dimecres, d’octubre 29, 2008

En publicidad no es oro todo lo que reluce

He leído recientemente un interesante texto que planteaba el dilema de la promoción o publicidad en tiempos de crisis. Por una parte, se acostumbra a recortar todo gasto superfluo y éste es de los primeros en caer. Por otra, ¿no habría que mantener la promoción, o aumentarla incluso, cuando cuesta tanto vender?

El tema merece, sin duda, el honor de la discusión. Pero hay tangentes y derivadas no exentas de interés. Puede que no haya que cortar en seco la promoción, pero seguramente hay que hacerla de otra forma. La calidad, en lugar de la cantidad, es una de las alternativas. Y si se nos permite, la adecuación de la publicidad, el regalo promocional o el incentivo debe ser más ajustada que nunca. En realidad, debería serlo siempre, pero cuando nos lo jugamos todo a una carta (la única que podemos permitirnos) estamos obligados a hilar muy fino.

¿Qué queremos decir cuando hablamos de adecuación? Pues algo tan sencillo como que cualquier elemento promocional debe adaptarse al público al que va dirigido. No sólo para hacer que resuene ese eco, no siempre objetivable, que genera una compra. También para evitar efectos contraproducentes y, en definitiva, el rechazo de nuestro producto.

Para que se comprenda: todos somos capaces de entender que no sería conveniente regalar un jamón para vender algo a la comunidad islámica, que no come cerdo por motivos religiosos. Por bueno que fuera el jamón, el obsequio sería considerado incluso una burla. Pero salvado este mínimo básico, la mente humana se ve en libertad de perpertrar casi cualquier desatino, por muy pensante que sea la cabeza.

Un directivo de márqueting de una caja de ahorros escribía recientemente una experiencia sorprendente y muy ilustrativa. La entidad puso en el mercado un nuevo producto financiero con la ayudita de un regalo de campanillas. El producto se vendió bastante bien, pero cuando a posteriori se realizó una encuesta de satisfacción se preguntó también por el regalo y éste fue puntuado con un cero patatero por la inmensa mayoría de los clientes entrevistados. Se trataba de una moderna cafetera de alta gama, valorada en más de 150 euros. Pero nadie tuvo presente que el público objetivo de dicha campaña era de la tercera edad y que a muchos de ellos el médico les tenía prohibido el consumo de café.

Algunos encuestados, auténticamente indignados, incluso mostraron rechazo porque el obsequio se presentara con un perfil familiar. Dado que el ahorro a invertir era suyo, querían que la recompensa fuera también para ellos. Que sus hijos ya heredarían el capital en su día y que, por tanto, sólo faltaría que “heredaran” la cafetera por anticipado. En fin, que la cosa rozó el esperpento, pero al menos no acabó en catástrofe, aunque fuera por los pelos.

Sin embargo, el episodio relatado aquí es más positivo de lo que parece. Demuestra, a fin de cuentas, que un producto se vende por sí mismo si responde a la necesidad de quien lo compra. Pero también que si se opta por usar un regalo promocional hay que tener en cuenta otros factores a parte del precio o de la moda del momento. O de la “rampoina” que te coloca alguien desesperado por vaciar su estoc. La entidad de ahorro tuvo mucha suerte, ya que una promoción contraproducente no perjudicó a la venta del producto. Sólo queda confiar que habrá aprendido las lecciones evidentes.

diumenge, d’octubre 26, 2008

Obama, a un paso de la historia


Barack Obama lo tiene todo de cara para hacer historia dentro de unos días. Pero quienes dan por supuesta su victoria deberían moderar su entusiasmo, porque el paso que queda por hacer es de una enormidad aplastante. Y además, más allá del simbolismo evidente, y hasta del acto de justicia, lo que necesitamos ahora es un presidente americano que, negro o blanco, tenga la fuerza para sacar al mundo del berenjenal en que se encuentra metido.

Obama manda en las encuestas, de cuyo liderazgo apenas se ha apeado, y ha recibido ya los placemenes de medio orbe. Pero no crean que los elogios europeos por anticipado, o que pidan el voto para él los principales periódicos americanos, le hacen mucho bien electoral. Estados Unidos será la primera potencia mundial, pero sus habitantes son muy suyos. No entenderlo es un error frecuente que cometemos el resto de mortales. Analizar unas elecciones americanas con ojos europeos significa que si la acertamos, será por carámbola.

