Sería enormemente injusto decir que el gobierno de Catalunya es un manirroto porque necesita liquidez. Este problema se debe en gran medida a que su financiación no puede ser más insuficiente. Esa es la auténtica injusticia de base, a partir de la cual pueden aparecer soluciones incluso poco ortodoxas, o mejor dicho, poco habituales, como una emisión de bonos para inversores particulares.
Una anécdota de la campaña electoral (campaña que tiene mucho que ver con la controversia que los mal llamados bonos patrióticos han suscitado) ilustra a la perfección lo que ocurre en realidad. En el debate electoral de TV3, la candidata del PP, Alicia Sánchez-Camacho, acusó al tripartito de dejar endeudado en 5.000 euros a cada ciudadano. Le respondió, de forma bastante inapelable, el candidato de ERC, Joan Puigcerós: esos 5.000 euros por cabeza corresponden precisamente al déficit fiscal que acumula Catalunya.
Cabría añadir que el endeudamiento de 5.000 euros por cabeza se pagará una sola vez, aunque sea a plazos, mientras que el desfase de financiación se produce ejercicio tras ejercicio.
Naturalmente, a Catalunya, como región "rica", le corresponde una obligación solidaria, al menos mientras continúe formando parte de España. Eso quiere decir que una parte de los 22.000 millones de euros de déficit fiscal no regresará nunca, a no ser que, por haberse declarado la independencia, ya no se envíe nada a nadie. Pero una vez dicho esto, debemos plantearnos si la solidaridad es un cheque en blanco o si cabe ejercerla de otra manera.
El modelo alemán de solidaridad fiscal, que consagraba el Estatut, era una excelente solución. Según dicho modelo, una comunidad no puede perder puestos en el ránquing de renta una vez ejercida la solidaridad. Si se quiere, es una forma elegante de decir que las regiones desfavorecidas tienen derecho a recibir ayuda, pero que deberían ir pensando en espabilar un poco. Como mínimo, en usar la solidaridad que reciben para no tener que necesitarla, o necesitar menos, en un plazo razonable. Es una forma también de recompensar el esfuerzo que hacen quienes más pagan. Al menos, de no penalizar su capacidad de crear riqueza y, por tanto, de generar ingresos fiscales. Pero como la mayor parte de las buenas ideas del Estatut, ésta ha acabado como todas las demás.
Es más, existe un discurso demagógico sobre el derroche de las comunidades autónomas, sobre el que resulta necesario hacer algún comentario añadido. Que el modelo de Estado adoptado en 1978 incluye duplicidades e incongruencias no siempre deseables, es una obviedad. Pero se trata de una obviedad consustancial al modelo.
No se trata únicamente de una cuestión política. Es decir, de cómo se organizó territorialmente España tras el franquismo, o de cómo se intentó dar salida a las aspiraciones de autogobierno de las comunidades históricas o naciones (el apelativo depende de cada cual). Se trata también de una cuestión económica, claro está. Puede que el sistema sea algo más caro, pero más caras, por ineficientes, son las dictaduras, si vamos a echar cuentas.
Además, la idea de que un Estado fuertemente centralizado es más barato no siempres se sustenta. Hay ejemplos históricos abundantes sin salir de la península ibérica. La España de Felipe II quebró cuatro veces en apenas 25 años. Aunque el centralismo español se acentuó en siglos posteriores, nadie se creería que el monarca de Lepanto y El Escorial era un peligroso nacionalista periférico, por llamarlo de alguna forma.
Un último inciso. A nadie debería extrañarle el auge del independentismo de los últimos tiempos. Como escribimos en ocasiones anteriores, se trata de un patriotismo de cartera más que de sentimientos. Podemos decir que un creciente número de catalanes piensan que dentro de España no existe encaje satisfactorio alguno. Pero como también dijo Puigcercós, equivocándose mucho en la forma al hablar de Andalucía, nadie puede replicarle con los números en la mano.
Y sobre esos bonos tan maléficos según algunos, el mercado ha hablado con suficiente claridad, con una demanda que ha duplicado generosamente la oferta. Si no se puede confiar en las finanzas de la Generalitat, no lo parece, la verdad.
L'autor va ser periodista fins al 1996, quan es va passar al bàndol dels gabinets de premsa. Va tenir una joventut dedicada a la poesia, però ja fa molt que es dedica a la prosa, abans periodística i ara no se sap ben bé. Aconsegueix pagar la hipoteca, menja calent cada dia i puja la família, que ja és molt. Té la molesta mania d'escriure sobre política i economia, preferentment amb la baioneta calada.
dijous, de novembre 25, 2010
dimecres, de novembre 24, 2010
Patriotismo al 4,75%
La emisión de bonos de la Generalitat de Catalunya ha cumplido con creces las expectativas. La suscripción ha duplicado sobradamente la emisión y ha hecho ampliarla hasta en dos ocasiones. Pero estaríamos muy equivocados si creyéramos que se trata de patriotismo, a no ser que fuera el de cartera.
La rentabilidad es un argumento irrebatible para explicar el éxito de los mal llamados bonos patrióticos. El 4,75% es un excelente interés para los tiempos que corren. Y por lo que respecta a la confianza que puede depositarse en la emisión, no debería olvidarse que se trata de deuda pública. Por muy entrampado que pueda estar un Gobierno, dejará de prestar servicios, e incluso de pagar nómimas, antes que desatender sus compromisos financieros. Basta con ver cómo Zapatero se ha jugado las próximas elecciones con las impopulares medidas del "recortazo", al anteponer las exigencias internacionales para salvar a la economía española en caso de llegar a lo peor.
Hay quien duda de la solvencia de la Generalitat. Sin embargo, nos equivocaríamos si olvidáramos que parte de dichas dudas tienen su origen en el proceso electoral en que se encuentra inmersa Catalunya. Ello no quita el sonrojo que produce escuchar críticas a esta fórmula de financiación de quien recurrió a ella con total liberalidad en el pasado.
Pero esa coincidencia electoral nos obliga a preguntar el porqué. ¿Precisamente ahora? Si el actual gobierno catalán quisiera liquidez para echar el resto en vísperas electorales, se supone que habría acudido al mercado meses atrás. No, la explicación es mucho más sencilla, aunque pueda no resultar tranquilizadora: la Generalitat necesita tesorería para pagar las nóminas de aquí a fin de año.
¿Por qué creen que el plazo entre la suscripción y el desembolso ha sido tan corto? Pues lisa y llanamente porque el líquido obtenido tiene que estar disponible para pagar la nómina de noviembre, que se cierra a los pocos días del desembolso. Es más, estamos seguros de que si los plazos no llegaran, las mismas entidades que han colocado la emisión, le harían un préstamo de tesorería a la Generalitat, con el aval de los mismos bonos.
Naturalmente, se trata de una situación poco halagüeña y que dice mucho de cómo anda el país. Pero ya les decíamos antes que la catástrofe tendría que ser gorda de verdad para que la Generalitat no pudiera hacer frente a la operación. En el peor de los casos, o tal vez muy probablemente, dentro de un año la devolución se cubriría con una nueva emisión.
Para terminar, suerte tenemos de haber firmado el mejor acuerdo de financiación de la historila autonómica. Suerte, sí.
La rentabilidad es un argumento irrebatible para explicar el éxito de los mal llamados bonos patrióticos. El 4,75% es un excelente interés para los tiempos que corren. Y por lo que respecta a la confianza que puede depositarse en la emisión, no debería olvidarse que se trata de deuda pública. Por muy entrampado que pueda estar un Gobierno, dejará de prestar servicios, e incluso de pagar nómimas, antes que desatender sus compromisos financieros. Basta con ver cómo Zapatero se ha jugado las próximas elecciones con las impopulares medidas del "recortazo", al anteponer las exigencias internacionales para salvar a la economía española en caso de llegar a lo peor.
Hay quien duda de la solvencia de la Generalitat. Sin embargo, nos equivocaríamos si olvidáramos que parte de dichas dudas tienen su origen en el proceso electoral en que se encuentra inmersa Catalunya. Ello no quita el sonrojo que produce escuchar críticas a esta fórmula de financiación de quien recurrió a ella con total liberalidad en el pasado.
Pero esa coincidencia electoral nos obliga a preguntar el porqué. ¿Precisamente ahora? Si el actual gobierno catalán quisiera liquidez para echar el resto en vísperas electorales, se supone que habría acudido al mercado meses atrás. No, la explicación es mucho más sencilla, aunque pueda no resultar tranquilizadora: la Generalitat necesita tesorería para pagar las nóminas de aquí a fin de año.
¿Por qué creen que el plazo entre la suscripción y el desembolso ha sido tan corto? Pues lisa y llanamente porque el líquido obtenido tiene que estar disponible para pagar la nómina de noviembre, que se cierra a los pocos días del desembolso. Es más, estamos seguros de que si los plazos no llegaran, las mismas entidades que han colocado la emisión, le harían un préstamo de tesorería a la Generalitat, con el aval de los mismos bonos.
Naturalmente, se trata de una situación poco halagüeña y que dice mucho de cómo anda el país. Pero ya les decíamos antes que la catástrofe tendría que ser gorda de verdad para que la Generalitat no pudiera hacer frente a la operación. En el peor de los casos, o tal vez muy probablemente, dentro de un año la devolución se cubriría con una nueva emisión.
Para terminar, suerte tenemos de haber firmado el mejor acuerdo de financiación de la historila autonómica. Suerte, sí.
divendres, de novembre 05, 2010
¿Pánico global?
Hacía algún tiempo que no surgía una alarma mundial por posibles actos de terrorismo. Pero la amenaza ha resurgido otra vez, como si de tratara de un fenómeno cíclico. Que dichas amenazas no sean desdeñables no significa que, a la vez, no planteen muchas dudas. El pánico global parece a veces interesado, aunque pueda estar fundamentado.
Sabemos que pisamos un terreno resbaladizo, pero nuestra opinión al respecto creemos que es sólida y argumentada. Siempre hemos hablado en contra de teorías conspiratorias que intentan "explicar", al margen de la versión oficial, sucesos de extrema gravedad de los últimos diez años. Pero a veces es difícil no dar pábulo a la sospecha, cuando dichas amenazas surgen en momentos tan y tan oportunos.
Claro que nadie quiere tener a centenares o miles de muertos encima de la mesa y, por lo tanto, toda precaución es poca. Pero de ahí a desatar periódicamente una histeria planetaria, además en circunstancias cuando menos peculiares, dista un trecho. La alarma de los paquetes bomba tiene base, pero da mala espina que la voz de alarma se diera a pocos días de las elecciones en Estados Unidos de este noviembre, cuando el problema arrancaba como mínimo desde septiembre.
Enténdamonos. No es que nos parezca mal que hubiera cierta discreción sobre el peligro, porque una cosa es la transparencia y otra, la responsabilidad necesaria para no agrandar el problema. Es que hacer público el problema en según qué momento produce una mala impresión considerable.
Hay medidas de seguridad que llevan años en vigor y que todavía no hemos sido capaces de entender del todo. Lo de los líquidos en los aviones se ha prestado incluso a chanzas, posiblemente desafortunadas pero no exentas de fundamento. Recordemos sólo una, a título de situar la cuestión: rellenar un tubo de dentífrico o un bote de perfume con nitroglicerina, sin que te estalle en las manos, tiene su mérito. ¿Se acuerdan, verdad?
Lo de los escáneres corporales fue otra movida que no se explica si no es desde pánicos creados cuasi artificialmente. Baste con recordar que la lista de clientes está encabezada por Alemania, cuyas autoridades, a penas dos semanas antes de una de estas alarmas ciclícas, dijeron que el escáner en cuestión era perfectamente inútil.
En definitiva, una cosa puede no ser ilegal, ni inmoral, ni estar necesariamente mal, pero puede no hacer bonito.
Sabemos que pisamos un terreno resbaladizo, pero nuestra opinión al respecto creemos que es sólida y argumentada. Siempre hemos hablado en contra de teorías conspiratorias que intentan "explicar", al margen de la versión oficial, sucesos de extrema gravedad de los últimos diez años. Pero a veces es difícil no dar pábulo a la sospecha, cuando dichas amenazas surgen en momentos tan y tan oportunos.
Claro que nadie quiere tener a centenares o miles de muertos encima de la mesa y, por lo tanto, toda precaución es poca. Pero de ahí a desatar periódicamente una histeria planetaria, además en circunstancias cuando menos peculiares, dista un trecho. La alarma de los paquetes bomba tiene base, pero da mala espina que la voz de alarma se diera a pocos días de las elecciones en Estados Unidos de este noviembre, cuando el problema arrancaba como mínimo desde septiembre.
Enténdamonos. No es que nos parezca mal que hubiera cierta discreción sobre el peligro, porque una cosa es la transparencia y otra, la responsabilidad necesaria para no agrandar el problema. Es que hacer público el problema en según qué momento produce una mala impresión considerable.
Hay medidas de seguridad que llevan años en vigor y que todavía no hemos sido capaces de entender del todo. Lo de los líquidos en los aviones se ha prestado incluso a chanzas, posiblemente desafortunadas pero no exentas de fundamento. Recordemos sólo una, a título de situar la cuestión: rellenar un tubo de dentífrico o un bote de perfume con nitroglicerina, sin que te estalle en las manos, tiene su mérito. ¿Se acuerdan, verdad?
Lo de los escáneres corporales fue otra movida que no se explica si no es desde pánicos creados cuasi artificialmente. Baste con recordar que la lista de clientes está encabezada por Alemania, cuyas autoridades, a penas dos semanas antes de una de estas alarmas ciclícas, dijeron que el escáner en cuestión era perfectamente inútil.
En definitiva, una cosa puede no ser ilegal, ni inmoral, ni estar necesariamente mal, pero puede no hacer bonito.
dilluns, d’octubre 25, 2010
¿Un país con malas universidades puede tener el récord de estudiantes extranjeros?
El reporte anual sobre la calidad de la enseñanza en el mundo ha vuelto a confirmar lo que ya sabíamos. Ni una sola universidad española aparece entre las 200 mejores del mundo. Sin embargo, algunas universidades españolas, sobre todo las de Barcelona, son líderes en recepción de estudiantes extranjeros. Algo no liga en estas cifras, pero eso no quiere decir que no exista una explicación.
