Zapatero ha dado a su Gobierno un empujón claramente electoral. Pero no se trata de ganar oxígeno, ni de recuperar la iniciativa, ni de explicar mejor la gestión. Ni siquiera la noticia es que con esta remodelación se agotará la legislatura y que queda descartado un avance de las elecciones. La auténtica clave es otra. Zapatero ha optado por llamar a rebato a su electorado, nombrando a ministros que enfaden a la derecha y confiando en que dicha reacción movilice a los potenciales votantes socialistas.
Este análisis encuentra su prueba del nueve en el nombramiento del menos político de los nuevos ministros, el titular de Sanidad, Bernat Sòria. Nadie discute los méritos científicos de Sòria, pero es una incógnita como administrador de un departamento de tales dimensiones y responsabilidades. El propio interesado ha confesado en público que poco va a poder hacer en ocho meses. Y por lo que respecta a lo de incorporar independientes, todos los partidos pueden explicar historias sobre los pocos réditos electorales que aportan, por no hablar de los que salen rana, y sobre lo cortas que resultan dichas operaciones en términos de imagen, que a veces se limitan al mero anuncio del fichaje.
¿Por qué entonces Zapatero se mete en vereda nombrado a un ministro que poco aporta y que encima puede ser polémico? Pues precisamente por esto último. Bernat Sòria es un icono de la investigación con células madre, un tema que saca de quicio a la derecha episcopal, a buena parte de la derecha mediática y a una derecha política que se deja llevar, no siempre sinceramente. El cálculo es muy sencillo: cada exabrupto que la conferencia episcopal dedique al nuevo ministro de Sanidad pueden ser unos cientos de miles de votos de electores que, sin comulgar necesariamente con el PSOE, quieran “frenar a la derecha”.
Los obispos no han tardado en caer en la trampa. A las pocas horas de la toma de posesión de los nuevos ministros, tildaban a Sòria de peligro para la sociedad. Naturalmente, es imposible calcular en votos contantes y sonantes el precio de la frasecita. Pero si lo que Zapatero buscaba era este tipo de cuerpo a cuerpo, no ha podido empezar con mejor pie. En todo caso, no cabe olvidar que en la conferencia episcopal hay elementos, incluido su portavoz, que pertenecen a esa peculiar categoría de personas que no se conforman con un desastre normal y corriente cuando pueden conseguir una auténtica catástrofe.
Por otra parte, nombramientos como los de Carme Chacón están destinados claramente a atraer sectores de votantes claves para una victoria electoral. En particular, a reforzar el voto socialista en Catalunya. No se trata ya de lo que se haya quemado Zapatero ramoneando con el Estatut. Es que sin el millón y medio de votos que consiguió en las cuatro circunscripciones catalanas en 2004, difícilmente habría llegado a la presidencia del Gobierno.
Lo de César Antonio Molina es más bien un guiño cualitativo al mundo cultural. ¿Cuantos votos aportan los llamados por el PP “artistas pancarteros”? No muchos. Pero mientras la derecha no tiene mala conciencia alguna en relación al mundo intelectual, la izquierda sí. Digamos que el intento de contentar a “los artistas” persigue más bien evitarse críticas a diario en las secciones de opinión de los periódicos.
Mucha mayor trascendencia política tiene la operación para respescar a José Bono. Con ella, Zapatero se mete en la lucha por robar votos directamente al PP en lugar de recuperarlos de la abstención. El exministro de Defensa tiene su gancho y su carisma y, en particular, el don de poder arrastrar votos de procedencias diversas. Lógicamente, lo de Toledo, una circunscripción de relativo poco peso, es lo de menos. El titular de “Vuelve Bono” se dirige a toda España.
Zapatero tiene sus razones para actuar en este sentido. Ha constatado que el Partido Popular cuenta con una base electoral excepcionalment firme. Una base que no se resquebraja, ni mucho menos se destruye, por muchas tonterías que digan y hagan los Acebes y Zaplanas o por muchos debates que se le ganen a Rajoy. Las últimas elecciones municipales son un buen ejemplo de ello.
Otra cosa es que irritar y hasta enfurecer al electorado pueda tener un efecto contrario al deseado. A los socialistas les salió muy bien aquello de que “si tu quieres, derrotaremos al PP”. Pero no hay que olvidar la historia del DVD que CiU usó en las pasadas elecciones catalanas. Las maldades del primer tripartito catalán eran tan evidentes que recordarlas resultó contraproducente. Pero en esto de la política cada uno juega con lo que tiene a mano. La solución definitiva, en marzo.
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