Sin embargo, hay algunos indicios que apuntan a un deseo de cambio en la sociedad americana lo suficientemente fuerte como para vencer un tabú racial muy arraigado. Cuando Obama era un precandidato semidesconocido, a sus mítines casi no asistían personas de raza negra. Los oyentes mayoritariamente blancos no acudían por el color de la piel del candidato, sino posiblemente a pesar de ello.

La auténtica razón era la misma en la que se estrellaron todas las campañas sobre la inexperiencia de Obama. La cosa deberá confirmarse en las urnas, naturalmente, pero el fracaso de tales estrategias insinua con bastante claridad que al electorado americano no le disgusta un candidato que no tenga nada que ver, o la mínima relación posible, con un establishment político que ha llevado su país a la ruina, amén de embarcarlo en una guerra de la que no sabe como salirse y en un desprestigio internacional sin parangón.

Pero la medida del cambio que puede operarse en Estados Unidos es el elevado número de inscripciones para votar. Como es bien conocido, en ese país no existe un censo electoral en el que estén inscritos “de oficio” todos los ciudadanos susceptibles de ejercer ese derecho. Y muchos no se inscriben para evitarse molestias como ser designados miembros de un jurado, ya que el sorteo para dicha función cívica se realiza entre los listados de votantes. Es decir, que quien se apunta no es por si acaso, sino realmente para votar. Y por eso puede predecirse que la participación va a ser altísima. Y recordar que los grandes cambios se producen casi siempre con participaciones elevadas.

Obama no lo puede tener más fácil. Su órdago al racismo americano tiene visos de éxito por llegar tras uno de los peores gobiernos de la historia americana, tan quemado que a ninguno de sus miembros se le ocurrió, ni siquiera por error, postularse para la presidencia. John McCain es, sin duda alguna, lo mejor que podía pasarle al Partido Republicano, pese a sus errores de campaña y a su menor carisma, aunque sus perspectivas no son excesivamente halagüeñas. Pero al aspirante demócrata le queda lo más difícil: convertir en realidad una elevada expectativa. Porque Obama lo tiene todo de cara, sí, pero experiencias como la reelección de Bush en 2004, cuando ya no engañaba a nadie, nos dicen que en ese país, para lo bueno y para lo malo, cualquier cosa es posible. La capacidad de movilización de los sectores más conservadores de la sociedad americana no debería ser despreciada en absoluto.

Sin embargo, no se trata sólo de eso. Se puede entrar en la historia de muchas formas. A fin de cuentas hasta el actual presidente americano va a tener su rinconcito en ella. Otra cosa es la valoración que se le reservará, claro. Obama acaricia la presidencia americana en un momento especialmente difícil, pero ideal para el triunfo electoral de alguien con su discurso. La política americana se mueve en ciclos que alternan la exaltación del patriotismo y la política exterior con el retorno a la economía y la política interna, esa que, mal traducida del inglés, adjetivamos como doméstica. Como sucedió cuando Bill Clinton derrotó a Bush padre, sin ir más lejos.

Es más, quienes no somos norteamericanos no deberíamos olvidar que nada de lo que ocurra en este primer martes tras el primer lunes de noviembre, nos es indiferente. Como en tantas otras ocasiones, la actual gripe mundial comenzó con un resfriado en Estados Unidos. Dado lo que nos jugamos, y dado que no podemos participar en la toma de esa decisión, al menos hay que pedir a quienes sí pueden que lo hagan de la mejor forma posible. No vamos a recomendar el voto, claro. Si no lo hemos hecho con nuestros propios comicios abiertos, donde sí podemos votar...

Pero como mínimo nos gustaría confiar en que los electores norteamericanos transmitirán un mensaje muy claro a quien sea que decidan convertir en su presidente. Es ese mensaje tan sencillo de que ciertas cosas no deben repetirse.

divendres, d’octubre 17, 2008

Pues lo de la crisis era mala fe

La situación económica mundial sigue siendo, una semana más, una montaña rusa. Los mercados parecen reaccionar a las medidas de los gobiernos, pero al día siguiente vuelven a desplomarse. La semana pasada dudábamos de la bondad de este comportamiento. Visto lo visto, se confirman las sospechas. El sistema financiero quiere el dinero del Estado para salvar el cuello, pero no tiene propósito alguno de enmienda.