A título de previa, no podemos dejar de citar algunas paradojas del ránquing de calidad universitaria. Por ejemplo, que dentro de España no haya ni una sola universidad privada que le sople a las públicas. O que en Catalunya se haya producido el prodigio de que la Pompeu Fabra, una pública en la que se vertido dinero a carretadas para que fuera un centro de élite, quede por detrás de sus parientes pobres.
Pero cosas así ocurren cuando la evaluación es auténticamente independiente y externa. Es decir, cuando no la hace ni uno mismo ni el político de turno. Eso no quiere decir que en nuestras universidades no se hagan cosas buenas. Simplemente es que hay quienes lo hacen mejor. Y que quienes lo hacen mejor se cuentan por centenares.
Pero vayamos a la miga de la cuestión. ¿Cómo puede ser, como nos preguntábamos al principio, que universidades tan malas atraigan a tantos estudiantes extranjeros? Pues resulta difícil explicárselo, la verdad. ¿Acaso los alumnos no quieren labrarse un buen futuro por la vía de conseguir la mejor formación posible? ¿Con el paro que hay en las profesiones con titulación superior, nadie aspira a que en su currículum figure una universidad de prestigio, por poco que uno pueda permitírselo, para despuntar un poco o marcar alguna diferencia?
Parece ilógico, pero existe una lógica mucho más cruda. Hay ciudades como Barcelona, cuyas universidades reciben becarios Erasmus a miles por la sencilla razón de que aquí se vive de maravilla. Por más señas, porque existe la impresión de que, a parte de un clima fantástico, hay una gran oferta de ocio y una permisividad que permite disfrutar a lo loco, si a alguien le da por ahí.
En definitiva, que las legiones de becarios Eramus que recalan a Barcelona no vienen necesariamente a estudiar, sino a correrse juergas. Naturalmente, habrá de todo y cabe esperar que los estudiantes que vienen realmente a estudiar y a conocer otras lenguas y culturas sean la mayoría. Pero no es difícil llegar a la conclusión contraria, por triste que pueda resultar.
Puede que el fenómeno quede algo enmascarado por la gran afluencia de turistas extranjeros, especialmente jóvenes, que llenan Barcelona a lo largo de todo el año. Pero basta con darse una vuelta por foros de Internet frecuentados por esos becarios Erasmus aterrizados aquí para darse cuenta de que los juerguistas serán una minoría, pero que o son una minoría muy visible o no son tanta minoría.
Las becas Eramus se instituyeron para fomentar el intercambio entre los jóvenes europeos y mejorar su nivel de educación. Son uno de los mejores inventos nacidos en Bruselas y su objetivo no debería ser pervertido por mucho que los jóvenes les guste la alegría de vivir, por llamarlo de forma elegante. Es más, como contribuyentes tenemos derecho a quejarnos si constatamos que nuestros impuestos se destinan, aunque sea indirectamente, a financiar juergas particulares. El turismo de borrachera ya es bastante mal asunto para que encima lo incentivos mediante becas.
A título de previa, no podemos dejar de citar algunas paradojas del ránquing de calidad universitaria. Por ejemplo, que dentro de España no haya ni una sola universidad privada que le sople a las públicas. O que en Catalunya se haya producido el prodigio de que la Pompeu Fabra, una pública en la que se vertido dinero a carretadas para que fuera un centro de élite, quede por detrás de sus parientes pobres.
Pero cosas así ocurren cuando la evaluación es auténticamente independiente y externa. Es decir, cuando no la hace ni uno mismo ni el político de turno. Eso no quiere decir que en nuestras universidades no se hagan cosas buenas. Simplemente es que hay quienes lo hacen mejor. Y que quienes lo hacen mejor se cuentan por centenares.
Pero vayamos a la miga de la cuestión. ¿Cómo puede ser, como nos preguntábamos al principio, que universidades tan malas atraigan a tantos estudiantes extranjeros? Pues resulta difícil explicárselo, la verdad. ¿Acaso los alumnos no quieren labrarse un buen futuro por la vía de conseguir la mejor formación posible? ¿Con el paro que hay en las profesiones con titulación superior, nadie aspira a que en su currículum figure una universidad de prestigio, por poco que uno pueda permitírselo, para despuntar un poco o marcar alguna diferencia?
Parece ilógico, pero existe una lógica mucho más cruda. Hay ciudades como Barcelona, cuyas universidades reciben becarios Erasmus a miles por la sencilla razón de que aquí se vive de maravilla. Por más señas, porque existe la impresión de que, a parte de un clima fantástico, hay una gran oferta de ocio y una permisividad que permite disfrutar a lo loco, si a alguien le da por ahí.
En definitiva, que las legiones de becarios Eramus que recalan a Barcelona no vienen necesariamente a estudiar, sino a correrse juergas. Naturalmente, habrá de todo y cabe esperar que los estudiantes que vienen realmente a estudiar y a conocer otras lenguas y culturas sean la mayoría. Pero no es difícil llegar a la conclusión contraria, por triste que pueda resultar.
Puede que el fenómeno quede algo enmascarado por la gran afluencia de turistas extranjeros, especialmente jóvenes, que llenan Barcelona a lo largo de todo el año. Pero basta con darse una vuelta por foros de Internet frecuentados por esos becarios Erasmus aterrizados aquí para darse cuenta de que los juerguistas serán una minoría, pero que o son una minoría muy visible o no son tanta minoría.
Las becas Eramus se instituyeron para fomentar el intercambio entre los jóvenes europeos y mejorar su nivel de educación. Son uno de los mejores inventos nacidos en Bruselas y su objetivo no debería ser pervertido por mucho que los jóvenes les guste la alegría de vivir, por llamarlo de forma elegante. Es más, como contribuyentes tenemos derecho a quejarnos si constatamos que nuestros impuestos se destinan, aunque sea indirectamente, a financiar juergas particulares. El turismo de borrachera ya es bastante mal asunto para que encima lo incentivos mediante becas.
Decisión histórica en el mundo del fútbol
La decisión del FC Barcelona de exigir responsabilidades a la anterior junta directiva por su gestión económica es, como se ha dicho por activa y por pasiva, una decisión histórica. No entraremos a valorar quien tiene la razón, pero sí a considerar que ya era hora que se intentara poner algún coto al caos generalizado que existe en el mundo del deporte, singularmente en el del fútbol. Un desorden que no puede ser justificado por los resultados deportivos, por muy buenos que sean éstos.
No nos parece especialmente significativo que la decisión de la asamblea de socios azulgranas se pronunciara por un escaso margen. Mientras se cumplan las formas... A fin de cuentas, en ese club una moción de censura obtuvo más del 60% de los votos y la junta pudo continuar, pese al castigo cosechado, porque los estatutos requerían una mayoría de dos tercios.
Tampoco tiene importancia alguna que el expresidente del club se dedique ahora a la política. Como mucho, se trata de una salva de fogueo, absolutamente previsible, que el interesado dispara al aire para distraer la atención. Porque la verdad sea dicha, si lo que dice la auditoría es cierto (y en teoría debe serlo) habría que tener mucha cara para estar orgulloso de ello.
