La decisión del FC Barcelona de exigir responsabilidades a la anterior junta directiva por su gestión económica es, como se ha dicho por activa y por pasiva, una decisión histórica. No entraremos a valorar quien tiene la razón, pero sí a considerar que ya era hora que se intentara poner algún coto al caos generalizado que existe en el mundo del deporte, singularmente en el del fútbol. Un desorden que no puede ser justificado por los resultados deportivos, por muy buenos que sean éstos.
No nos parece especialmente significativo que la decisión de la asamblea de socios azulgranas se pronunciara por un escaso margen. Mientras se cumplan las formas... A fin de cuentas, en ese club una moción de censura obtuvo más del 60% de los votos y la junta pudo continuar, pese al castigo cosechado, porque los estatutos requerían una mayoría de dos tercios.
Tampoco tiene importancia alguna que el expresidente del club se dedique ahora a la política. Como mucho, se trata de una salva de fogueo, absolutamente previsible, que el interesado dispara al aire para distraer la atención. Porque la verdad sea dicha, si lo que dice la auditoría es cierto (y en teoría debe serlo) habría que tener mucha cara para estar orgulloso de ello.
Quede claro que no es descartable que a Joan Laporta le estén haciendo la cama por el daño electoral que puede hacerle a otros partidos. Pero en ese caso, el mismo Laporta habría proporcionado mucha munición a esos supuestos enemigos. Todo ello sin contar con que, incluso sin escándalos, sus perspectivas políticas no son para tirar demasiados cohetes. Naturalmente, ponemos el adjetivo "presunto" a lo que haga falta, pero también queremos recordar que hay cosas que pueden no ser delito, pero que no hacen precisamente bonito.
No, lo realmente singular es que el fútbol se deje de tópicos sobre la pelota que entra o no entra y ponga sobre la mesa cómo se gestionan entidades que mueven montañas de dinero. No lo decimos por cuestiones de simbolismo o de sentimientos. Es que si ciertas prácticas habituales en el mundo deportivo se realizaran en una empresa normal y corriente, los responsables tendrían serios problemas.
No lo decimos tanto por los abusos en viajes, comilonas y juergas diversas, algunas de las cuales documentadas incluso gráficamente. Es que hay cosas que no tienen justificación alguna, tengan o no soporte documental. ¿Puede o debe gastarse un club de fútbol tres millones de euros en detectives privados? Y lógicamente, ¿para qué? ¿Para espiar a periodistas o a opositores?
Puede entenderse que el club tenga algunas obligaciones protocolarias, pero ¿necesita gastarse 20.000 euros por partido en cátering en el palco o comprar miles de entradas para un concierto sin que se sepa a quien se han regalado (que no eran los socios, como es de imaginar)?
Y así hasta el infinito. Estamos de acuerdo en que un fichaje futbolístico puede salir rana e incluso en que las reglas comerciales de este mercado sean peculiares. Pero gastarse el dinero de la entidad para fines particulares o inconfesables o comprar terrenos sobrevalorados a sabiendas entran en otra categoría. No es que dichas cosas no hagan bonito, que no lo hacen. Es que la administración desleal es perseguible y punible. Hasta la fecha, nunca una entidad deportiva había tirado de la manta hasta este extremo. De ahí que la decisión sea histórica, con independencia del resultado final que tenga el trámite judicial.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada