La jornada electoral del domingo pasado no logró sorprendernos por su baja participación, que ya pronosticamos por anticipado. El baldón, más que sorpresa, de los comicios fueron los diferentes “éxitos” locales conseguidos por partidos xenófobos. Hay mucho que explicar acerca de las causas que han provocado ambos fenómenos. Pero, lamentablemente, los remedios son escasos.
Comencemos por el “éxito” racista. Lo ponemos entre comillas porque hay que reconocer una cosa: 17 concejales entre más de 8.000 electos en Catalunya no son lo que se dice una victoria resonante y espectacular. Otra cosa es que dicho resultado, allí donde localmente ha traspasado la categoría de anécdota, sea tan visible como un semáforo en rojo a oscuras.
El auge de la extrema derecha xenófoba tiene algunas causas comunes con la abstención o con el eco que encuentran partidos populistas como fue en su día el GIL de Marbella. El hartazgo de los electores hacia las prácticas políticas de los partidos tradicionales es una de ellas. Es cierto que el incremento del voto racista no se debe únicamente a este motivo. Pero no lo es menos que ciertos crecimientos electorales aprovechan el espacio que encuentran libre en la arena política. Por más señas, el espacio que han dejado vacío partidos más preocupados por las listas o por replicarse y contrarreplicarse día tras día acerca de temas que a nadie interesan, con la única excepción de sí mismos.
Si los partidos tradicionales, como es su supuesta misión, hubieran canalizado adecuadamente la inquietud social acerca de la inmigración, ahora no estaríamos donde estamos. ¿Planteamos un objetivo tan difícil? Eso parece, visto el resultado. Pero la realidad es que el problema está perfectamente diagnosticado y las soluciones, pensadas y a disposición de quien quiera aplicarlas.
Es más, no han faltado avisos en los últimos años. Pero como los demócratas nos lo montamos fatal con este gran invento llamado democracia, hemos llegado a acusar de xenófobos, precisamente de xenófobos, a quienes nos alertaban, desde las posiciones más alejadas de la xenofobia que puedan existir, de lo que se nos venía encima. Bueno, la acusación no partió de las personas que nos consideramos más o menos normales, sino de un simple peloteo coyuntural de esos que tanto gustan a los políticos profesionales.
¿Cómo abordamos la situación, ahora que, bajo la fuerte impresión recibida, pensamos que no tiene remedio? Pues para empezar, abandonar la misma politiquería barata que nos ha llevado hasta aquí. La propuesta de ilegalizar a Plataforma per Catalunya luce muy bien en los titulares de prensa, pero ¿por qué no se tomó dicha medida cuando la amparaban razones morales, es decir, cuando se hubiera hecho por principios y no porque estuviera amenazado el establishment político?
En segundo lugar, hay que hacer pedagogía para destruir las falsedades sobre las que se asienta el discurso xenófobo. Hay que explicar hasta la saciedad que las ayudas sociales van, en su inmensa mayoría, a la población autóctona y no a la inmigrada, por mucho que algunos se empeñen en sostener lo contrario. Y hay que poner sobre la mesa las estadísticas sobre delincuencia para demostrar que la mayor parte de delitos los cometen nuestros paisanos de toda la vida.
No se trata de comprarnos la traquilidad social con dinero, pero sí de llamar a las cosas por su nombre y de asumir, en tercer lugar, que muchos de los conflictos antecitados tienen su origen en la insuficiencia económica de las políticas sociales. Es bien conocida la existencia de una suerte de resentimiento hacia el último inmigrante por parte del penúltimo. ¿Existe remedio para ello? Sí. De la misma manera que una ayuda no es un derecho por sí mismo, y mucho menos vitalicio, sino algo derivado de circunstancias de desigualdad concretas, hay que preguntarse si algo más de generosidad no ayudaría a poner las cosas en su sitio . Es duro decirlo así, pero si un país rico puede comprarse la paz no debería dejar de plantearse la posibilidad, aunque la idea repugne a nuestra sensibilidad. Al final de se trata de elegir entre lo malo y lo peor
Es imprescindible, en cuarto lugar, saber “què volem ser quan siguem grans” en relación a la inmigración. En diez años ha cambiado media docena de veces el marco regulatorio y cada proceso extraordinario de normalización se ha visto sucedido por otro. En cambio, lo que se necesitaría es un marco estable y perdurable al menos una generación. En Australia reciben a las pateras a cañonazos. No estamos sugiriendo que imitemos tal política. Pero al menos en Australia han tomado una decisión y la aplican consecuentemente.
2 comentaris:
M'ha costat una mica, però ja he trobat les dues parts de l'article, i coincideix bastant amb la visió que tenim respecte el tema de la immigració. En resum: 1) No té sentit estigmatitzar els votants de la PxC, sinó entendre els motius del seu èxit i 2) O s'agafa el toro per les banyes, o ens pot acabar enganxant.
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