Quede claro que no es descartable que a Joan Laporta le estén haciendo la cama por el daño electoral que puede hacerle a otros partidos. Pero en ese caso, el mismo Laporta habría proporcionado mucha munición a esos supuestos enemigos. Todo ello sin contar con que, incluso sin escándalos, sus perspectivas políticas no son para tirar demasiados cohetes. Naturalmente, ponemos el adjetivo "presunto" a lo que haga falta, pero también queremos recordar que hay cosas que pueden no ser delito, pero que no hacen precisamente bonito.
No, lo realmente singular es que el fútbol se deje de tópicos sobre la pelota que entra o no entra y ponga sobre la mesa cómo se gestionan entidades que mueven montañas de dinero. No lo decimos por cuestiones de simbolismo o de sentimientos. Es que si ciertas prácticas habituales en el mundo deportivo se realizaran en una empresa normal y corriente, los responsables tendrían serios problemas.
No lo decimos tanto por los abusos en viajes, comilonas y juergas diversas, algunas de las cuales documentadas incluso gráficamente. Es que hay cosas que no tienen justificación alguna, tengan o no soporte documental. ¿Puede o debe gastarse un club de fútbol tres millones de euros en detectives privados? Y lógicamente, ¿para qué? ¿Para espiar a periodistas o a opositores?
Puede entenderse que el club tenga algunas obligaciones protocolarias, pero ¿necesita gastarse 20.000 euros por partido en cátering en el palco o comprar miles de entradas para un concierto sin que se sepa a quien se han regalado (que no eran los socios, como es de imaginar)?
Y así hasta el infinito. Estamos de acuerdo en que un fichaje futbolístico puede salir rana e incluso en que las reglas comerciales de este mercado sean peculiares. Pero gastarse el dinero de la entidad para fines particulares o inconfesables o comprar terrenos sobrevalorados a sabiendas entran en otra categoría. No es que dichas cosas no hagan bonito, que no lo hacen. Es que la administración desleal es perseguible y punible. Hasta la fecha, nunca una entidad deportiva había tirado de la manta hasta este extremo. De ahí que la decisión sea histórica, con independencia del resultado final que tenga el trámite judicial.
No nos parece especialmente significativo que la decisión de la asamblea de socios azulgranas se pronunciara por un escaso margen. Mientras se cumplan las formas... A fin de cuentas, en ese club una moción de censura obtuvo más del 60% de los votos y la junta pudo continuar, pese al castigo cosechado, porque los estatutos requerían una mayoría de dos tercios.
Tampoco tiene importancia alguna que el expresidente del club se dedique ahora a la política. Como mucho, se trata de una salva de fogueo, absolutamente previsible, que el interesado dispara al aire para distraer la atención. Porque la verdad sea dicha, si lo que dice la auditoría es cierto (y en teoría debe serlo) habría que tener mucha cara para estar orgulloso de ello.
Quede claro que no es descartable que a Joan Laporta le estén haciendo la cama por el daño electoral que puede hacerle a otros partidos. Pero en ese caso, el mismo Laporta habría proporcionado mucha munición a esos supuestos enemigos. Todo ello sin contar con que, incluso sin escándalos, sus perspectivas políticas no son para tirar demasiados cohetes. Naturalmente, ponemos el adjetivo "presunto" a lo que haga falta, pero también queremos recordar que hay cosas que pueden no ser delito, pero que no hacen precisamente bonito.
No, lo realmente singular es que el fútbol se deje de tópicos sobre la pelota que entra o no entra y ponga sobre la mesa cómo se gestionan entidades que mueven montañas de dinero. No lo decimos por cuestiones de simbolismo o de sentimientos. Es que si ciertas prácticas habituales en el mundo deportivo se realizaran en una empresa normal y corriente, los responsables tendrían serios problemas.
No lo decimos tanto por los abusos en viajes, comilonas y juergas diversas, algunas de las cuales documentadas incluso gráficamente. Es que hay cosas que no tienen justificación alguna, tengan o no soporte documental. ¿Puede o debe gastarse un club de fútbol tres millones de euros en detectives privados? Y lógicamente, ¿para qué? ¿Para espiar a periodistas o a opositores?
Puede entenderse que el club tenga algunas obligaciones protocolarias, pero ¿necesita gastarse 20.000 euros por partido en cátering en el palco o comprar miles de entradas para un concierto sin que se sepa a quien se han regalado (que no eran los socios, como es de imaginar)?
Y así hasta el infinito. Estamos de acuerdo en que un fichaje futbolístico puede salir rana e incluso en que las reglas comerciales de este mercado sean peculiares. Pero gastarse el dinero de la entidad para fines particulares o inconfesables o comprar terrenos sobrevalorados a sabiendas entran en otra categoría. No es que dichas cosas no hagan bonito, que no lo hacen. Es que la administración desleal es perseguible y punible. Hasta la fecha, nunca una entidad deportiva había tirado de la manta hasta este extremo. De ahí que la decisión sea histórica, con independencia del resultado final que tenga el trámite judicial.
divendres, d’octubre 22, 2010
Sociovergència al Baix Penedès?
Fa dies que la cosa sura a l’ambient. Hi ha una mena de flirteig que fa algun temps que dura, però que s’ha intensificat a les acaballes de l’estiu que ens acaba de deixar. El festeig s’ha fet visible fins i tot en alguns actes públics, per poc que algun assistent amb una curiositat raonable hagi afinat l’ull o l’oïda. Socialistes i convergents, convergents i socialistes, s’han començat a estimar al Baix Penedès. I d’aquí a parlar d’una sociovergència comarcal després de les properes eleccions municipals, no hi ha hagut ni la passa que s’acostuma a dir que hi ha en aquests casos.
Si avui féssim una enquesta d’opinió seriosa al Baix Penedès, és molt possible que una majoria més que significativa de ciutadans aplaudissin una aliança de les dues principals forces polítiques del país. Motius per desitjar uns governs locals forts no en falten: el percentatge d’atur més alt de Catalunya, el territori destrossat per anys de culte al totxo, l’economia morta perquè no hi ha vida més enllà de la construcció...
Tampoc manquen raons sociopolítiques. L’auge i proliferació de moviments populistes, quan no directament d’extrema dreta xenòfoba, és alarmant en grau extrem. Els greus problemes del Baix Penedès no es resolen ni amb crides a la guerra santa ni fent funcionar els ajuntaments com a cases de barrets. No és gaire millor la fragmentació política dels ajuntaments, per la multiplicació de partits i partidets, molts d’ells formats per rebotats d’un altre partit o per rebotats de rebotats de...
Per això, les persones que ens considerem normals desitja-ríem que els grans partits facin per fi alguna cosa. Potser no és per tirar coets, però com a solució resulta infinitament millor que les alternatives que tenim a la vista.
Però a la vegada em permetran ser escèptic sobre tan nobles intencions. PSC i CiU, CiU i PSC, no s’estimen per bons sentiments sinó per por. Por, és clar, a una situació que se’ls escapa de les mans i en què està en joc el seu statu quo com a principals forces polítiques. A escala local, vull dir.