Y más que eso, los culpables del desaguisado quieren seguir al frente del cotarro, ocurra lo que ocurra. Lo sucedido en el Reino Unido no puede ser más claro. Y dado su valor enormemente ilustrativo, merece la pena explicarlo con cierto grado de detalle.

El gobierno británico decidió inyectar dinero a chorro a los cuatro principales bancos del país, cuando éstos pidieron socorro. Pero tras haber cubierto las necesidades comunicadas por ellas mismas, las entidades dijeron no tener suficiente. Llegados a esta segunda fase, el gobierno, con excelentes razones, optó por comprar los bancos en lugar de seguir arrojando fondos a un pozo sin fondo.

La “nacionalización” era más teórica que real y seguramente decidida porque el primer ministro, Gordon Brown, estaba muy acuciado en las encuestas electorales. Pero dado que se trataba de una medida política más que económica, Brown decidió hacerla redonda tomando la decisión que le pedía buena parte de la opinión pública. Es decir, la de echar a los responsables del lío.

Los directores generales de dos de los cuatro bancos fueron convocados por la mañana a Downing Street. Salieron despedidos del famoso número 10. Por aquellas cosas que a veces tiene la vida y que no sabemos explicar, los dos bancos convocados por la tarde comunicaron que ya no necesitaban la ayuda del Estado. Mejor dicho, que ya tirarían de otras soluciones para solventar sus problemas de liquidez. Aludieron, en concreto, a una ampliación de capital.

Y claro, cualquier persona, incluidos los analfabetos financieros, se pregunta si la solución al problema era tan fácil por qué no se pensó antes. Y si nos da por hacernos otras preguntas igual de sencillas, obtenemos respuestas que deberían ser inquietantes, pero que ya ni siquiera nos sorprenden. En resumen: los bancos quieren que seamos los demás quienes les saquemos del atolladero, pero, una vez tengan la cabeza fuera del agua, pretenden que todo siga como antes.

En ese mismo sentido cabe entender un brindis al sol como ese que propone una “refundación del capitalismo”. No sabíamos que se leyera tanto últimamente a Lampedusa. Ya saben, quien decía que todo debe cambiar para que todo siga igual. Tampoco lucen a mayor altura los sagaces analistas que hablan de las oscilaciones de la Bolsa como reflejo del pánico de unos cuantos insensatos, como si los bancos no tuvieran naaaaaaaaaada que ver con los mercados de valores. O el gobierno español, que no para de tomar medidas que él mismo dice que los bancos españoles no necesitan. ¿En qué quedamos? Y es que que no consigan tomarnos el pelo, no significa que no lo intenten.

Pero que las respuestas sean obvias, no debería impedirnos preguntarnos en manos de quien estamos exactamente. Porque si los bancos no necesitan la ayuda que nos pedían, sólo puede deberse a dos cosas. O nos engañaban o es que sus directivos están dispuestos a hundirlos antes que abandonar su cargo. No crean que la metáfora naval del capitán que se hunde con su barco sea de aplicación en este caso. Qué va. Tales individuos se irían tranquilamente a sus casas, sin rendir cuentas de sus malas acciones, y con indemnizaciones multimillonarias. Encima.

¿Qué más pueden querer? Sería gravísimo que la crisis no encontrara auténticas soluciones (lo de la justicia lo damos por imposible) por mera vanidad. Si ese fuera el caso, nos vemos obligados a plantearnos si, en lugar de estar en manos de unos irresponsables o de unos caras duras, lo estamos en manos de gente mucho más peligrosa de lo que pensábamos.

Además, al final, nos da la impresión que el único resultado tangible del embrollo es que, gracias a él, Gordon Brown ha resucitado políticamente. Es muy probable que la mano dura exhibida le permita conseguir una reelección que tenía muy pero que muy complicada. Es conocido que, en tiempos, lo mejor que le podía pasar a un líder en apuros era que se declarara una guerra. Incluso hay sensacionales películas que ironizan con ello, bajo el supuesto de que “se non è vero, è ben trovato”.

