diumenge, d’agost 14, 2005

La guerra del cava, diez años después

Hace diez años, la cavista Codorníu denunció a su principal competidora, Freixenet, por poner en el mercado cavas que no cumplían el preceptivo período de nueve meses de envejecimiento en bodega. La denuncia dio origen a lo que se llamó “guerra del cava”. Durante tres años, el sector se enzarzó en un cruce continuado de acusaciones de malas prácticas, lo que no hizo lo que se dice mucho bien a la imagen del producto.

La “guerra” se dio por acabada con una cierta entente para mantener el statu quo del sector, aunque los procedimientos admistrativos y judiciales no se interrumpieron. La Administración impuso en su día varias multas, aplicando el reglamento de la denominación de origen. Las sanciones fueron recurridas ante los tribunales y unas se confirmaron, otras fueran rebajadas y otras, finalmente, se anularon. Todo ello ocurría cuando ya casi nadie se acordaba de la “guerra”.

Han pasado unos cuantos años más y las denuncias paralelas que, al calor de la polémica, se cruzaron Codorníu y Freixenet, siguen todavía coleando en los tribunales. Pese a la tregua a que se llegó, nadie retiró las demandas interpuestas, y tras una década prosiguen las “hazañas” judiciales de esta controversia interminable. Lo de menos son los motivos concretos de los casos recientemente sentenciados por el Tribunal Supremo, sino la voluntad de las dos principales empresas del sector de agotar las vías judiciales.

No les discutiremos su derecho a ello. Pero cabría preguntarse qué sentido tiene empecinarse en lo mismo a estas alturas y si no sería más útil para todos dedicar esas energías a intentar recuperar al sector de la crisis que vive. Coincide esta noticia con la de nuevos descensos del consumo de vinos y cavas. De descensos que bien podríamos llamar estructurales y que poco tienen a ver con boicots recientes, de gravedad indiscutible pero de efectos probablemente (esperemos) pasajeros. El sector cavista lleva en crisis desde como mínimo el año 1992 y las exportaciones vienen salvando los muebles a la industria del cava ejercicio tras ejercicio. A fin de cuentas, la “guerra del cava” fue posiblemente el fruto de los nervios que sufría el sector en un momento en que las ventas al exterior flaquearon.

En ese sentido habría que plantearse si la industria cavista no está sobredimensionada. O si su estrategia de crecimiento no corre pareja a su cuota de mercado. O si sufre una excesiva dependencia de mercados diferentes a su mercado natural. Nos tememos, en cambio, que los responsables de la industria tienen su mente más ocupada en estos pleitos provinientes del pleistoceno medio, pero no por su contenido, sino para no perder la condición de gallo del corral en el pequeño mundo del Penedès. O lamentándose de boicots madrileños, no siempre con fundamento: nuestra fe en tales lamentos acabó el día en que nos enteramos de que los pedidos cancelados eran sustituidos por espumosos no catalanes, pero de empresas filiales de las que tanto lloraban.