Gas Natural ha tirado la toalla. La alemana E.ON se convertirá, salvo sorpresas de última hora, en la nueva propietaria de la primera eléctrica española Endesa. Con ello se pone fin a un culebrón que ha durado año y medio. Gas Natural acaba cediendo por no querer mejorar su oferta, que se quedaba notablemente atrás de lo ofrecido por E.ON y de la valoración actual de Endesa en el mercado bursátil. Es decir, se retira por motivos meramente económicos. Pero toda esta historia ha estado politizada de principio a fin.
La trama argumental de esta OPA es tan complicada que hasta su propio final puede resultar enrevesado. El equipo directivo de Endesa se encomendó a E.ON para salvar sus poltronas y el conglomerado energético alemán puso sobre la mesa una oferta irrebatible. Sin embargo, cabe preguntarse si E.ON va a mantener idéntica generosidad una vez libre de la presión de Gas Natural. Y otrosí. Hasta la fecha, Endesa navegaba a toda máquina en el mercado gracias a una pugna que pasa a mejor vida. Y falta ver que ocurre con Acciona, que acudió a pescar al río revuelto y posee hoy el 20% de Endesa, lo que podría constituir una “minoría de bloqueo” que frene a E.ON.
Entre una cosa y la otra, aún tendremos que ver como a Manuel Pizarro y compañía el tiro les acaba saliendo por la culata. No sería extraño, dada la acumulación de despropósitos e insensateces que adornan esta historia. Pero dadas las danzas y las contradanzas vividas, incluido el presunto tráfico de información confidencial, tememos estar más bien ante una escenificación teatral con un guión milimetrado, cuando no ante una camama.
Pero todas estas consideraciones, teatro incluido, no trascienden de lo exclusivamente económico. Y la OPA ahora en fase resolutiva ha tenido un componente político fuera de cualquier consideración lógica. El presidente de la Generalitat, José Montilla, hablaba esta semana de operación contra Catalunya. Sí y no.
Nunca cabe esperar mucho de quienes prefieren una empresa alemana a una catalana. De quienes creen que si un negocio llega desde Catalunya es una invasión, pero que si lo hace desde Alemania es lo más normal del mundo. O de quienes afirman, como Esperanza Aguirre, que Catalunya no forma parte del “territorio nacional”. Pero también cabe plantearse si la acogida que la OPA de Gas Natural recibió, habría sido la misma si no hubiera coincidido en el tiempo con la tramitación del nuevo Estatuto de Catalunya.
Pero la cuestión puede plantearse también al revés. Endesa y la derecha política y mediática se envolvieron con la bandera, unos para no perder la silla y los otros para quemar al Gobierno con el pretexto de la supuesta destrucción de España. Pero posiblemente Gas Natural erró no sólo en elegir un momento poco propicio, sino en plantear una OPA de gran alcance como un negociete de caja de ahorros de pueblo. La escena grotesca del directivo hablando en un castellano innenarrable no puede ser más ilustrativa: ¿con todo el dinero que había en juego, nadie fue capaz de escribirle el discurso, y hasta hacérselo ensayar, para que no metiera la pata?
No se confunda lo que queremos decir. Nadie es culpable de nada por tener su sede social en Barcelona y a cualquier persona informada le da risa pensar que la gasista aliente pretensiones independentistas radicales. El error de Gas Natural es haber sobrevalorado lo que significa tener detrás a una entidad como la Caixa. Este episodio ha confirmado que la caja catalana, que controla multitud de intereses en los sectores más diversos, es poderosísima, pero no todopoderosa. Ahora hemos descubierto que la inmensa mayoría de españoles, no sólo catalanes, desayunamos, comemos y cenamos Caixa cada día, pero que en Europa existen fuerzas financieras más poderosas o al menos con mayor voluntad de poner el dinero encima de la mesa.
Endesa ha maniobrado con mucha habilidad en toda esta historia y ha contado con apoyos políticos inusitados. Pero no es menos verdad que Gas Natural buscaba un saldo y que los duros a cuatro pesetas, frase de origen catalán por más señas, hace tiempo que pasaron al baúl de los recuerdos.
Hay algo más que Gas Natural debiera tener en cuenta en la imprescindible autocrítica que debería realizar. E.ON es un gigante con tics monopolísticos y con un trato hacia sus clientes manifiestamente mejorable. Cuando provocó un apagón en nueve países por ahorrarse unos eurillos, dejó constancia fehaciente de cómo las gasta. En no pocos sitios añoran los monopolios estatales y hasta las empresas que les sucedieron y que fueron compradas por E.ON. Quién lo iba a decir. ¿Pero qué imagen resulta de vivir en un país en que el agua, la luz, el gas, la gasolina, los aparcamientos, los peajes de las autopistas, los centros comerciales y hasta los parques de atracciones, están en las mismas manos?
Por si la fama que le precede no fuera suficiente, pronto tendremos oportunidad de saber cómo funciona E.ON. Pero a Gas Natural, a Repsol o a Acesa ya las tenemos conocidas desde hace muchos años. No es que funcionen mal de ordinario. Es que basta con que caigan cuatro gotas para que su servicio sea tercermundista. Además, Endesa es un cuasimonopolio, pero al menos tiene la comptencia de Iberdrola. ¿Alguién quiere hacer el ejercicio intelectual de descubrir qué alternativas existen a Gas Natural? No se esfuerzen: sólo existe el butano, que pertenece a Repsol, la cual está también en el cotarro del fuel.
En definitiva, con E.ON vamos a sufrir lo malo y lo peor de un monopolio de alcance europeo. Pero el monopolio de E.ON no es peor que otros más cercanos. No hay que confundir la velocidad con el tocino, pero tampoco la seriedad, la eficacia y el buen servicio con el color de la bandera con que uno se envuelve.
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