No hay nada mejor para remontar en las encuestas que una crisis bien administrada. Pero mejor lo dejamos aquí. Dejar correr la imaginación en este terreno no es que no fuera serio. Es que la más simple sospecha nos agravaría el dolor de estómago.

dimecres, d’octubre 15, 2008

Alguna cosa més que solidaris de saló

Aquest 15 d'octubre els blocaires d'arreu del món celebrem el Blog Action Day. És una diada en què les persones que tenim bloc ens mobilitzem escrivint almenys una entrada sobre la temàtica a què es dedica cada any aquest Dia d'Acció Blocaire. Enguany, el tema elegit és la pobresa. És evident que es tracta d'un tema molt genèric, que admet molts discursos, però també el risc de no dir-ne ben bé res de concret.

Alguns blocs com aquest han optat per fer una radiografia de la pobresa a determinades ciutats catalanes. És una possibilitat. Si no significa saltar-se gaire la filosofia de la diada, preferiria parlar de l'eficàcia o el sentit d'accions com aquestes, que objectivament és discutible.

Jo no sóc insolidari de mena, tot el contrari. Fa temps que em retrato personalment i faig retratar la meva empresa en diverses iniciatives socials i culturals. És un suport de vegades en forma de feina i de vegades econòmic en sentit literal. I no es limita a "coses boniques", que és el gran defecte, si es pot anomenar així, de la tan anomenada responsabilitat social corporativa. Explico aquests antecedents no pas per presumir, sinó per deixar clar que mala disposició cap a certs temes no en tinc precisament. Però sí el lleig costum de voler que els meus actes tinguin algun sentit real o pràctic, i més en aquestes qüestions.

Això em fa ser molt crític amb una bona colla d'iniciatives solidàries que llueixen molt bé, que resulten molt mediàtiques i sobretot que permeten que molt gent, no necessàriament amb mala voluntat, es netegin la consciència un cop l'any. La trista realitat és que el resultat pràctic acostuma a ser minso, fora de les hores de televisió que tals iniciatives conquesten fàcilment. Ni significa un ajut real per als teòrics destinataris ni tampoc operen cap efecte sobre les equivocades actituds sobre la solidaritat que existeixen.

És més, la recerca de la "causa perfecta" que es deriva d'aquestes mentalitats (basades en la bondat, això no s'ha de negar) ens fa oblidar que, molt sovint, la causa la tenim al costat de casa. El Quart Món és ignorat fins i tot per persones de solidaritat sincera i bastant ben enfocada, que pensen, sense equivocar-se en el plantejament, que una societat desenvolupada ja té recursos per a fer-hi front. O que n'hauria de tenir, és clar.

Per coses com aquestes sóc bastant reticent als dies mundials, a les maratons televisives, als festivals benèfics... Perquè si bé poden complir una funció de cridar l'atenció, no resolen per sí mateixos cap problema i resulten fins i tot actes enganyosos. Enganyosos no tan sols perquè molta gent acaba pensant que amb un cop l'any ja n'hi ha prou, sinó perquè aquesta mateixa gent creu que aquestes iniciatives, tan buïdes de contingut pràctic, ja resolen el problema.

Sóc conscient que el que intento explicar és una mica embolicat i assumeixo el risc de no explicar-me prou bé. Però intueixo que s'entén.

Malgrat tot, el mateix esperit pràctic que m'inspira aquests pensaments em fa pensar que fins i tot les pocasoltades que es vesteixen amb l'adjectiu de solidàries sumen alguna cosa. No gaire i en la direcció equivocada, però alguna cosa. Diguem-ho clar: a la guerra s'hi va amb tot el que es té a mà i en les lluites de llarg recorregut, com ho són les lluites per un món en general millor, fan falta totes les mans que s'hi puguin afegir.

Benvingudes siguin, doncs, les ànimes caritatives que un cop l'any fan un cop de cap, que els permet restar tranquils, si és el cas, els altres 364 dies. Si som capaços de canalitzar aquests esforços de forma eficaç, algú que ho necessita n'acabarà recollint el fruit. Aprofito per recordar que recollir el fruit no és la millor metàfora possible, ja que no hem d'oblidar que cal ensenyar a pescar en comptes de donar un peix. Però també confio que se m'haurà entés. En definitiva, hom pot estar equivocat i acusar la mala consciència, però això no significa que no es mogui per la millor de les voluntats.

dissabte, d’octubre 11, 2008

¿Insisten los mercados en hundirse?

