El nuevo Gobierno ha nacido cargado de simbolismos positivos, con los que estamos de acuerdo: que haya mayoría de mujeres, que haya mujeres en carteras de peso (más importante incluso que lo anterior), y que haya personas jóvenes. Dado las políticas anunciadas por Zapatero, bien está que se predique con el ejemplo.
Naturalmente, ahora están por ver los resultados. Zapatero ha demostrado tener una habilidad especial para lo bonito, pero sus resultados no siempre han sido indiscutibles. Lo importante no es que haya ministras, aunque el simbolismo no está mal, sino que haya ministras eficaces. Y lo decimos sabiendo que una mujer acaba teniendo que demostrar más que los hombres, o que las ministras con reputación de buenas gestoras son también las valoradas como “discretas”. Si lo primero es injusto, lo segundo es una cuestión de visibilidad que roza la categoría de versión blanda de la burka.
Lo mismo podría decirse de la juventud. Ya es hora de que la renovación generacional deje de ser un argumento vacío. Si se cree en las personas jóvenes, hay que darles juego efectivo y real. ¿No tienen experiencia? Es posible, pero todos hemos comenzado alguna vez en la vida, y en ese caso lo que cabe esperar, incluso exigir, es capacidad, preparación, entusiasmo y compromiso.
La juventud y la condición de mujer tienen ventajas objetivas. Hay que ponerlas al servicio público, no usarlas para conseguir una foto. En defensa del nuevo Ejecutivo, también hay que decir que Zapatero ha conseguido un grado de equilibrio notable, aunque, por definición, resalta lo nuevo. Sólo el tiempo dirá, sin embargo, si las apuestas de Zapatero eran para conseguir un Gobierno mejor o por estética.
Hay otros elementos cuando menos curiosos de la composición del nuevo Gobierno. Zapatero señaló, en su rueda de prensa en La Moncloa, que primero era el programa presentado en la investidura y que, tanto la estructura del Ejecutivo como los nombramientos, respondían a las políticas anunciadas. El enunciado es correctísimo, pero es obligatorio hacerse algunas preguntas elementales, dado que Zapatero ha prescindido de ministros de eficacia probada como Caldera, y a la vez ha mantenido al frente de Fomento a la responsable del desastre de Cercanías. O vistos los rifirrafes entre Solbes y Sebastián, que se produjeron antes incluso de la toma de posesión.
Al final, podría resultar que la foto tan laboriosamente conseguida no fuera más que un apaño territorial, aliñado con compromisos personales del presidente. Pero también hay que decir que haya una mujer ministra que sea un desastre sin precedentes forma parte de la normalidad que Zapatero dice buscar. En esa situación normal, a la que todavía no hemos llegado, no habrá tan sólo ministras de Defensa, sino que una mujer tendrá la oportunidad real de ser presidenta del Gobierno. Y hasta se podrá poner a un hombre al frente del ministerio de Igualdad sin que pase nada.
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