Gasolina al fuego (3)
Nada más lejos de nuestro ánimo que prolongar un tema más allá de lo estrictamente necesario, pero creemos necesario hacer una tercera aportación (que no sera la última) a la controversia sobre las emergencias y los medios para combatirlas. En todo caso, no resultan inoportunos tales comentarios, cuando el fuego vuelve a arrasar miles de hectáreas y se ha llevado por delante dos nuevas vidas.
Comencemos por aquello tan bienintecionado, pero frecuentemente estéril, de que los incendios se apagan en invierno. Ya nos manifestamos en el sentido de que la prevención, por estos pagos, no pasa de las buenas palabras y, en este sentido, tendríamos que plantear si la gestión forestal de nuestros bosques es la más adecuada.
En relación a los medios, queremos añadir si el problema no es más su adecuación que su cantidad. Por poner un ejemplo que permita entender lo que queremos decir: ¿son necesarios más helicópteros e hidroaviones o que los existentes puedan actuar por la noche, cuando, al bajar la temperatura y el viento y subir la humedad, los incendios son más fáciles de controlar? Igual nos tildan de demagogos, pero si los aviones militares pueden lanzar un mísil y hacerlo entrar por la ventana de un edificio, desde cien kilómetros de distancia y en plena oscuridad o en medio de un tornado...
Otrosí sobre los medios. ¿Por qué cuesta tanto movilizar al Ejército en caso de emergencia? ¿Y por qué, cuando se toma la decisión, éste es tan lento en ponerse en marcha? Comprendemos que durante la Transición diera reparo ver vehículos y uniformes militares fuera de los cuarteles. Pero a estas alturas, cuando las fuerzas armadas son casi una ONG que actúa en todo tipo de labores que poco tienen a ver con la guerra, no tiene demasiado sentido que hagan tal cosa en medio mundo y que no lo hagan en su propia casa. Y sobre la lentitud, nos permitiremos un poco más de demagogia: si podemos enviar tropas a la otra punta del mundo en 24 horas, no puede ser que el permiso para que el Ejército intervenga en una emergencia en nuestro país no llegue hasta al cabo de como mínimo tres días; es decir, cuando la situación, frecuentemente, ya ha pasado.
Podemos hablar de medios, pero también de métodos. En otras ocasiones hemos recogido opiniones de los sindicatos representativos de los agentes forestales de Catalunya, que criticaban el uso en incendios forestales de métodos de lucha contra los incendios urbanos. Al fuego sólo le echamos agua, sea desde tierra o desde el aire, mientras que sistemas tradicionales como los cortafuegos o los contrafuegos, que no siendo fáciles de ejecutar podían ser muy eficaces, a penas se ponen en práctica hoy en dia.
En general, vemos escasa imaginación en aprovechar en situaciones de emergencia todas las posibilidades que nuestra sociedad tiene. Hablábamos, lìneas atrás, de las fuerzas armadas. Generalmente, consideramos que lo que pueden aportar es “mano de obra “, pero sobre todo movilidad, en particular medios de transporte que llegan a donde el resto no puede. ¿Se podria hacer algo más en este terreno? Bastaría con contestar a algunas sencillas preguntas. ¿Alguien sabe que nuestros aviones de combate F-18 son tan versátiles que en California los usan para apagar incendios? ¿Nadie ha pensado en usar helicópteros militares, con el equipo correspondiente y el adecuado entrenamiento de la tripulación? Afin de cuentas, cualquier unidad, no necesariamente demasiado grande, dispone de más helicópteros que cualquier comunidad autónoma. Y aunque el entrenamiento para la guerra no es seguramente el mismo que para hacer de bombero, también suponemos que sería más rentable volar para apagar un incendio que dar vueltas tontas por ahí para cumplir las horas mínimas de vuelo.
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