Ara seria molt fàcil esmentar la responsabilitat que uns i altres tenen en l’actual estat de coses. Perquè si certes boles s’han fet grosses ha estat perquè tots dos han fet molt el ruc, quan no han donat ales al que ara semblen blasmar, tot buscant el seu suport per aconseguir o retenir, per activa o fins i tot per passiva, aquesta o aquella alcaldia. En particular, fa com a mínim dues eleccions municipals que la sociovergència és aritmèticament possible als principals municipis del Baix Penedès. I tant socialistes i convergents com convergents i socialistes, han preferit, si els sortien els números, tenir altres suports. Només els ha interessat la sociovèrgència quan es quedaven fora del poder.
Malgrat tot, benvingut sigui el cop de cap, si tenen l’altura de mires per acabar-lo fent. Ah, si el fan perquè els números no els surten d’una altra manera, funcionarà igual però no valdrà tant la pena. L’oportunitat és històrica, però està per veure si tindran la grandesa que molts esperem d’ells.
Publicat el 22-20-2010 al setmanari "El Tres de Vuit"
Si avui féssim una enquesta d’opinió seriosa al Baix Penedès, és molt possible que una majoria més que significativa de ciutadans aplaudissin una aliança de les dues principals forces polítiques del país. Motius per desitjar uns governs locals forts no en falten: el percentatge d’atur més alt de Catalunya, el territori destrossat per anys de culte al totxo, l’economia morta perquè no hi ha vida més enllà de la construcció...
Tampoc manquen raons sociopolítiques. L’auge i proliferació de moviments populistes, quan no directament d’extrema dreta xenòfoba, és alarmant en grau extrem. Els greus problemes del Baix Penedès no es resolen ni amb crides a la guerra santa ni fent funcionar els ajuntaments com a cases de barrets. No és gaire millor la fragmentació política dels ajuntaments, per la multiplicació de partits i partidets, molts d’ells formats per rebotats d’un altre partit o per rebotats de rebotats de...
Per això, les persones que ens considerem normals desitja-ríem que els grans partits facin per fi alguna cosa. Potser no és per tirar coets, però com a solució resulta infinitament millor que les alternatives que tenim a la vista.
Però a la vegada em permetran ser escèptic sobre tan nobles intencions. PSC i CiU, CiU i PSC, no s’estimen per bons sentiments sinó per por. Por, és clar, a una situació que se’ls escapa de les mans i en què està en joc el seu statu quo com a principals forces polítiques. A escala local, vull dir.
Ara seria molt fàcil esmentar la responsabilitat que uns i altres tenen en l’actual estat de coses. Perquè si certes boles s’han fet grosses ha estat perquè tots dos han fet molt el ruc, quan no han donat ales al que ara semblen blasmar, tot buscant el seu suport per aconseguir o retenir, per activa o fins i tot per passiva, aquesta o aquella alcaldia. En particular, fa com a mínim dues eleccions municipals que la sociovergència és aritmèticament possible als principals municipis del Baix Penedès. I tant socialistes i convergents com convergents i socialistes, han preferit, si els sortien els números, tenir altres suports. Només els ha interessat la sociovèrgència quan es quedaven fora del poder.
Malgrat tot, benvingut sigui el cop de cap, si tenen l’altura de mires per acabar-lo fent. Ah, si el fan perquè els números no els surten d’una altra manera, funcionarà igual però no valdrà tant la pena. L’oportunitat és històrica, però està per veure si tindran la grandesa que molts esperem d’ells.
Publicat el 22-20-2010 al setmanari "El Tres de Vuit"
dijous, d’octubre 21, 2010
¿A quién se encomienda Zapatero?
No es fácil hacer una lectura de la remodelación del Gobierno. Cada uno de los ceses y de los nombramientos parede obedecer a un motivo diferente. Puede parecer que Zapatero se ha encomendado a la experiencia y capacidad de comunicación de Rubalcaba. O a las tablas de Jáuregui. Pero también parece un guiño a la izquierda, no exento de nombramientos que sólo se explican por el buenismo paritario. Por ello, la pregunta es obvia: ¿A quién, o a qué, se ha encomendado Zapatero?
Como se preveía, el presidente del Gobierno ha aprovechado la vuelta de Celestino Corbacho a la política catalana para afrontar una remodelación a fondo de su Ejecutivo. Razones para ello no le faltaban. No porque hubiera ministros más o menos quemados, sino porque el Gobierno transmitía una imagen de parálisis y desconcierto. No es superfluo añadir que, mientras ello ocurría, Zapatero mantenía en cierto ostracismo a ministros veteranos que, como el ahora ascendido Rubalcaba, transmitían si no confianza, al menos sí seriedad.
Es posible que la "rehabilitación" de Rubalcaba se deba más a su capacidad de pegarse con la oposición que a su credibilidad y prestigio personal, que no le discuten ni sus adversarios. En todo caso, a Zapatero le irá muy bien tener como escudero a un vicepresidente que no sólo es bien valorado por los ciudadanos, sino que sabe plantar cara y encima no cae antipático. María Teresa Fernández de la Vega había perdido precisamente buena parte de esas cualidades.
El "ascenso" de Leire Pajín a un ministerio o el traslado de Trinidad Jiménez a Exteriores responden claramente, sin embargo, a la promoción de elementos fieles personalmente al propio Zapatero. Contra todo lo que haga falta (sostenella y no enmendalla), por más señas. No existe otra explicación a la mejora de cartera para Jiménez, tras haber sufrido un revolcón político de primera magnitud.
La desaparición o absorción de los ministerios de Igualdad y de Vivienda, por su parte, no tiene mayor relevancia política que la meramente administrativa. Por mucha importancia que se les quisiera dar, no se trataba de hitos de la política contemporánea. Y si no les llamamos ministerios-florero es porque al ser mujeres sus titulares, seríamos tildados de machistas, que no es el caso.
Finalmente, ¿puede considerarse un guiño a la izquierda el nombramiento de una exdirigente de Izquierda Unida como Rosa Aguilar? Puede que sí, pero en ese caso, cabe recordar como ha salvado el PSOE los presupuestos para 2011: pactando con la derecha nacionalista del País Vasco y la regionalista de Canarias. Si hay guiño será a los votantes de izquierda. Se supone.
En definitiva, que Zapatero ha decidido que se va a la guerra con todo lo que tiene a mano, que es como hay que ir a la guerra por cierto, pero sin importarle que los medios sean coherentes entre sí. La sensación de que se trata únicamente de aguantar como sea hasta el final de la legislatura, dentro de año y medio, no puede ser más manifiesta. Como sea incluye al parecer contentar a tirios y a troyanos, de forma exhuberante en algunos casos. Baste con decir que va a pilotar la reforma laboral un ministro que el día de la huelga general se manifestó contra ella. Si ésto no es un bandazo, ¿qué es entonces?
Como se preveía, el presidente del Gobierno ha aprovechado la vuelta de Celestino Corbacho a la política catalana para afrontar una remodelación a fondo de su Ejecutivo. Razones para ello no le faltaban. No porque hubiera ministros más o menos quemados, sino porque el Gobierno transmitía una imagen de parálisis y desconcierto. No es superfluo añadir que, mientras ello ocurría, Zapatero mantenía en cierto ostracismo a ministros veteranos que, como el ahora ascendido Rubalcaba, transmitían si no confianza, al menos sí seriedad.
