el rídiculo internacional: aunque en todas partes cuecen habas, no crean que ciertos “espectáculos” hacen mucho bien a nuestra imagen exterior.