L'autor va ser periodista fins al 1996, quan es va passar al bàndol dels gabinets de premsa. Va tenir una joventut dedicada a la poesia, però ja fa molt que es dedica a la prosa, abans periodística i ara no se sap ben bé. Aconsegueix pagar la hipoteca, menja calent cada dia i puja la família, que ja és molt. Té la molesta mania d'escriure sobre política i economia, preferentment amb la baioneta calada.
dilluns, de març 30, 2009
El sistema modélico se cobra su primera víctima
La crisis se ha cobrado su primera víctima en el sistema bancario puesto como modelo de solidez para el mundo mundial. Pero la intervención de Caja Castilla-La Mancha es sólo la punta del iceberg de las graves tensiones que afectan a muchas otras entidades. La situación es muy delicada y las posibles sorpresas, de alcance casi inimaginable. Y sólo queda la duda de si hay problemas que se intentan ocultar para no desatar el pánico o como consencuencia, indeseable pero coherente, de haber dado garantías que pueden acabar siendo inasumibles.
Hacía semanas que se veía venir el trompazo. Hasta podía darse por descontado que la primera víctima sería una caja, porque el sector había puesto mucho más el cuello incluso que los bancos en la euforia constructora de los últimos años. Y porque, no hay que olvidarlo, el control político, directo o indirecto, conlleva desde muy antiguo toda suerte de pecados y pecadillos de lo más diverso. Cuando no hay accionistas a los que darles cuenta de nada...
Que la entidad caida sea ésta y no otra es meramente circunstancial. Con la conocida excepción de Caja Madrid, en la que hay una lucha a muerte por controlarla (señal que no estará tan mal), la mayor parte de gobiernos autonómicos está buscando componendas para salvar de la debacle a entidades con sede o raíces en sus territorios.
En el peor de los casos, lo ocurrido con la entidad manchega ilustra que ni el control político basta para que el resto de cajas quiera quedarse con el muerto. Ni gratis ni siquiera cobrando por ello. Muy mal tienen que estar las cosas...
Nos dicen que se trata de un problema de desconfianza. De que nadie sabe qué esqueletos guarda en el armario cada cual. Y que así es imposible que las entidades se presten dinero entre ellas para reactivar la rueda financiera. O que acepten fusiones a precio cero que pueden ser regalos envenenados. Es normal que desconfíen y no sólo porque quién va a saber mejor cómo están realmente las cosas. Es que a los directivos les ha de costar horrores imaginarse que alguien deje la poltrona tan fácilmente. Si la mayor parte no se sueltan ni con aguarrás, aunque les esperaría una jubilación dorada, sin ninguna responsabilidad por el lío que han montado...
Hasta el Gobierno está atrapado por la situación y se ve obligado a participar de una especie de encubrimiento que, en otras circunstancias, podría llegar a comprenderse. La teoría de los males mayores acostumbra a ser tramposa, pero tampoco puede despreciarse completamente. Pero es más, decir la verdad es básico cuando se van a pedir actos excepcionales o grandes sacrificios y sólo puede existir alguna excepción para evitar un pánico. Otra cosa es que el pánico se use como pretexto para obviar los problemas, sobre todo cuando uno se ha equivocado tanto en un tema.
Sin embargo, no crean ustedes que el Gobierno hace reflexiones tan sesudas sobre cómo se deben gestionar situaciones difíciles. Qué va. El problema es que el Gobierno ha quedado atrapado en sus propios alegatos de que no pasaba nada y el sistema era modélico. Hasta en el mismo anuncio de la intervención se daba esa contradicción. Dijo Solbes que la caja intervenida era solvente, que su patrimonio neto es positivo y que no tiene agujeros. Bueno, pues qué suerte, considerando que el Gobierno ha acabado avalando el triple de la cifra en la que se estimaban sus “dificultades transitorias de liquidez”.
Pero el Gobierno es especialmente prisionero, entre otras cosas, de su promesa de garantizar los depósitos “urbi et orbe” de todo el sistema financiero español. Esa promesa, formulada para tranquilizar los ánimos, es ahora un boomerang peligrosísimo. Garantizar todos los depósitos hasta 100.000 euros por persona, cuenta y entidad, es comprometerse con el 98% de los ciudadanos, incluso aunque se diera el caso de que el 2% restante tenga más dinero que todos los demás.
En su día, dijimos que se trataba de un brindis al sol porque ya quisiera esa inmensa mayoría del 98% tener 100.000 euros en el banco que hubiera que garantizar. Pero hoy el problema es mayor. La garantía del Estado puede encajar una intervención. Puede que encaje dos, tres, cuatro o media docena. Pero hay que preguntarse cuántas de estas situaciones pueden encajarse. El drama está en que el sector financiero no está dispuesto a sanearse por sí mismo, pese a ser el principal culpable de lo que ocurre, y de momento, por mucho que algunos se propongan refundar el capitalismo, sin los bancos no vamos a ninguna parte.
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