Un conocido diario catalán ilustra la noticia del nuevo aplazamiento del restablecimiento del servicio de Cercanías con un calendario que incluye el santoral. Dada la histórica proximidad entre este medio y el partido que está en el Gobierno causante del caos, cabe colegir que la cosa no sólo va para largo, sino que tenemos que encomendarnos a Dios o a los santos para que al fin se encuentre una solución. Sobran comentarios.
Es imposible decir que la crisis de Cercanías ha tocado fondo, porque mañana mismo puede ocurrir cualquier cosa que empeore la situación. Tampoco es posible confiar en que la nueva fecha para el fin del calvario es la definitiva. La verdad es que la evolución de este desastre invita a todo menos al optimismo y no permite, por descontado, dar confianza alguna al Gobierno, si es que algún crédito le quedaba en este tema.
La incapacidad del ministerio de Fomento para dar soluciones al problema es clamorosa. ¿Qué argumentos le quedan a Zapatero para mantener en el gobierno a Magdalena Álvarez? ¿O a Víctor Morlán, el secretario de Estado enviado a Catalunya para ponerse al frente del caos y que sólo ha despuntado, con cierto mérito aunque con poco resultado práctico, en el arte de dar la cara?
¿Y qué opinión nos puede merecer el gobierno de la Generalitat? ¿Y los socialistas catalanes, que no saben como salirse de una situación que les puede pasar factura electoral, pero de la que no pueden huir por sus ataduras con el PSOE?
Todo ello por no hablar del Partido Popular, que no es precisamente inocente en todo este fregado. Claro que no toda la culpa es suya, ya que no está en el Gobierno desde hace casi cuatro años, tiempo suficiente para haber corregido muchas cosas. Pero no cabe olvidar que el origen primigenio del problema está en el proyecto que aprobó el ejecutivo popular presidido por Aznar y por el “modelo” de obra pública que se implantó en esa época.
Pues ya les ven ahora. Apuntándose a las campañas en contra del trazado por dentro de Barcelona que aprobaron ellos mismos. Si alguna disculpa le queda al PP es que quien más, quien menos intenta sacar tajada electoral. Pero sorprende, todavía, su desparpajo.
En realidad, a la crisis de Cercanías le ha pasado lo peor que le puede ocurrir a cualquier problema. Es decir, que acabe pudriéndose sin que se gaste otra cosa que palabras.
160.000 personas siguen “colgadas” cada día, la economía del país acusa ya los efectos de los retrasos, el colapso viario sobrevenido y el cansacio de miles de trabajadores. La nueva categoría del ciudadano cabreado (el català emprenyat) figurará pronto en los manuales de sociología, tras el diluvio de repetidas crisis en los servicios públicos. Por no hablar de la abstención que cabe esperar en las próximas citas electorales.
Pero ante todo eso, las autoridades, a las que hemos votado y a las que pagamos religiosamente, sólo saben convocar una rueda de prensa tras otra para disculparse, ya sin ningún estilo ni credibilidad, y para anunciar nuevas fechas que a los sufridores cotidianos de los servicios públicos les suenan ya a pitorreo.
1 comentari:
Papa¡ vine amb vol de baix cost.
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