El presidente del Gobierno ha anunciado un nuevo de paquete de medidas para hacer frente a una situación que sigue empecinado en no calificar de crisis. El diccionario ha quedado casi completamente expurgado de sinónimos y circunloquios con tal de no pronunciar un vocablo que parece maldito. No es un simple problema semántico, ya que el riesgo de querer arreglar los problemas a base de palabras es muy alto cuando se evidencia tal lejanía de la realidad.
Es una impresión que le queda a cualquier espectador desapasionado que repase las medidas anunciadas por Zapatero. Suenan bien, no cabe duda de ello. Pero unas cuantas de ellas poco o nada significan más allá del titular de prensa. Lo de la austeridad gubernamental nos parece hasta pedagógico, pero también hay que decir que la congelación de los sueldos de los altos cargos es literalmente el chocolate del loro. Otra cosa es que su auténtica finalidad sea la de parar golpes.
Es más, echar mano de la socorrida y eterna reforma de la Formación Profesional para poder decir que se trata de medidas estructurales, alcanza casi la categoría de chiste. Y no porque a la economía española no le convenga mayor productividad, sino por la escasa ambición que refleja echar mano de un recurso que han usado todos los gobiernos de los últimos treinta años en un momento u otro.
No falta quien ve el lado positivo de la cosa, recordando que, aunque se evite la palabra crisis, el Gobierno por fin se ha mostrado algo más realista. Algo es algo, evidentemente. Pero fiar el control de la inflación a la caída de los precios del petróleo es esperar mucho. En realidad es ser iluso. Aunque no luce con mayor brillo el ministro de Economía, que casi nos suplica que este verano no dejemos de irnos de vacaciones, ya que lo de animar el consumo para que la máquina no se pare tampoco es lo que se dice una medida revolucionaria.
Mucho nos tememos que la cuestión es que el Gobierno se confunde de problema. Zapatero saltra a la palestra tras haber mostrado una alarmante falta de cintura y recibido críticas por doquier, y haber constatado, de paso, que el PP ha resuelto más o menos sus problemas y que se podrá dedicar a hacer de oposición. Es decir, quiere solucionar lo que considera un problema político y no una crisis económica grave, se la llame como se la llame.
1 comentari:
Estoy interesado en el contenido de este blog desde que topé con él y te animo a seguir así. La verdad es que estoy deseando cada día que se vaya actualizando porque siempre consigue interesarme. Con respecto al post que nos ocupa creo que el empecinamiento de no llamarlo crisis ya me parece "de juzgado de guardia" a las cosas hay que llamarlas como son, eso si, sin producir histerismos colectivos. Claro que, no llamarlo por su nombre te facilita que como gobierno puedas presentar cuatro o cinco retoques económicos como la solución, y ello no es así. De hecho, creo que lo peor de todo, es que a los ciudadanos nos terminará indignando más de lo debido, que nos tomen por tontos, por no llamar al pan "pan" cuando algo es tan evidente. El problema es que, aunque por fin logren llamarlo por su nombre, no se atisba posibilidad alguna de que este gobierno o esta oposición tengan en sus manos la solución, o al menos los atenuantes adecuados.
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