Es posible que la "rehabilitación" de Rubalcaba se deba más a su capacidad de pegarse con la oposición que a su credibilidad y prestigio personal, que no le discuten ni sus adversarios. En todo caso, a Zapatero le irá muy bien tener como escudero a un vicepresidente que no sólo es bien valorado por los ciudadanos, sino que sabe plantar cara y encima no cae antipático. María Teresa Fernández de la Vega había perdido precisamente buena parte de esas cualidades.
El "ascenso" de Leire Pajín a un ministerio o el traslado de Trinidad Jiménez a Exteriores responden claramente, sin embargo, a la promoción de elementos fieles personalmente al propio Zapatero. Contra todo lo que haga falta (sostenella y no enmendalla), por más señas. No existe otra explicación a la mejora de cartera para Jiménez, tras haber sufrido un revolcón político de primera magnitud.
La desaparición o absorción de los ministerios de Igualdad y de Vivienda, por su parte, no tiene mayor relevancia política que la meramente administrativa. Por mucha importancia que se les quisiera dar, no se trataba de hitos de la política contemporánea. Y si no les llamamos ministerios-florero es porque al ser mujeres sus titulares, seríamos tildados de machistas, que no es el caso.
Finalmente, ¿puede considerarse un guiño a la izquierda el nombramiento de una exdirigente de Izquierda Unida como Rosa Aguilar? Puede que sí, pero en ese caso, cabe recordar como ha salvado el PSOE los presupuestos para 2011: pactando con la derecha nacionalista del País Vasco y la regionalista de Canarias. Si hay guiño será a los votantes de izquierda. Se supone.
En definitiva, que Zapatero ha decidido que se va a la guerra con todo lo que tiene a mano, que es como hay que ir a la guerra por cierto, pero sin importarle que los medios sean coherentes entre sí. La sensación de que se trata únicamente de aguantar como sea hasta el final de la legislatura, dentro de año y medio, no puede ser más manifiesta. Como sea incluye al parecer contentar a tirios y a troyanos, de forma exhuberante en algunos casos. Baste con decir que va a pilotar la reforma laboral un ministro que el día de la huelga general se manifestó contra ella. Si ésto no es un bandazo, ¿qué es entonces?
dijous, d’octubre 14, 2010
Se nos había afinado el paladar
La crisis había disparado el consumo de marcas blancas. Pero las cifras récord conseguidas en este segmento comienzan a desandar su espectacular crecimiento. Las explicaciones de los expertos son exhuberantes, pero acaba concluyéndose que la bonanza anterior nos había afinado el paladar como nunca.
Hay explicaciones técnicas que son de "pa sucat amb oli", como se dice en catalán. Sesudos expertos en consumo aducen que lo de las marcas blancas no ha sido fruto de la crisis, sino de que a todos nos dio por probar algo diferente. Más claro no puede estar: el caviar acaba aburriendo.
Pero la realidad tal vez sea otra. Las marcas blancas se han visto espoleadas por un súbito descenso del poder adquisitivo de muchas familias. En el período anterior a la crisis se estiró más el brazo que la manga. Ahora, hay que hacer frente a los créditos con que mayoritariamente se financió aquella alegría, pero donde entraban dos buenos sueldos, ahora entra uno, posiblemente disminuido, un subsidio a penas mileurista o directamente nada. Y toca recortar gastos domésticos.
Además, el peso de la alimentación ha disminuido en el gasto familiar, pero no porque nos hayamos puesto a dieta, sino porque gastamos más que antes en telecomunicaciones o viajes. Ahí también se nos ha afinado el paladar: en otras palabras, nos hemos acostumbrado a cierto estilo de vida en el que nos resulta difícil prescindir de la conexión a Internet o el telefóno móvil, o de las escapadas de fin de semana.
Una solución aparentemente fácil para que cuadraran los números era buscar ahorros a través de las marcas blancas. Que, por cierto, no son en absoluto sinónimo de mala calidad, aunque generalmente no lleguen al nivel de las marcas-marcas. Pero acostumbrados a la buena vida, si el caviar aburre, imagínense las sardinas de lata.
En definitiva, que todo ello, combinado con las ofertas que las marcas de siempre se han visto obligadas a hacer para no quedar descolgadas del mercado, ha resituado a las marcas blancas. Se trata de una pérdida de fuelle posiblemente puntual, aunque suma ya tres meses consecutivos.
Un factor añadido es que el dato se relaciona con una cierta recuperación de la confianza en la situación económica que, aunque muy fluctuante de mes en mes, se viene registrando en los últimos meses. No se queden con el dato del último mes, que fue negativo, sino que repasen de enero a ahora. Y sobre todo, comparen con el dato de hace un año. Además, no es necesario añadir que, aunque haya casos auténticamente dramáticos, y muchos, la economía sumergida ha vuelto por sus fueros. Y suerte que tenemos, dentro del mal asunto que es, de que sus frutos atenuen el impacto de lo que está ocurriendo. Un desastre siempre es mejor que una catástrofe.
Hay explicaciones técnicas que son de "pa sucat amb oli", como se dice en catalán. Sesudos expertos en consumo aducen que lo de las marcas blancas no ha sido fruto de la crisis, sino de que a todos nos dio por probar algo diferente. Más claro no puede estar: el caviar acaba aburriendo.
Pero la realidad tal vez sea otra. Las marcas blancas se han visto espoleadas por un súbito descenso del poder adquisitivo de muchas familias. En el período anterior a la crisis se estiró más el brazo que la manga. Ahora, hay que hacer frente a los créditos con que mayoritariamente se financió aquella alegría, pero donde entraban dos buenos sueldos, ahora entra uno, posiblemente disminuido, un subsidio a penas mileurista o directamente nada. Y toca recortar gastos domésticos.
Además, el peso de la alimentación ha disminuido en el gasto familiar, pero no porque nos hayamos puesto a dieta, sino porque gastamos más que antes en telecomunicaciones o viajes. Ahí también se nos ha afinado el paladar: en otras palabras, nos hemos acostumbrado a cierto estilo de vida en el que nos resulta difícil prescindir de la conexión a Internet o el telefóno móvil, o de las escapadas de fin de semana.
Una solución aparentemente fácil para que cuadraran los números era buscar ahorros a través de las marcas blancas. Que, por cierto, no son en absoluto sinónimo de mala calidad, aunque generalmente no lleguen al nivel de las marcas-marcas. Pero acostumbrados a la buena vida, si el caviar aburre, imagínense las sardinas de lata.
En definitiva, que todo ello, combinado con las ofertas que las marcas de siempre se han visto obligadas a hacer para no quedar descolgadas del mercado, ha resituado a las marcas blancas. Se trata de una pérdida de fuelle posiblemente puntual, aunque suma ya tres meses consecutivos.
