No es fácil hacer una lectura de la remodelación del Gobierno. Cada uno de los ceses y de los nombramientos parede obedecer a un motivo diferente. Puede parecer que Zapatero se ha encomendado a la experiencia y capacidad de comunicación de Rubalcaba. O a las tablas de Jáuregui. Pero también parece un guiño a la izquierda, no exento de nombramientos que sólo se explican por el buenismo paritario. Por ello, la pregunta es obvia: ¿A quién, o a qué, se ha encomendado Zapatero?
Como se preveía, el presidente del Gobierno ha aprovechado la vuelta de Celestino Corbacho a la política catalana para afrontar una remodelación a fondo de su Ejecutivo. Razones para ello no le faltaban. No porque hubiera ministros más o menos quemados, sino porque el Gobierno transmitía una imagen de parálisis y desconcierto. No es superfluo añadir que, mientras ello ocurría, Zapatero mantenía en cierto ostracismo a ministros veteranos que, como el ahora ascendido Rubalcaba, transmitían si no confianza, al menos sí seriedad.
Es posible que la "rehabilitación" de Rubalcaba se deba más a su capacidad de pegarse con la oposición que a su credibilidad y prestigio personal, que no le discuten ni sus adversarios. En todo caso, a Zapatero le irá muy bien tener como escudero a un vicepresidente que no sólo es bien valorado por los ciudadanos, sino que sabe plantar cara y encima no cae antipático. María Teresa Fernández de la Vega había perdido precisamente buena parte de esas cualidades.
El "ascenso" de Leire Pajín a un ministerio o el traslado de Trinidad Jiménez a Exteriores responden claramente, sin embargo, a la promoción de elementos fieles personalmente al propio Zapatero. Contra todo lo que haga falta (sostenella y no enmendalla), por más señas. No existe otra explicación a la mejora de cartera para Jiménez, tras haber sufrido un revolcón político de primera magnitud.
La desaparición o absorción de los ministerios de Igualdad y de Vivienda, por su parte, no tiene mayor relevancia política que la meramente administrativa. Por mucha importancia que se les quisiera dar, no se trataba de hitos de la política contemporánea. Y si no les llamamos ministerios-florero es porque al ser mujeres sus titulares, seríamos tildados de machistas, que no es el caso.
Finalmente, ¿puede considerarse un guiño a la izquierda el nombramiento de una exdirigente de Izquierda Unida como Rosa Aguilar? Puede que sí, pero en ese caso, cabe recordar como ha salvado el PSOE los presupuestos para 2011: pactando con la derecha nacionalista del País Vasco y la regionalista de Canarias. Si hay guiño será a los votantes de izquierda. Se supone.
En definitiva, que Zapatero ha decidido que se va a la guerra con todo lo que tiene a mano, que es como hay que ir a la guerra por cierto, pero sin importarle que los medios sean coherentes entre sí. La sensación de que se trata únicamente de aguantar como sea hasta el final de la legislatura, dentro de año y medio, no puede ser más manifiesta. Como sea incluye al parecer contentar a tirios y a troyanos, de forma exhuberante en algunos casos. Baste con decir que va a pilotar la reforma laboral un ministro que el día de la huelga general se manifestó contra ella. Si ésto no es un bandazo, ¿qué es entonces?
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