Las gobiernos de las principales economías mundiales han abierto poco menos que la barra libre con sus planes de rescate de bancos y empresas en crisis. Sin embargo, el mercado no ha podido reaccionar de peor forma. El desplome de las bolsas tras la acción concertada de gobiernos y bancos centrales, que ese mismo mercado reclamaba a gritos, nos obliga a hacernos algunas preguntas inquietantes. ¿Es que insisten los mercados en hundirse? ¿O no será más bien que intentan meter miedo para conseguir un gratis total?

La explicación “oficial” al renovado pánico de los mercados tras las garantías y el grifo abierto ofrecidos por la cúpula política mundial es que la desconfianza es tal que no se remonta fácilmente. Y en parte es verdad. Como hemos escrito en otras ocasiones, negar que todas las crisis tienen un factor psicológico importantísimo (cuando no son meramente psicológicas, sin ningún elemento objetivable que las justifique) es una soberana estupidez. Pero eso no significa que el pretexto valga para todo o tenga efectos universales.

Quisiéramos equivocarnos, pero mucho nos tememos que el pánico acaecido tras el anuncio de medidas no es más que la segunda parte de una estrategia que puede que esté bastante improvisada, pero que parece responder a un cálculo certero. Concretamente, al cálculo de que los gobiernos les han salido un poco respondones al irresponsable sistema financiero que ha liado el desbarajuste.

No crean que dichos gobiernos han tomado muchas más medidas que las que les exige tener una opinión pública irritada y poco dispuesta a aceptar que el precio de la crisis lo paguen los de siempre y no los auténticos culpables. En realidad, muchas de las medidas son puramente cosméticas y poco van a significar pasado el tiempo. Pero no son el cheque en blanco que algunos parecían esperar.

Los gobiernos de las principales economías han venido a decir que podrán encima de la mesa el dinero que haga falta. Pero han establecido dos condiciones, aunque sin especial rotundidad. La primera, que el apoyo no va a ser completamente gratuito, ya que los Estados recuperarán todo lo que se pueda. La segunda, que quien paga manda y que van a llevar la voz cantante, al menos hasta que arrecie el temporal.

Sólo el tiempo nos dirá si dichos requisitos iban en serio o eran enunciados retóricos. La experiencia histórica nos hace ser pesimistas. En este momento, los gobiernos necesitan presentarse ante sus electores como si fueran Robin Hood, porque también ellos están con el agua al cuello, aunque en otro sentido. Sin embargo, todos somos conscientes de lo poco que nos dura, les dura, el propósito de enmienda. Es más, algunas medidas anunciadas son auténticos brindis al sol. Garantizar los ahorros hasta 100.000 euros por cabeza está muy bien, pero que más quisiera el 98% de la población que tener 100.000 euros en el banco que hubiera que proteger con dichas garantías.

Llegados a este punto, es obligatorio formularse las preguntas del principio. Y responderlas con la máxima sinceridad de que seamos capaces. Si se trata de meternos miedo, es innecesario. Todos sabemos ya que estamos hasta el cuello, ya que hemos sido oportunamente notificados por los mismos que nos han metido en el atolladero (quién puede saber mejor hasta donde llega el fregado). Y no ignoramos que la teoría de los males mayores, más temprano que tarde, será un coladero a través del cual nos tragaremos lo que tenemos y lo que no tenemos, incluido nuestro orgullo.

Dado que los Estados van a ser los primeros en tragar, qué les puede importar a esos sagaces tiburones de las finanzas lo que nos pida el cuerpo a los mortales normales y corrientes. Por eso hay que decirles que ya estamos asustados y que pueden pasar a recoger el cheque, pero que al menos dejen de darnos un mal día detrás de otro.

diumenge, d’octubre 05, 2008

¿Socialismo para ricos?

Sin duda habrán leído ya el título en las últimas semanas. Es una pregunta de cajón. Como los liberales que abominaban del Estado en época de vacas gordas piden ahora su ayuda a gritos, con la fe propia de los conversos, hay que plantearse preguntas así. Lo que son las cosas, ¿verdad?