Un factor añadido es que el dato se relaciona con una cierta recuperación de la confianza en la situación económica que, aunque muy fluctuante de mes en mes, se viene registrando en los últimos meses. No se queden con el dato del último mes, que fue negativo, sino que repasen de enero a ahora. Y sobre todo, comparen con el dato de hace un año. Además, no es necesario añadir que, aunque haya casos auténticamente dramáticos, y muchos, la economía sumergida ha vuelto por sus fueros. Y suerte que tenemos, dentro del mal asunto que es, de que sus frutos atenuen el impacto de lo que está ocurriendo. Un desastre siempre es mejor que una catástrofe.
dimarts, d’octubre 12, 2010
Zapatero está menos tocado de lo que parece
Quienes dan por acabado a Zapatero deberían meditar un poco sus pronósticos. El presidente del Gobierno ha salvado el envite de los Presupuestos para 2011 y ha salido relativamente poco tocado de la huelga general. Es más, aunque su "derrota" en las primarias socialistas de Madrid es sonora, puede que a largo plazo salga beneficiado. ¿Tocado Zapatero? Sí. Pero no muerto. Naturalmente, el PP sigue navegando con el viento a favor en todas las encuestas electorales, incluidas las del propio Gobierno, que acostubram a barrer para casa. El sondeo del diario "El País", poco sospechoso de ser próclive a la derecha, le otorga al partido de Rajoy una ventaja de casi 15 puntos.
Pero Zapatero parece ser uno de esos boxeadores que recibe una torta tras otra, y hasta muerde la lona por seguir el símil, pero siempre consigue levantarse, sacudir la cabeza y reincorporarse a la pelea. Esa habilidad para pasar la maroma sin caerse, o sin caerse del todo, no significa, obviamente, que sea el mejor presidente del Gobierno que podamos tener. Más bien transmite la impresión de todo lo contrario. Pero no se le puede negar capacidad de supervivencia.
Sin presupuestos para 2011, Zapatero se habría visto abocado sin remedio a avanzar las elecciones. Como explicamos hace poco, hay que aplicar nuevos recortes para continuar dentro del mecanismo de rescate de las economías europeas en apuros. Conseguir entrar en este salvavidas ya provocó meses atrás el célebre "tijeretazo" o "recortazo". Encima, el apoyo del PNV le ha salido a Zapatero relativamente barato.
La huelga general parecía que iba a acabar con un Gobierno contra las cuerdas. No es por abusar de los símiles pugilísticos, pero el Ejecutivo ahí sigue, contra las cuerdas, pero sin clavar la rodilla en tierra. El 29-S ha desgastado más a la imagen exterior de España (basta con ver la prensa internacional de ese día y el siguiente) que al propio Gobierno. Menuda paradoja.
Al final, la lucha en el partido socialista madrileño será lo que más daño le haga a Zapatero. No por el hecho en sí, sino porque ha puesto en carne viva la falta de autoridad del presidente del Gobierno. Ya no manda ni en su propio partido... Es más: el fenómeno Tomás Gómez indica que una parte de la militancia socialista, y por extensión del electorado del PSOE, ya no está con Zapatero. En Valencia, aunque con otro resultado, ha ocurrido algo parecido.
Puede que Tomás Gómez salga beneficiado de ello, ya que podría llegar a captar el voto de muchos descontentos que, en otras circunstancias, se abstendrían o votarían al PP por convicción sobre la necesidad de un cambio al precio que sea o simplemente por tocar las narices. Pero que se guarde bien las espaldas el señor Gómez: la última vez que un socialista, Josep Borrell, se impuso en unas primarias al aparato del partido, la cosa acabó como acabó.
Dicen que Zapatero se crece ante las dificultades, aunque pocas veces ha dado esta impresión. Tal vez por eso hay quien intenta moverle la silla, o al menos la candidatura a las elecciones que, en principio, deben celebrarse en 2012. También hay que decir que corren muchos rumores interesados, que la derecha mediática jalea con gran alegría. Pero si Zapatero desea dar un golpe de autoridad que le de alguna mínima credibilidad futura, le basta con anunciar que será el candidato de su partido en los próximos comicios. Al menos demostraría que manda en su casa.
Si no lo hace, será posiblemente por el temor de que le salga algún otro Tomás Gómez. Se ha especulado con algún fundamento de que el propio Gómez podría disputarle el liderazgo. Pero esto último depende de las elecciones a la Comunidad de Madrid. Si Gómez pierde, puede prepararse para lo que le va a caer encima, porque Zapatero, tocado, pero menos de lo que parece, ahí sigue. En caso contrario, nada es imposbile.
Esto último no es una historia de política ficción. Ni siquiera el relato unas trifulcas internas de un partido. Es el reflejo de como está liderando la crisis económica el presidente del Gobierno. Con bandazos constantes y ejercicios de funambulismo. Lo mejor que puede decirse de este estilo de llevar las cosas es que él al menos, y de momento, no se cae.
Pero Zapatero parece ser uno de esos boxeadores que recibe una torta tras otra, y hasta muerde la lona por seguir el símil, pero siempre consigue levantarse, sacudir la cabeza y reincorporarse a la pelea. Esa habilidad para pasar la maroma sin caerse, o sin caerse del todo, no significa, obviamente, que sea el mejor presidente del Gobierno que podamos tener. Más bien transmite la impresión de todo lo contrario. Pero no se le puede negar capacidad de supervivencia.
Sin presupuestos para 2011, Zapatero se habría visto abocado sin remedio a avanzar las elecciones. Como explicamos hace poco, hay que aplicar nuevos recortes para continuar dentro del mecanismo de rescate de las economías europeas en apuros. Conseguir entrar en este salvavidas ya provocó meses atrás el célebre "tijeretazo" o "recortazo". Encima, el apoyo del PNV le ha salido a Zapatero relativamente barato.
La huelga general parecía que iba a acabar con un Gobierno contra las cuerdas. No es por abusar de los símiles pugilísticos, pero el Ejecutivo ahí sigue, contra las cuerdas, pero sin clavar la rodilla en tierra. El 29-S ha desgastado más a la imagen exterior de España (basta con ver la prensa internacional de ese día y el siguiente) que al propio Gobierno. Menuda paradoja.
Al final, la lucha en el partido socialista madrileño será lo que más daño le haga a Zapatero. No por el hecho en sí, sino porque ha puesto en carne viva la falta de autoridad del presidente del Gobierno. Ya no manda ni en su propio partido... Es más: el fenómeno Tomás Gómez indica que una parte de la militancia socialista, y por extensión del electorado del PSOE, ya no está con Zapatero. En Valencia, aunque con otro resultado, ha ocurrido algo parecido.
Puede que Tomás Gómez salga beneficiado de ello, ya que podría llegar a captar el voto de muchos descontentos que, en otras circunstancias, se abstendrían o votarían al PP por convicción sobre la necesidad de un cambio al precio que sea o simplemente por tocar las narices. Pero que se guarde bien las espaldas el señor Gómez: la última vez que un socialista, Josep Borrell, se impuso en unas primarias al aparato del partido, la cosa acabó como acabó.
Dicen que Zapatero se crece ante las dificultades, aunque pocas veces ha dado esta impresión. Tal vez por eso hay quien intenta moverle la silla, o al menos la candidatura a las elecciones que, en principio, deben celebrarse en 2012. También hay que decir que corren muchos rumores interesados, que la derecha mediática jalea con gran alegría. Pero si Zapatero desea dar un golpe de autoridad que le de alguna mínima credibilidad futura, le basta con anunciar que será el candidato de su partido en los próximos comicios. Al menos demostraría que manda en su casa.
