El “reparto” de la futura terminal sur del aeropuerto de Barcelona no puede ser más decepcionante. Lo que se esperaba como una gran oportunidad para Catalunya ha sido reducida a lo de siempre por la lógica centralista de toda la vida. El ente público AENA lleva mucho tiempo apostando por Barajas como aeropuerto para viajeros de calidad y relegando al de Barcelona a la categoría de aeropuerto mochilero.
Naturalmente, esto no significa que el aeropuerto del Prat no sea rentable por sí mismo. Sin duda, es uno de los que mayores beneficios aporta a AENA. Otra cosa es que la “aportación” del Prat a la economía catalana en su conjunto sea manifiestamente mejorable.
Tal vez se estén mitificando en exceso los vuelos intercontinentales, que son, y seguirán siendo, la asignatura pendiente del aeropuerto de Barcelona. ¿Qué porcentaje del total de usuarios los tomarían, caso de haberlos en mayor cuantía que en la actualidad? Pero a la vez hay un hecho objetivo: una empresa extranjera interesada en instalarse en un país tiende a ubicarse donde hay vuelos directos con su país de origen.
Por otra parte, no podemos dejar de preguntarnos por qué se habían levantado tales expectativas de cambio y mejora para acabar con lo de siempre. Es decir, con Iberia. Es sorprendente el síndrome de Estocolmo existente con la antigua compañía de bandera. Claro que Iberia es la principal operadora en el Prat, pero su servicio es el que es. Y además no habría que olvidar que hace poco más de un año que Iberia decidió recortar drásticamente sus operaciones en Barcelona, traspasando algunas de ellas a una filial de bajo coste.
Lo que no se entiende, en todo caso, es que las decisiones de política aeroportuaria se ajusten al milímetro a los intereses comerciales de una compañía hoy en día absolutamente privatizada. Como hemos dicho en muchas otras ocasiones, no existe gran diferencia entre los antiguos monopolios públicos y los monopolios de facto que surgieron tras las privatizaciones de las grandes empresas del Estado.
¿Tiene alguna lógica “recompensar” con los mejores espacios de un aeropuerto a una compañía que no cree en él? ¿Hay que poner el futuro de una instalación en manos de quien sólo la quiere para acarrear pasajeros hacia los vuelos con base en otra parte? ¿Se acuerdan de cuando el gobierno catalán lanzaba admoniciones en el sentido de que si Iberia no creía en el Prat, el Prat dejaría de creer en Iberia, aludiendo directamente al futuro reparto de la terminal sur?
Son preguntas muy pertinentes, que no obtienen consuelo en las guindas que AENA ha lanzado para tranquilizar a Catalunya, a saber: que Iberia (y Spanair, la otra gran beneficiaria del pastel) puede pasar en cualquier momento a manos de otros grupos que aspiraban a la terminal sur y que pierde el monopolio sobre el puente aéreo. Lo mínimo que cabe decir de ambas perlas es que constituyen un insulto a la inteligencia.
Si tan claro está lo primero, puede plantearse la alternativa contraria: ¿por qué no asignar directamente la terminal a esas competidoras que se van a quedar con Iberia? No es demagógico planteárselo, es simplemente hacer la pregunta evidente sin necesidad de una excesiva mala intención.
Por lo que respecta al puente aéreo, nos preguntamos a qué monopolio se refieren. Por una parte, hay varias compañías que cubren la relación entre Barcelona y Madrid. Eso sí, sin la ventaja de contar con una terminal exclusiva. Pero por otra parte, si el grueso de las operaciones de Iberia va a trasladarse a la terminal sur, sería un perjuicio para la compañía tener sus vuelos divididos en dos terminales. Es decir, que “quitándole” la terminal del puente aéreo realmente le están haciendo un favor.
En todo caso, la “pérdida” de interés en el puente aéreo por parte de Iberia tiene un valor muy relativo, dada la inminente puesta en marcha del AVE Madrid-Barcelona. El puente aéreo ha sido un mercado cautivo durante más de 30 años, que toca a su fin de todas formas. Tanto Iberia como el resto de aerolíneas que operan el recorrido entre ambas capitales conocen perfectamente lo ocurrido en otros lugares: el tren de alta velocidad ha conquistado hasta al 80% del pasaje aéreo. Por ello, la actitud despreciativa de Iberia hacia el que ha sido históricamente su negocio más rentable se asemeja cada día más a la fábula de la zorra que no llegaba a las uvas, pero que decía que no las comía porque estaban verdes.
En definitiva, el reparto de la terminal sur del Prat ha sido un pésimo negocio, esperable pero no por ello menos malo. Que no les confunda la satisfacción expresada por patronales, sindicatos y parte de las fuerzas políticas. Todos esos agentes sociales y políticos están atados a las expectativas que ellos mismos habían levantado, incluidos plantes y supuestas demostraciones de fuerza. Su fracaso es evidente, pero no pueden permitirse reconocerlo.
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