El final del verano llega cargado de negros nubarrones. Por seguir la metáfora, no se trata de dificultades entrevistas en el horizonte, sino realides presentes aquí y ahora que, en todo caso, tienden más bien a empeorar. Ya saben, estamos en un túnel a oscuras, sin el consuelo de esa lucecita del fondo que indica que, aunque falte, nos vamos acercando a la salida. Todo ello ocurre, lirismos a parte, porque a la actual crisis le ha pasado lo peor que le puede pasar a cualquier crisis: que se nos escape completamente de las manos.
Y no es porque ahora lo diga Rajoy. Que a Zapatero se la ha ido la crisis de las manos es una conclusión a la que hace meses que ha podido llegar cualquier espectador desapasionado. Bien es verdad que no toda la culpa del Gobierno. La economía no solo es global, sino que hemos cedido soberanía económica, no sin buenas razones, y el margen de maniobra es más limitado. Hoy, por ejemplo, son imposibles medidas de política monetaria que no eran sino recursos socorridos, pero cuya eficacia todavía sorprende muchos años después.
Tampoco hay que obsesionarse con la cascada de malos datos económicos. Ciertamente, desayunarse cada día con otro mal dato contribuye a esa sensación de que la cosa va a peor y no se le ve final. Y también es evidente que cada indicador con resultado negativo da para las correspondientes pedradas. Pero si decimos que no hay que obsesionarse, que no quiere decir no preocuparse, es porque la acumulación de malas noticias es consustancial a cualquier crisis.
No, el problema no es que el margen sea escaso, porque ese terreno de juego no es de ayer, ni que las crisis sean más psicológicas que reales. El problema es que no se tenga cintura para afrontar el problema. Es difícil valorar objetivamente si el tiempo que perdió el Gobierno con maniobras semánticas para negar que hubiera crisis ha influido en la marcha de las cosas. Decirlo es más fácil que demostrarlo. Pero en esta vida hay infinidad de cosas, como no reaccionar a tiempo ante un problema, que puede que no estén mal, pero que sin duda no hacen bonito.
Tampoco sirve de consuelo recordar que un período electoral, como el de hace unos meses, no era el más apropiado para que se reconociera la existencia de una crisis y se tomaran las medidas oportunas. Sin embargo, eso mismo podría decirse de cualquier partido que estuviera en el gobierno en un momento delicado y, por lo tanto, mucha de la palabrería arrojada contra Zapatero es de un cinismo sonrojante.
Zapatero, como hemos dicho en otras ocasiones, no es tan mal gobernante como algunos se empeñan en querer demostrar. Sin embargo, es notoria su incomodidad, por llamarla de alguna forma, en las dificultades. Pero en el gobierno se está a las duras y a las maduras y es en las primeras donde se muestra que se tiene liderazgo.
El PSOE ganó las elecciones con claridad y, dadas las singulares características de la anterior legislatura, no se trató de una simple victoria más. Hoy, ese capital político ganado en las urnas está poco menos que dilapidado en su integridad, incluso en lo que pudiera representar fuera de las fronteras de España. Zapatero nunca ha disfrutado de una gran imagen internacional, pero la forma en que ha sido crucificado por la prensa extranjera, con un grado de crueldad y hasta de desprecio que nunca se había visto hasta ahora. Y es más, no puede ser más significativo que los medios españoles más cercanos al partido socialista hayan calificado de patética la actuación del gobierno ante la crisis.
No obstante todo lo expresado aquí, el auténtico problema no es que el gobierno no tenga margen de maniobra ni que se lo haya gastado en medidas populistas. Ni siquiera que prefiera, como todo hijo de vecino, las situaciones cómodas. El auténtico problema es que Zapatero sigue pensado, pese a un mínimo propósito de enmienda, que lo que tiene por resolver es un problema político y no uno económico.
Hasta la fecha, el presidente de Gobierno sólo ha reaccionado al compás de las encuestas electorales, no de los indicadores negativos. Y tal vez por querer resolver el problema a base de palabras ha presentado como nuevas algunas propuestas tan viejas como nuestra democracia. En definitiva, no es que Zapatero no sepa resolver el problema. Es que se equivoca de problema.
3 comentaris:
¿Cuantas veces habremos oido aquello de que un economista es aquella persona que mejor explica lo que ha pasado pero es incapaz de avanzar lo que sucederá?. Pues eso, cuantos economistas i demas istas no habra en el gobierno.... ( incluso en problable que todos cobren). A tenor de lo visto, solo caben dos posibilidades: que haciendo buena la máxima anterior, nadie haya sido capaz de ver lo que se avecinaba y actuaron como si nada, "regalando" 2.500 euros por nuevo hijo y 400 ( todavia no me lo creo)a los asalariados a cta. del IRPF. Todo lo caul seria fruto de la falta de previsión e ignorancia; o lo que es peor, sabiéndolo, actuaron irresponsablemente ( para ganar las elecciones) y escondieron lo que nos esperaba e incluso durante mucho tiempo despues, las palabras que definian lo que estaba pasando que era y es CRISIS y EMPOBRECIMIENTO
Bon comentari. Només una cosa: l'economista no era qui pronosticava que passaria i desprès explicava perquè no havia passat?
Segur que deu ser com tu dius. Ara, al final el que esta clar es que,
com mes curts siguen els marges de maniobra menys responsabilitat es podrà exigir ( també d'aplaudir quant la cosa va be, clar). Això si:"Ti pongas como ti pongas",
a perdre, sempre els mateixos.
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