Si no lo hace, será posiblemente por el temor de que le salga algún otro Tomás Gómez. Se ha especulado con algún fundamento de que el propio Gómez podría disputarle el liderazgo. Pero esto último depende de las elecciones a la Comunidad de Madrid. Si Gómez pierde, puede prepararse para lo que le va a caer encima, porque Zapatero, tocado, pero menos de lo que parece, ahí sigue. En caso contrario, nada es imposbile.
Esto último no es una historia de política ficción. Ni siquiera el relato unas trifulcas internas de un partido. Es el reflejo de como está liderando la crisis económica el presidente del Gobierno. Con bandazos constantes y ejercicios de funambulismo. Lo mejor que puede decirse de este estilo de llevar las cosas es que él al menos, y de momento, no se cae.
dijous, de setembre 23, 2010
Elecciones en Catalunya (y 2)
Teníamos pendiente acabar de justificar por qué el segundo tripartito que está culminando su mandato no era tan nefasto como sus adversarios quieren hacer creer. Hay argumentos que permiten sustentar dignamente esta opinión, aunque la verdad sea dicha la cosa tampoco es que sea para tirar coetes. Visto como ha acabado, o como puede acabar todavía, el embrollo del Estatut, no resulta fácil atribuir el inicio de su despliegue al actual gobierno catalán. Pero la realidad también es la que es: ha habido avances de entidad, aunque lejos de las expectativas levantadas.
La nueva financiación autonómica es tal vez el ejemplo más palmario de ello. El sistema es mejor que el anterior, porque atribuye a la Generalitat (y al resto de comunidades, dato que no hay que desconocer) una mayor participación en la distribución de la cesta de impuestos. Pero ese es su principal hándicap, aunque por otra parte esté justificadísimo: el desplome de los ingresos fiscales se ha "comido" casi literalmente la financiación suplementaria conseguida.
De la disposición transitoria del Estatut que debía compensar la falta de inversión pública estatal en Catalunya durante un período de siete años, nunca más se supo. Mejor dicho, si algún lector tiene alguna noticia al respecto, podría tener el detalle de hacérnoslo saber. Le estaríamos muy agradecidos.
Sin embargo, el segunto tripartito ha sido capaz de sacar adelante medidas prácticas y de aplicación cotidiana en la vida de los ciudadanos, lejos de "logros" poco menos que metafísicos, como el principio de ordinalidad en el ejercicio de la solidaridad (que para más inri también se cargó el Tribunal Constitucional). Sin ir más lejos, el ejecutivo de José Montilla ha sido capaz de completar el despliegue de la policía autonómica en todo el territorio o de reducir de dos o tres años a tres meses las listas de espera quirúrgicas más escandalosas.
Este mismo gobierno ha más que duplicado la mayor parte de partidas de política social y ha construido cerca de 400 escuelas y de 300 guarderías. Pero también ha sabido lograr una serie de grandes pactos nacionales para asegurar políticas de largo recorrido en temas tan sensibles como la educación o la immigración. Sin embargo, su principal defecto ha sido no conseguir pactar a veces consigo mismo lo que conseguía acordar con la oposición.
El tripartito presidido por Montilla no ha llegado a los extremos de montaña rusa que caracterizaron al anterior ejecutivo liderado por Pasqual Maragall. Pero es evidente que no se ha tratado de un Gobierno que fuera a una. Los desmarques han sido frecuentes y no precisamente en cuestiones de segundo o tercer orden. La cultura de coalición es una asignatura difícil, pero los tres socios del ejecutivo catalán tampoco se han esmerado especialmente en aprobarla.
De ahí que al actual Gobierno le haya pasado lo mismo que a su predecesor: que el ruido ha ahogado el eco de sus logros. Un ruido que a veces ha sido provocado de mala fe por terceros, como comentábamos en una entrada anterior, pero que casi siempre ha encontrado alguna base (a veces mucha base) para sustentarse. La forma en que se gestionó la grave sequía de 2008 es un buen ejemplo de ello.
A Montilla y a sus consejeros les ha faltado capacidad de comunicación. Y eso que de portavoces han tenido un buen puñado. Tan equilibrados han querido ser en todo los miembros del tripartito-2 que se han repartido hasta la función de portavoz tras las reuniones gubernamentales. Ello no es malo por sí mismo, pero cuando un Gobierno tiene dificultades para hablar con una única voz... ¿Nos entienden, verdad?
La nueva financiación autonómica es tal vez el ejemplo más palmario de ello. El sistema es mejor que el anterior, porque atribuye a la Generalitat (y al resto de comunidades, dato que no hay que desconocer) una mayor participación en la distribución de la cesta de impuestos. Pero ese es su principal hándicap, aunque por otra parte esté justificadísimo: el desplome de los ingresos fiscales se ha "comido" casi literalmente la financiación suplementaria conseguida.
De la disposición transitoria del Estatut que debía compensar la falta de inversión pública estatal en Catalunya durante un período de siete años, nunca más se supo. Mejor dicho, si algún lector tiene alguna noticia al respecto, podría tener el detalle de hacérnoslo saber. Le estaríamos muy agradecidos.
Sin embargo, el segunto tripartito ha sido capaz de sacar adelante medidas prácticas y de aplicación cotidiana en la vida de los ciudadanos, lejos de "logros" poco menos que metafísicos, como el principio de ordinalidad en el ejercicio de la solidaridad (que para más inri también se cargó el Tribunal Constitucional). Sin ir más lejos, el ejecutivo de José Montilla ha sido capaz de completar el despliegue de la policía autonómica en todo el territorio o de reducir de dos o tres años a tres meses las listas de espera quirúrgicas más escandalosas.
Este mismo gobierno ha más que duplicado la mayor parte de partidas de política social y ha construido cerca de 400 escuelas y de 300 guarderías. Pero también ha sabido lograr una serie de grandes pactos nacionales para asegurar políticas de largo recorrido en temas tan sensibles como la educación o la immigración. Sin embargo, su principal defecto ha sido no conseguir pactar a veces consigo mismo lo que conseguía acordar con la oposición.
El tripartito presidido por Montilla no ha llegado a los extremos de montaña rusa que caracterizaron al anterior ejecutivo liderado por Pasqual Maragall. Pero es evidente que no se ha tratado de un Gobierno que fuera a una. Los desmarques han sido frecuentes y no precisamente en cuestiones de segundo o tercer orden. La cultura de coalición es una asignatura difícil, pero los tres socios del ejecutivo catalán tampoco se han esmerado especialmente en aprobarla.
De ahí que al actual Gobierno le haya pasado lo mismo que a su predecesor: que el ruido ha ahogado el eco de sus logros. Un ruido que a veces ha sido provocado de mala fe por terceros, como comentábamos en una entrada anterior, pero que casi siempre ha encontrado alguna base (a veces mucha base) para sustentarse. La forma en que se gestionó la grave sequía de 2008 es un buen ejemplo de ello.
A Montilla y a sus consejeros les ha faltado capacidad de comunicación. Y eso que de portavoces han tenido un buen puñado. Tan equilibrados han querido ser en todo los miembros del tripartito-2 que se han repartido hasta la función de portavoz tras las reuniones gubernamentales. Ello no es malo por sí mismo, pero cuando un Gobierno tiene dificultades para hablar con una única voz... ¿Nos entienden, verdad?
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