Y naturalmente podemos buscarle la yugular al tema, pero no por maldad o para hurgar en la herida, sino porque la yugular tiene dónde hincarle el diente. La actual crisis económica no se debe a la mala suerte ni a una mala temporada en el mundo de los negocios. Ni siquiera tienen la culpa quienes se acogieron a las ventajas financieras de un sistema irresponsable que prestaba dinero a quienes sabía que no podrían devolvérselo.

No, la autoría máxima del actual desbarajuste es de quienes lo montaron a conciencia, a sabiendas de que la cosa rebentaría más temprano que tarde, pero con la tranquilidad de espíritiu de dar por supuesto que los platos rotos los pagarían los de siempre. Mientras ellos, naturalmente, seguían beneficiándose incluso del desastre. Dicho en otras palabras, no se trataba de estrategias de pan para hoy y hambre para mañana, sino que se basaban en esa máxima tan cínica de algunos abanderados del libre mercado, según la cual hay que privatizar los beneficios y socializar las pérdidas. Es decir, pan para siempre para los mismos de siempre. Son capitalistas, pero no tontos, como resulta evidente.

¿Debemos ahora acudir todos a socorrer a semejantes irresponsables? El cuerpo puede que nos pida que no. Y debemos ser conscientes de que la teoría de los males mayores, esos que hay que evitar con planes de rescate y medidas de excepción, es una enorme trampa. Porque con pretextos muy correctos y laudables, la broma seguimos pagándola los mismos, a cambio de promesas muy imprecisas e inconcretas de una mejora futura, de esas que lucen muy bien cuando el agua se tiene al cuello, pero que pasado el momento de pánico quedan en nada.

Sin embargo, estamos de acuerdo en que algo hay que hacer para evitar que la desgracia se convierta en una catástrofe. En alguna ocasión de nuestras vidas, todos hemos hecho algo tapándonos la nariz, pero convenciéndonos, o consolándonos, con la idea de que no quedaba más remedio. Sea, pues.

Pero ya que vamos a pagar todos la solución del problema, también es hora de exigir algunos cambios fundamentales. Esos cambios podrían resumirse en una única idea: tiene que haber claramente un antes y un después. Sería un insulto a la inteligencia que, pasado el mal trago, todo siguiera como hasta ahora. No valen los propósitos de enmienda formulados a la desesperada. Quienes vamos a pagar la broma debemos estar seguros de que ciertas cosas no van a repetirse.

No planteamos que las empresas rescatadas deban nacionalizarse ni nada parecido. El tiempo de las soluciones al estilo Hugo Chávez ya pasó y, por eso precisamente, a algunos debería sonrojarles pedir ahora que se aplique una política parecida a la del líder venezolano. No, lo que proponemos es mucho más sencillo y puede resumirse en media docena de puntos:

–Esta vez no deben pagar los mismos de siempre. Si pagamos todos, pagamos todos. Es de estricta justicia que también paguen los culpables del desaguisado.

–Por ello también, no es de recibo que los que han pagado siempre ahora paguen dos veces por la vía del abaratamiento del despido y otras. El momento para plantear medidas así no puede ser más inoportuno: no puede ser que perder el trabajo salga casi gratis cuando quienes han hundido las empresas se marchan con millonarias indemnizaciones.

–Si hay dinero para rescatar grandes empresas y salvar bancos, debe haberlo también para quien no pueda hacer frente momentáneamente a su hipoteca. Aunque quien ha estirado el brazo más que la manga no es estrictamente inocente, sería injusto que hubiera soluciones para los auténticos culpables y, a la vez, se penalizara a sus víctimas.

–Hay que depurar responsabilidades y que caiga quien tenga que caer. Cuando se van a pedir grandes sacrificios a todo el mundo, sería un insulto que los responsables de los desmanes se fueran de rositas.

–No se trata de organizar una venganza institucionalizada, qué va. Basta con aplicar las leyes, que se supone que están para algo. Pero hay que ir un poco más allá y decir claramente que hay personas que no pueden seguir al frente de empresas y bancos aunque no hayan cometido ningún delito. O que no deben esperar el auxilio de todos si piensan, que tras recibirlo, podrán seguir como si nada hubiera ocurrido.

–El Estado no debe renunciar a resarcirse de lo que tenga que poner sobre la mesa para evitar males mayores. Ayuda sí, pero no necesariamente gratis.