La emisión de bonos de la Generalitat de Catalunya ha cumplido con creces las expectativas. La suscripción ha duplicado sobradamente la emisión y ha hecho ampliarla hasta en dos ocasiones. Pero estaríamos muy equivocados si creyéramos que se trata de patriotismo, a no ser que fuera el de cartera.
La rentabilidad es un argumento irrebatible para explicar el éxito de los mal llamados bonos patrióticos. El 4,75% es un excelente interés para los tiempos que corren. Y por lo que respecta a la confianza que puede depositarse en la emisión, no debería olvidarse que se trata de deuda pública. Por muy entrampado que pueda estar un Gobierno, dejará de prestar servicios, e incluso de pagar nómimas, antes que desatender sus compromisos financieros. Basta con ver cómo Zapatero se ha jugado las próximas elecciones con las impopulares medidas del "recortazo", al anteponer las exigencias internacionales para salvar a la economía española en caso de llegar a lo peor.
Hay quien duda de la solvencia de la Generalitat. Sin embargo, nos equivocaríamos si olvidáramos que parte de dichas dudas tienen su origen en el proceso electoral en que se encuentra inmersa Catalunya. Ello no quita el sonrojo que produce escuchar críticas a esta fórmula de financiación de quien recurrió a ella con total liberalidad en el pasado.
Pero esa coincidencia electoral nos obliga a preguntar el porqué. ¿Precisamente ahora? Si el actual gobierno catalán quisiera liquidez para echar el resto en vísperas electorales, se supone que habría acudido al mercado meses atrás. No, la explicación es mucho más sencilla, aunque pueda no resultar tranquilizadora: la Generalitat necesita tesorería para pagar las nóminas de aquí a fin de año.
¿Por qué creen que el plazo entre la suscripción y el desembolso ha sido tan corto? Pues lisa y llanamente porque el líquido obtenido tiene que estar disponible para pagar la nómina de noviembre, que se cierra a los pocos días del desembolso. Es más, estamos seguros de que si los plazos no llegaran, las mismas entidades que han colocado la emisión, le harían un préstamo de tesorería a la Generalitat, con el aval de los mismos bonos.
Naturalmente, se trata de una situación poco halagüeña y que dice mucho de cómo anda el país. Pero ya les decíamos antes que la catástrofe tendría que ser gorda de verdad para que la Generalitat no pudiera hacer frente a la operación. En el peor de los casos, o tal vez muy probablemente, dentro de un año la devolución se cubriría con una nueva emisión.
Para terminar, suerte tenemos de haber firmado el mejor acuerdo de financiación de la historila autonómica. Suerte, sí.
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